Frodo
¿Tendencias hacia la normalización?
(Hika, 165 zka. 2005eko apirila)
El contraste entre el clima reinante durante los meses que precedieron a las anteriores elecciones autonómicas, a las del 2001, y el que estamos viviendo hoy en más que notable. La crispación política y mediática superaba los exasperado hasta rozar lo grotesco. El afán “reconquistador” de José María Aznar y su gobierno parecía no conocer límites y el seguidismo del PSOE y del PSE-EE resultaba tristemente grotesco.
Aunque lo verdaderamente dramático eran las consecuencias de la línea político-militar adoptada por ETA tras la ruptura de la tregua cuando colocó en el punto de mira (en el más literal de los sentidos de la expresión) de sus acciones armadas a diferentes personas por el hecho de defender posiciones ideológicas y políticas más o menos “españolas”. Florián Elespe Inciarte, teniente alcalde de Lasarte por el PSE-EE , había sido asesinado un par de meses antes de la celebración de aquellas elecciones y todavía estaba más reciente el atentado contra el presidente del Partido Popular de Aragón, Manuel Jiménez Abad, tiroteado delante de su hijo en el centro de Zaragoza. Pocos días después de las elecciones, el turno le tocó al director financiero del Diario Vasco, Santiago Oleaga Elejabarrieta que cayo en Donosita bajo los disparos de ETA. ¡Un ritmo realmente trepidante!
CRISIS EN EL FRENTE PP-PSOE. Uno de los cambios más significativos ocurridos desde las anteriores elecciones autonómicas es la relativa ruptura aquel temible “frente nacional” que representó la alianza implícita siempre y tantas veces explícita entre el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español bajo la dirección de José María Aznar y con el apoyo de todos los grandes medios de comunicación del Estado. Su agresiva política contra el conjunto del nacionalismo vasco espoleo la radicalización nacionalista vasca del PNV y fue uno de los factores que propiciaron el reforzamiento de muchas de las fuertes tendencias frentistas y excluyentes que se han manifestado en el campo del nacionalismo vasco estos últimos años y, en consecuencia, el incremento de la crispación nacional en el que vive sumida la vida política vasca desde 1997.
La política particularmente depredadora tan característica del Partido Popular desde que José María Aznar alcanzó su caudillaje ha quedado de manifiesto tras el 14 de marzo del pasado año. La utilización sistemática de todos los grandes problemas para tratar de obtener ventajas políticas, someter al PSOE a su subordinación y consolidar sus posiciones dominantes so capa de defender los intereses supremos de España se ha despojado de su bien poca aparente altura de miras y se manifiesta crudamente como lo que es: la reconquista del poder al precio que sea. Las “víctimas”, la “unidad de la patria”, la “seguridad nacional” y todo lo demás pasan a importar un pepino cuando de lo que se trata es de desgastar al gobierno de Zapatero.
En la orientación que está dando el Partido Popular a su campaña electoral resulta bastante claro que el primer objetivo de la misma es frenar los eventuales progresos electorales del PSE-EE. Incluso, visto lo visto, uno se atrevería a afirmar que el PP no vería con malos ojos un rotundo triunfo del PNV-EA ya que, de esa manera, las posibilidades de que se plantearan en un futuro inmediato serias trifulcas entre el gobierno central y el autonómico vasco podrían aumentar sensiblemente y, con ello, quizá, se aceleraría el eventual desgaste del gobierno de Zapatero.
Saber hasta que punto la política del PSE-EE y del PSOE va a ganar realmente en autonomía ante las presiones del PP o va a seguir sometida al chantaje del nacionalismo español mas intransigente es algo que no se ha despejado ni mucho menos. Es, sin duda, la gran asignatura pendiente del socialismo español y del socialismo vasco y malo sería que la suspendiera indefinidamente.
¿Y ETA? Otra incógnita pendiente de ser despejada. Desde el 30 de marzo de 2003, fecha en la que en Sangüesa una bomba lapa colocada bajo su coche acabó con las vidas de los policías nacionales Bonifacio Martín y Julián Embid, ETA no ha vuelto a matar. Es difícil saber hasta que punto esto es consecuencia de decisiones de naturaleza político-militar, de obvias dificultades operativas, del simple azar o de una imprevisible conjunción de todos esos factores y quizá de más.
Es cierto que algunas declaraciones y algunos gestos, como la llamada “declaración de Anoeta”, volvió a lanzar tanto las especulaciones como las esperanzas de que ETA tomara una posición que indicara de manera clara su decisión de abandonar la lucha armada, al menos en sus formas más duras. Pero, sin embargo, las declaraciones y los gestos, que en modo alguno son nuevos y que por ello suenan a música muy conocida, se han quedado en eso. Y en las especulaciones que cabe hacer sobre el futuro en este terreno resulta particularmente difícil separar los deseos de las realidades por lo que, las más de las veces, resultan poco acertadas. Quizá la siguiente vez acierte (¡alguna vez se acertará!), pero con la experiencia habida lo razonable es no hacerse demasiadas ilusiones.
¿TODAS LAS OPCIONES? Tras el poco edificante proceso de ilegalización de Aukera Guztiak (¡con justicias democráticas como esas las antidemocráticas resultan ociosas!) aparece, ante la sorpresa aparente de todo el mundo, EHAK.
¿La sorpresa ha sido real o sólo aparente? Bien mirada la cosa, y la Fiscalía General del Estado afirma haberlo hecho desde hace meses, ¿se puede afirmar que la composición de las listas de EHAK es muy distinta a la de Aukera Guztiak? Pues la verdad es que no. Cualquiera que conozca un poco la realidad humana de nuestro paisito, puede apreciar con bastante facilidad y sin necesidad de muy profundas averiguaciones, dado lo limitado de su tamaño, que la lejanía (o la cercanía, que para el caso lo mismo da) al mundo de la izquierda abertzale que Batasuna representa es cuando menos similar en el caso de una candidatura y en el de la otra. ¿Por qué, entonces, tanto ruido con Aukera Guztiak y tan discreto silencio con EHAK?
No sería mal síntoma que ello no fuese consecuencia de la incompetencia de los servicios de información y sí de una decisión política reflexionada y acordada. ¡Ojalá sea así!
VALORES COMPARTIDOS. ¿Qué va a pasar en la próxima legislatura con el “plan Ibarretxe” y con toda la problemática que lo envuelve? Logrado el objetivo primero de dicho plan, esto es, mantener la hegemonía política del PNV, y del nacionalismo vasco en su conjunto, sobre las instituciones autonómicas vascas, cosa que según afirman todas las encuestas parece lo más probable, ¿se logrará ir encauzando con un mínimo de razonabilidad y sentido común el establecimiento de unos mínimos compartidos capaces de proporcionar un entramado de valores sobre los que asentar nuestra vida política futura?
Sería bueno que se lograra. ¿Sobre que valores? El primero y más urgente de todos se refiere a la inviolabilidad de la vida humana y el abandono de la violencia armada como forma de acción política. La experiencia de los últimos años de nuestra vida política muestra hasta que punto, y fuera de situaciones muy excepcionales en los que la sociedad vive una crisis tan aguda que se hace imposible el establecimiento de cualquier acuerdo mínimo, las consecuencias corruptoras de la violencia interpolítica son enormes. Y éste es un valor todavía pendiente de ser plenamente aceptado en nuestra sociedad.
Pero hay otros: el respeto a la integridad física de las personas detenidas o encarcelas es uno de los primeros. Y lo es por un doble motivo: por nuestra oscura historia de Estado secularmente torturador y por nuestro oscuro presente, dominado por la lógica de los recortes y los retrocesos democráticos y garantistas con el argumento de conseguir una sociedad más segura frente a los enemigos exteriores o interiores. Las denuncias sobre prácticas de torturas y, quizá todavía más, la reiterada negativa por parte de los cuerpos de seguridad del Estado y de quienes mandan sobre ellos para instalar los sistemas tecnológicos (como es el de la video-control durante las detenciones, traslados e interrogatorios de los detenidos) capaces de instaurar unas garantías mínimas para detenidos y encarcelados, resulta sumamente inquietante.
También están los valores sobre igualdad de género que sólo muy lentamente van abriéndose camino en nuestra vida política y social o sobre los de igualdad ciudadana, al margen del origen nacional que tengan tales o cuales sectores de la población, cuya plasmación concreta debería de ser el establecimiento de unas mecanismos abiertos y generosos para lograr que reconociera la plenitud de derechos políticos y sociales a la población de origen emigrante que vive en nuestra sociedad.
Y, dentro de este orden de cosas, esos valores compartidos deberían incluir los referentes al establecimiento de la igualdad plena entre las distintas sensibilidades y conciencias de pertenencia nacional que existen en nuestra sociedad. En la sociedad vasco-navarra y en la sociedad española.
DECIDIR Y RESPETAR. Esta igualdad plena tiene, como casi todo, dos vertientes o dos puntos de vista desde la que contemplarla. El “plan Ibarretxe” se refiere a una de ellas: la igualdad de las diferentes sensibilidades nacionales para decidir su articulación nacional-estatal. Lo que en la práctica significa poner fin a la actual legislación constitucional por la cual la identidad nacional española goza de unos derechos cualitativamente superiores a los de las demás conciencias nacionales como la catalana, la vasca, la navarra o cualquiera otra que cada cual quiera imaginar. El establecimiento de una regulación democrática de esta equiparación de derechos, que no es otra cosa que la materialización del genérico derecho a la autodeterminación que la izquierda vasca ha solido históricamente reivindicar aunque muchas veces de manera demasiado genérica, debería ser una perspectiva que fuera abriéndose camino en la próxima legislatura lo que, dicho sea de paso, no parece que vaya a ser una tarea ni sencilla ni cómoda de cumplir.
La otra vertiente de esta igualdad entre las diferentes sensibilidades afecta a la consideración mutua de las identidades nacionales. Entre los valores compartidos a establecer en nuestra sociedad sigue pendiente el que se refiere al mutuo reconocimiento de la legitimidad del pluralismo identitario propia de una sociedad mestiza desde el punto de vista nacional como es la nuestra. Una sociedad en la que cualquier pretensión de establecer de forma explícita o implícita, identidades nacionales de primera, de segunda o de tercera encierra el germen de la discriminación.
Un germen que adquiere la estatura de un árbol si miramos hacia los sectores de nuestra población cuyo origen está en los movimientos migratorios recientes. Y formas mucho más sutiles en las miradas que una parte significativa de la población nacionalista vasca dirige hacia la que no lo es. Es obvio que ese germen de discriminación, aunque sólo sea potencial, constituye una bombo de relojería para la salud democrática de nuestra sociedad. Los avances en el logro de la generalización de estos valores tampoco parecen del todo fáciles ni sencillos de realizar. Las raíces del pensamiento exclusivista, aunque sutiles y hasta civilizadas muchas veces, son profundas. La afirmación del “nosotros” exige demasiadas veces la existencia de un “ellos” distante cuando no oscuro y amenazador.
¿Demasiadas cosas para la siguiente legislatura? Veremos que vientos soplan tras el 17 de abril. |
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