Galde, 43, invierno de 2024.
El destacado helenista de la Universidad de Bari, en Italia, Luciano Canfora escribió hace un tiempo un breve artículo titulado «El inquietante oficio del historiador». Se refería a la permanente relación del historiador o historiadora con el poder, bien para legitimarlo, bien para cuestionarlo. De ahí esa dimensión inquietante, incluso peligrosa, de nuestro trabajo, dice Canfora, por la siempre posible utilización de la labor histórica por la política. Y en esas circunstancias es cuando el peligro potencial de la manipulación histórica deja clara la diferencia abismal entre la historia científica, rigurosa y crítica, elaborada por especialistas bien preparados, y la pseudo-historia, dictada desde la ideología y la propaganda al servicio de un mensaje político determinado. Si las diferencias aparecen claras, el éxito no está en absoluto asegurado para quienes se plantean la labor historiográfica desde el rigor y la profesionalidad. Determinadas reinterpretaciones del pasado basadas en tesis obsoletas y cuestionadas hace tiempo por la investigación pueden conseguir un eco y una aceptación social importantes.