elordenmundial.com, 10 de noviembre de 2016
Bélgica nació, por accidente, como un término medio entre los
intereses de las diferentes potencias. En sus fronteras quedaron
francófonos, neerlandeses y alemanes unidos por su fe católica. Los
francófonos se encargaron de diseñar el país a su gusto, pero, tras la
crisis del 73 y la globalización, su modelo se vino abajo, y con él el
porqué del Estado.
La situación en Bélgica es siempre tensa, ya que el Estado central apenas tiene la
capacidad de mediar entre sus regiones, hasta el punto de que ha sido calificado como
Estado fallido o, según el ex primer ministro Yves Leterme, un “accidente de la
Historia”.
Bélgica está dividida en dos grandes comunidades: los flamencos, al norte, de habla
neerlandesa, y los valones, al sur, francófonos. A ellos hay que sumar una pequeña
comunidad alemana al sureste. Estas comunidades se reparten un Estado desde
posiciones socioculturales, económicas e históricas diferentes, que llevan a continuos
enfrentamientos, desde disputas por elegir un zoológico para osos pandas hasta rozar la
xenofobia entre comunidades.