Antonio Duplá
Sobre memoria, historia y un proyecto
de ley de título imposible
(Hika, 185zka. 2007ko otsaila)
Acaba de crearse en Valencia la primera Comisión de la Verdad sobre el franquismo, que estudiará la represión desde 1939 a 1953 en la Comunidad Valenciana. Promovida por diversas asociaciones, al calor del reciente descubrimiento de fosas comunes con miles de enterramientos en el cementerio de Valencia, está formada por reconocidos juristas e historiadores y apoyada por diversas personalidades políticas e intelectuales.
Ésta no es sino otra de las múltiples iniciativas que, en el Estado español, a partir de la labor pionera de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, están planteando una reconsideración de la guerra civil y del franquismo desde el punto de vista de los vencidos. Se trata de un auténtico movimiento social que, en bastante medida, implica a la generación de los nietos, las nietas de la guerra, para quienes las respuestas de la Transición al cierre de las heridas de la guerra civil y el franquismo no son suficientes.
Porque parece evidente, ante todos estos planteamientos, la exigencia de un nuevo relato más verídico de la guerra civil y el franquismo que, indudablemente tendrá que ser múltiple (Javier Ugarte dixit, en el libro de C. Molinero). El supuesto pacto de silencio, con el consiguiente olvido de toda una serie de aspectos del régimen franquista, queda en entredicho y hoy, en una situación de democracia consolidada, desaparecido el peligro golpista e incluso toda rémora jurídico-institucional franquista, cabe abordar esa revisión con más valentía y decisión. Una generación más joven, menos lastrada por las prudencias (¿excesivas?) de la transición, unida a quienes todavía no se han visto suficientemente reconocidos en su condición de víctimas, parece exigirlo. En todo caso, sólo cabría matizar que el supuesto pacto de silencio ha podido darse en el terreno político, pues en el más estrictamente historiográfico la producción ha sido ingente desde finales de los años setenta, aumentando de manera exponencial nuestro conocimiento de la guerra civil y el franquismo, aunque quizá no con la suficiente proyección pública.
No por casualidad, esta revisión desde la memoria de los vencidos del relato acuñado sobre Franco y su régimen ominoso está provocando una respuesta alternativa. Me refiero al relato revisionista, que pretende exculpar a los golpistas del 18 de julio, atribuir la responsabilidad de la guerra a los excesos izquierdistas y santificar el régimen franquista por sus logros económicos y modernizadores. El tema, preocupante por su gran proyección mediática y éxito editorial, tiene su merecido tratamiento en este dossier.
En marzo del 2006 el Consejo de Europa aprobaba una resolución que condenaba el franquismo y sus violaciones de los derechos humanos. La historiografía hace tiempo que ha analizado ese tema, desvelando excesos en ambos bandos, pero insistiendo en la responsabilidad infinitamente superior del nuevo régimen de Franco quien, a la luz de esos estudios, aparece como uno de los dictadores mas crueles del siglo XX. Sin embargo, a diferencia de otros países europeos que también han sufrido dictaduras fascistas, en nuestro país todavía encontramos cosas inauditas, desde listas de caídos de un solo bando en monumentos públicos, nombres de calles, títulos honoríficos de Franco todavía no revocados o episodios sólo recientemente estudiados, como los campos de trabajo forzado. La extraordinaria duración del régimen, su final pactado, las autolimitaciones de la transición y el peso de la derecha y el franquismo sociológico son factores que pueden explicar ésa un tanto anacrónica realidad. Pero la historia y la vida avanzan.
La ley de la memoria histórica (oficialmente “Proyecto de Ley por el que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura”), de alguna manera se inscribe en ese proceso de cerrar una serie de temas pendientes. En ese sentido, sabedor el Gobierno de la esperada respuesta de la derecha, es un proyecto valiente, que responde a promesas electorales y resuelve algunos asuntos concretos, como la reparación moral y económica de las víctimas. No obstante, es al mismo tiempo profundamente insuficiente y ha provocado una considerable polémica.
La ley no es, ni pretende ni puede serlo, una ley de memoria histórica (concepto difícil en sí mismo), que establezca una versión oficial del régimen franquista. No es conveniente que las leyes establezcan interpretaciones históricas. Sin embargo, dada la íntima conexión entre el tema tratado y una determinada consideración de algunos aspectos de la guerra y el franquismo, el debate es inevitable. Por ejemplo, en la consideración del alcance legal de determinadas decisiones jurídicas de un régimen ilegítimo que derroca por la fuerza a un gobierno democrático. En ese sentido, sorprende la negativa del Gobierno a anular las sentencias de los tribunales de excepción franquistas, en aras de evitar una supuesta ruptura del ordenamiento constitucional; argumento débil, pues la propia Constitución española anula las disposiciones anteriores contrarias al texto constitucional.
Sorprende también, a estas alturas, una lectura tan modélica de la Transición, sin asumir las limitaciones, quizá entonces dictadas necesariamente por la correlación de fuerzas, de dicho proceso. Sorprende igualmente que el propio Gobierno se obligue a mayorías parlamentarias difícilmente superables en estos momentos, en temas tan importantes como la constitución de la Comisión de Notables que atenderá las peticiones individuales de reparación. En fin, en muchos temas, la prudencia y/o tibieza del proyecto son decepcionantes. La misma consideración idéntica de las víctimas de ambos bandos, con tener una dimensión justa, no deja de ser matizable, pues los vencedores ya tuvieron su reparación por el régimen y la Iglesia.
Prudencia política y jurídica, miedo al revanchismo, esperanza última en un posible acuerdo con el PP, no sé cuáles han podido ser las razones del PSOE para presentar en concreto este texto. En cualquier caso, la polémica está abierta y el debate está en la calle. Guerra Civil, franquismo, víctimas, derechos humanos, transición, amnistía, impunidad, olvido, etc., son algunos de los temas objeto de discusión. La reivindicación de la memoria, que en este caso supone verdaderamente una dignificación de una realidad hasta ahora postergada, parece llevar la voz cantante. La historia, por su parte, debe continuar trabajando, arrojando luz, rigor y conocimiento objetivo sobre nuestro pasado reciente. Esperemos que en esta elaboración de un nuevo relato del franquismo, desde su principio hasta su final, memoria e historia caminen juntas.
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* Para quien tenga interés en profundizar en estos temas, entre otros muchos títulos: J. Aróstegui y F. Godicheau (eds.), Guerra civil. Mito y memoria, Madrid, Marcial Pons, 2006; Carme Molinero (ed.), La transición, treinta años después. De la dictadura a la instauración de la democracia, Barcelona, Península, 2006; J. Cuesta (ed.), “Memoria e historia”, Ayer 32, 1998; Dossier “Memoria y olvido del franquismo”, Pasajes de Pensamiento Contemporáneo, 11, 2003. En Internet: www.memoriahistorica.org, www.derechos.org/nizkor/espana; www.todoslosnombres.es; http://ahaztuak1936-1977.blogspot.com, etc.
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