Febrero-marzo de 2019.
El movimiento feminista ha reforzado su influencia social. Sus demandas
básicas son apoyadas por una amplia mayoría cívica, especialmente entre mujeres. Hace
un año, con ocasión del éxito de la movilización feminista en torno al 8 de marzo,
escribí un artículo titulado Nueva marea por la igualdad (Público, 15/03/2018).
Valoraba la conformación de una nueva marea social plenamente justificada frente a la
discriminación de género, el acoso machista, la brecha salarial y la desigualdad social y
laboral. Y señalaba su impacto sociopolítico transformador ante la evidencia de los
límites de la gestión institucional y judicial. Incluso leyes positivas como la de Igualdad
entre hombres y mujeres (2007) y Contra la violencia de género (2004), tras más de una
década de aplicación, han dejado ver sus insuficiencias, al quedarse en medidas
parciales, en la retórica o en simples gestos punitivos.