El País, 14 de febrero de 2024.
Varios expertos consideran que en los intentos de vincular a la UNRWA con Hamás subyace el propósito de acabar con esa reivindicación reconocida por Naciones Unidas.
“Debemos asegurarnos de que ellos nunca vuelvan”. El primer ministro israelí, David Ben Gurion, escribió esa frase en su diario el 18 de julio de 1948, dos meses después de proclamar la creación de Israel. “Ellos” eran los 700.000 palestinos —más de la mitad de la población autóctona— expulsados o forzados al éxodo por temor a las matanzas de las milicias sionistas. Esa herida colectiva bautizada por los palestinos como Nakba (catástrofe) es indisociable de la historia de Israel. También de la creación, en 1949, del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA en sus siglas en inglés), la agencia de ayuda humanitaria para estos palestinos, convertida con el tiempo en la depositaria de la memoria de su exilio. Sus registros, su archivo fotográfico, los certificados que acreditan a los refugiados como tales, son el pasaporte que debería garantizarles un derecho que Naciones Unidas les reconoció en 1948 y que Israel les niega: el de volver a lo que hoy es territorio israelí y recuperar sus propiedades, o bien ser indemnizados.