Gaizka Fernández Soldevilla
Los fusilamientos de Txiki y Otaegi
Fragmento del capítulo 5 del libro La Calle es nuestra. Historia de la Transición en el País Vasco (1973-1982), Mikel Toral, editor,Kultura Irekia/Cultura Abierta, Bilbao, 2015.
La actuación de un topo de los servicios secretos, Lobo, permitió que las FCSE prácticamente desarticulasen a ETApm en el verano de 1975. Tres polimilis fueron sentenciados a muerte, aunque a uno de ellos, José Antonio Garmendia (Tupa), se le conmutó la pena capital por cadena perpetua porque sufría graves secuelas cerebrales por una herida de bala. No así a los otros dos, Juan Paredes Manot (Txiki) y Ángel Otaegi (Azpeiti), a los que se acusaba de haber asesinado a un policía durante un atraco en Barcelona. ETApm estudió la posibilidad de liberarlos, pero el plan fue frustrado por la detención del comando.
Al igual que en anteriores ocasiones, toda la oposición antifranquista preparó una masiva campaña de movilizaciones para salvar la vida a los miembros de ETApm condenados a muerte, que compartían tal suerte con siete integrantes del FRAP. En el País Vasco las fuerzas antifranquistas declararon una huelga general desde el 28 de agosto al 3 de septiembre, que tuvo bastante incidencia en Guipúzcoa. Por ejemplo, el día 2 pararon en dicha provincia unos 33.800 trabajadores (cifra oficial). En la manifestación que recorrió las calles de San Sebastián el 31 de agosto Jesús María García Ripalda, militante del MCE, murió por los disparos de un policía de paisano. Hubo nuevos paros el 11 y el 12 de septiembre. Además, las protestas se extendieron por casi todas las capitales europeas. También a nivel institucional: la ONU, la Comunidad Económica Europea y el papa Pablo VI pidieron clemencia a Franco. El 26 de septiembre el Consejo de Ministros acordó seis indultos, pero confirmó cinco sentencias de muerte.
Al día siguiente, el 27, fueron fusilados los polimilis Txiki y Otaegi y tres militantes del FRAP: José Luis Sánchez Bravo, José Humberto Baena Alonso y Ramón García Sanz. Las reacciones no se hicieron esperar. Tras expulsar al embajador español, el Gobierno de Méjico pidió que se suspendiera la pertenencia de España a la ONU, mientras una docena de países, entre los que se encontraban Gran Bretaña y Holanda, retiraron sus representantes en Madrid. Las embajadas españolas de diferentes puntos de Europa, como la de Lisboa, fueron atacadas.
El mismo 27 de septiembre se convocó una huelga general de tres días de duración en el País Vasco, que, a pesar del estado de excepción declarado en Vizcaya y Guipúzcoa, fue respaldada por unos 200.000 trabajadores (datos de la oposición). De acuerdo con las autoridades franquistas, durante el mes de septiembre Guipúzcoa se había visto agitada por numerosos paros auspiciados por “la gran campaña propagandística desatada en esta Provincia por los diferentes partidos y organizaciones políticas de la oposición”. El día 29 no acudieron a su puesto unos 47.500 trabajadores en Guipúzcoa (cifras oficiales), territorio en el que se pusieron 625 multas por valor de 25 millones pesetas, si bien algunas fueron posteriormente indultadas. El seguimiento en las otras provincias vascas fue menor. Al calor de estas movilizaciones ETA y su entorno crearon KAS.
El 1 de octubre de 1975 la dictadura organizó en la plaza de Oriente una concentración para apoyar al “Caudillo”, quien apareció en público muy debilitado. Sus palabras reflejaban lo lejos que se encontraba de la realidad: “Todo lo que en España y Europa se ha armao obedece a una conspiración masónico-izquierdista, en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece”. Ese mismo día los GRAPO asesinaron a cuatro policías en Madrid, su primer atentado terrorista, que presentaron como una “represalia” a las ejecuciones de los dos integrantes de ETApm y los tres del FRAP.
El 20 de noviembre de 1975 Francisco Franco murió en la cama. Su sucesor al frente de la Jefatura del Estado era el rey Juan Carlos I. A priori, nada hacía esperar grandes cambios en el régimen, por lo que la oposición antifranquista no mostró ningún entusiasmo. Aquella opinión se vio reforzada por la confirmación en su puesto del presidente Arias Navarro. Sin embargo, se trataba de los primeros y muy titubeantes pasos de una nueva etapa histórica: la Transición.
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