cronicapopular.es, 28 de julio de 2018
Según el hilo narrativo de estas páginas, el secesionismo catalán del ‘procés’ comparte,
a pesar de la diferencia enorme que supone la violencia, elementos significativos con el
abertzalismo del ‘conflicto’, como muestra la estrecha colaboración entre sectores de
ambos extremos de los Pirineos. La asunción del derecho a decidir –un término
engendrado al albur de las expectativas decrecientes de ETA– como buque insignia de
las reivindicaciones y la movilización de un victimismo producto de la deformación de
la historia, es el principal.
Las diferentes expresiones del victimismo, que alcanzan su formulación superlativa en
la invocación del genocidio en ambos espacios, se ejemplifican en la tesis de la opresión
nacional diferencial sufrida en el franquismo. La difusión de ese relato ha sido posible
por un proceso de nacionalización del antifranquismo que se opera a partir de los años
60, poco después de que la izquierda, que es quien había puesto los muertos, los presos
y los torturados, presentara desde el PCE la idea de la reconciliación nacional. Y que se
prolonga hoy. Naturalmente, este relato no hubiera cuajado sin la contribución de una
parte de las izquierdas autóctonas y el desistimiento de las otras; contribución deudora
de una recalcitrante fascinación por los nacionalismos vasco y catalán.