Antonio Duplá
Por encima de todo, alegría
(Hika, 175zka. 2006eko martxoa)
Cuando, a mediados de la semana pasada, saltó la noticia del comunicado de ETA con el anuncio de un alto el fuego permanente, mi primera reacción fue de alegría. Es verdad que no una alegría desbordante, ilusionada, más bien una alegría tranquila, teñida en buena medida de un ¡por fin, ya era hora! Tiendo a pensar que ése fue el sentimiento más generalizado, al menos en Euskadi, y después cada cual añadiría su matiz particular. A partir de ahí se pueden plantear toda serie de consideraciones, que ya estamos oyendo estos días y que seguiremos oyendo durante bastante tiempo: va a ser un proceso largo, complejo, difícil, duro, etc.
Puestos a hacer más comentarios, el primer aspecto que se me ocurre es que, aunque ETA no lo haya dicho de forma explícita, esta situación parece irreversible. Hay bastantes elementos que avalan esta afirmación: la innegable debilidad de ETA, muy hostigada, cada vez más, en los últimos tiempos, la presión policial-política-judicial a la propia organización y su entorno, las dificultades de la izquierda abertzale para una intervención política normalizada, el referente del terrorismo islamista, que empequeñecía a la propia ETA y, muy en especial, el hartazgo de la sociedad vasca. Creo que este último factor, visto en perspectiva, ha sido un factor nuevo que ha cobrado un protagonismo evidente desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco. No creo que los responsables de aquella infamia fueron conscientes de la reacción que se iba a producir y que tan fundamental ha sido en la evolución de los acontecimientos. Por lo tanto, pienso que estamos ante el punto de partida de una situación nueva, que es el de una Euskadi sin ETA.
Un segundo aspecto que me parece relevante ahora es el de las palabras. ¿Estamos ante un incipiente proceso de paz? Hasta cierto punto sí, pero sin que eso quiera decir que antes estábamos en guerra. Una organización que asesinaba, extorsionaba, amenazaba, decide, a la vista de las circunstancias, dejar de hacerlo. El gobierno español, también el vasco, y los partidos políticos deben intervenir para regular la situación y facilitar la resolución de los temas pendientes (presos, armas, etc.) y la integración social de sus miembros. Con flexibilidad y generosidad. Por ejemplo, poniendo sobre la mesa, en primer lugar, el fin de la dispersión de los presos de ETA.
A partir de ahí, manda la política, para encauzar los programas y reivindicaciones de cada grupo y sector social. Ahora ya sin padrinazgos violentos, sin factores militares, con el juego de mayorías-minorías, pactos, alianzas y componendas. Es decir, algo normal. Cuando se habla de normalización, no acabo de entender muy bien qué se quiere decir. En mi opinión, el factor principal de a-normalidad era ETA. Si deja de actuar, la situación es bastante normal, dentro de lo que cabe. Desaparece el principio de excepcionalidad y nos convertimos en algo normal. Esto no significa negar el conflicto político, las insatisfacciones, sobre todo nacionalistas, el debate pendiente sobre el engarce con el Estado y tantos otros temas, pero habrá que abordarlo como una situación política, particularmente compleja, pero equiparable a otras.
Tiene esto que ver con otra cuestión importante. Se habla de una paz sin vencedores ni vencidos. No estoy tan de acuerdo. Hay un proyecto y unas ideas que sí han sido derrotadas. Son las de ETA y las de pretender imponer un proyecto político mediante la fuerza, de forma antidemocrática, antipluralista y excluyente. Por tanto, de cara al futuro, inmediato y más lejano, es importante tener esto claro y no pretender un borrón y cuenta nueva que no haría justicia a la historia reciente de este país. Sin ir más lejos, no se haría justicia a la memoria de las víctimas.
Además, desde el punto de vista político y social, de la educación cívica y en valores se abre un periodo particularmente interesante. La existencia de ETA ha distorsionado cuanto ha tocado, que han sido demasiadas cosas, y, por otra parte, ha servido de justificación o de excusa a tirios y troyanos. Ahora, si realmente desaparece ese factor, se podrá y deberá discutir de todo, de manera más abierta y libre. Creo que también eso representa una oportunidad sin precedentes para una izquierda radical autónoma y desprejuiciada.
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