Héctor Maravall
Una crisis grave y profunda
Entrevista realizada por Manuel Llusia
(Página Abierta, 195, septiembre de 2008)
– Tanto Aznar como Zapatero han insistido mucho en estos años en la solidez de nuestra economía. ¿Cuáles eran las debilidades de nuestra economía considerada como muy boyante?
– Yo creo que para hablar del éxito del crecimiento de la economía española en los últimos diez o doce años, que ha sido real, muy notable, hay que partir de dos cuestiones. Una, el nivel de retraso que llevábamos, es decir, que lo que ha hecho España ha sido recortar algo la diferencia que tenía con el desarrollo económico y social de otros países de nuestro entorno. Por tanto, hemos crecido más, en algunos casos mucho más que otros países, pero visto con una perspectiva que supere los últimos diez o doce años y que coja los últimos treinta, lo que se ha hecho es recortar atrasos históricos.
En segundo lugar, ha sido un crecimiento que ha venido muy favorecido por una coyuntura internacional de bajo precio de los préstamos; por una coyuntura económica internacional favorable, como muestra, entre otras cosas, el crecimiento de los países emergentes, el tirón que han pegado países como India, Brasil y China; por la buena situación que ha habido en estos años en Europa occidental, en Alemania, por ejemplo. Todo eso supone un impulso a la economía española. Hemos vivido dentro de un paraguas globalizador que nos ha venido muy bien.
Por lo tanto, no ha sido tanto virtudes propias como aprovechar coyunturas de carácter más general, más global, que nos han favorecido. Pero, lógicamente, en el momento en que empieza a haber problemas en nuestro entorno, se reflejan las debilidades que había. Y el mayor de los problemas es el mantenimiento de esas debilidades, porque en estos años de crecimiento importante no se ha aprovechado esa situación para hacer reformas estructurales en el sistema económico y social español. Se han mantenido, digamos, unas inercias del pasado, a través de un capitalismo que busca el beneficio rápido y sin control, y especulativo. Y, por lo tanto, gran parte del crecimiento se ha basado en una actividad, como la construcción, que, indudablemente, ha generado mucho empleo directo e indirecto, con una incidencia muy visible, pero que tiene unas grandes debilidades. Y en el momento en que ha habido un frenazo en ese proceso, el sector se ha venido abajo.
– Zapatero y su Gobierno suelen hablar de que la economía española goza de, al menos, tres sólidos fundamentos (incremento del stock de capital, los superávits y la reducción de deuda pública, y la intensa creación de empleo) para afrontar la grave situación. Y en sus palabras, “estos elementos posicionan a la economía española en una situación favorable frente a la coyuntura adversa...” ¿Qué opinión te merece esto?
– En principio son positivas, son situaciones que son positivas, aunque depende de cada economía. Que hay una reducción de la deuda pública, bueno, pues en principio es positivo; pero depende, depende de si eso es a costa de una reducción o una congelación del gasto social, o si es a costa de una menor inversión en infraestructuras, o si es a costa de una menor inversión en educación, o en temas de I+D. Por lo tanto, sí está bien que no tengamos mucha deuda pública, pero también eso hay que contrastarlo con cómo estamos en otras políticas positivas de apoyo al desarrollo económico y social. Y España es un país que ha reducido su deuda pública, pero eso no ha servido para mejorar déficits y debilidades que tiene nuestro sistema económico y social.
También es, en teoría, positivo que haya un suficiente stock de capital, pero también depende de cuál sea la situación y los equilibrios y desequilibrios que haya en una economía en un país concreto.
En cuanto al crecimiento del empleo, lo mismo; ciertamente, cuanto más empleo, mejor. Ahora bien, también hay que calibrarlo en función de qué características tenga ese empleo, si es un empleo cualificado o no, si es un empleo estable, si es un empleo que permite afrontar los retos de las nuevas tecnologías y de la productividad, si es un empleo regular o es un empleo irregular.
Son todos factores que en sí son positivos pero que dependen de una serie de circunstancias de cada país y de cada economía. Por tanto, hay que valorarlos positivamente, pero sin olvidar los otros déficits que tenemos históricamente.
Pero el problema de fondo no es ése, el problema de fondo es que esos elementos, para una situación de crisis transitoria o muy limitada en el tiempo o no muy aguda, pueden contribuir a afrontar rápidamente una situación de crisis. El problema es que estamos viviendo una crisis mucho más profunda que las de los últimos diez o quince años. Es una crisis más grave, por supuesto, que la que hubo en los años noventa, más grave que la que hubo en los años ochenta y más grave que la que hubo en los años 1972-73; y, por lo tanto, esos instrumentos con los que contaba el Gobierno, y que ya digo, en general pueden tener una valoración positiva, sin embargo, en una situación de crisis grave, profunda y con una perspectiva de dos o tres años por delante, van a dar muy poco juego.
El superávit desaparece en unos meses, como está pasando. No es un mal presagio, no, es que el superávit se está reduciendo a marchas forzadas. Respecto a la deuda pública, como no ha servido para corregir carencias estructurales de nuestro país, va a tener que plantearse de nuevo, si se quiere afrontar esas necesidades estructurales; en definitiva, va a tener que incrementarse la deuda pública. Y en relación con el empleo, ya sabemos que en cuanto se produce una crisis de esta profundidad, hay un recorte brutal del empleo, empezando por los sectores más precarizados: la construcción, la hostelería, el campo y los sectores más débiles, los menos sindicalizados, como son los emigrantes.
Por lo tanto, todos esos instrumentos teóricamente positivos con que contaba el Gobierno, en un momento en que la crisis no es la tradicional de los últimos años, una crisis reducida, sino que estamos hablando de una crisis mucho más grave, más larga, dan muy poco juego. Evidentemente, es mejor que afrontemos una crisis con poca deuda, con algo de superávit, con un fuerte crecimiento de empleo en los últimos años y con un stock de capital. Por supuesto que es mejor que estemos así. Todavía sería más grave si no tuviéramos todos esos elementos. Pero es un espejismo, eso desaparecerá en unos meses; está desapareciendo ya rápidamente. Y, por lo tanto, contar con eso para salir de la crisis, es una ilusión.
– ¿Vamos hacia una recesión?
– No sé si llegaremos exactamente a una recesión en los próximos meses. Hay muchos elementos que hacen previsible alcanzarla. Dependerá de que se adopten o no medidas para evitarla por parte del Gobierno, y por parte de otros gobiernos de la UE. Pero, en cualquier caso, no es tan importante si técnicamente entramos en recesión como el hecho de haber sufrido una caída del crecimiento notabilísima. Y además, con otra circunstancia: a diferencia de otros países de la UE, con unos sistemas mucho más consolidados y más saneados, que les han permitido salir más rápido de estas situaciones, España, históricamente, ha tardado siempre más en salir de esos periodos de crisis. Si nos quedamos en un crecimiento del 0,3% o 0,4%, técnica o formalmente no estamos en recesión. Pero lo grave es que estamos en unos niveles de caída del crecimiento que harán que tardemos varios años en recuperar un crecimiento notable y en volver a acortar distancias con la UE. El problema, pues, es que todo lo que habíamos crecido se diluye como una pompa de jabón porque en España las crisis económicas son más graves y más largas, y estaremos con dificultades más años que nuestro entorno.
– Parece claro que el pinchazo del ladrillo afecta, y mucho, a nuestra economía, pero ¿cuál es la influencia de las crisis financiera y energética internacionales sobre nuestra economía?
– Efectivamente, el pinchazo del ladrillo afecta a nuestra economía, no sólo por la influencia que tiene dentro del PIB el sector de la construcción, sino por todos los sectores de influencia en su actividad. Por eso, una crisis del sector de la construcción va más allá de este ámbito. Pero, en definitiva, estamos hablando del 10, 12 o 15% de la riqueza nacional; hay otros muchos problemas y sería un espejismo pensar que aquí el problema es la caída de la inversión en la construcción, que es, efectivamente, grave, pero hay otros tan graves o más que éste. Por ejemplo, la ausencia de una mayor productividad en la economía española, la falta de inversión en I+D, el no haber hecho en el pasado un mayor esfuerzo en infraestructuras, la dependencia energética, los problemas de la agricultura española, el tipo de turismo por el que se ha optado... Asuntos que no son de ahora, que son males estructurales y tradicionales del capitalismo español, que no se han abordado de manera eficiente en los últimos quince años, cuando habíamos alcanzado un buen margen de crecimiento y teníamos posibilidades, en esos tiempos de vacas gordas, de hacer frente a las reformas. No las hemos afrontado y ahora es más complicado hacerlo. Se trata de una serie de carencias que quizá no produzcan una caída tan brutal como la construcción, pero que están ahí y dificultan un crecimiento, digamos, armonioso: sostenido, sostenible y a largo plazo.
– ¿Qué valoración cabe hacer de las medidas planteadas por Zapatero y su Gobierno?
– Lo primero es que hasta hace dos días el Gobierno no había aceptado que estábamos en una situación grave. La primera parte de la crisis coincidió con la pasada campaña electoral, con lo cual a lo que se han dedicado es a hacer una serie de promesas parciales, reducidas, en clave electoralista y a decir que tenemos dificultades pero que no había que preocuparse ni lanzar mensajes negativos. Y cuando ya por fin, después de ocho o diez meses de crisis, lo reconocen, no adoptan medidas de importancia, medidas significativas. Y además, el debate que se forma en los medios de comunicación es si va a haber ayudas económicas a los sectores empresariales con dificultades. Existe una presión fuerte para que se lleven principalmente a cabo medidas de ayuda a las empresas del transporte, a los bancos en crisis, a las grandes empresas de la construcción... Hasta ahora esta vía ha sido rechazada por Solbes, y es de esperar que el Gobierno la mantenga.
Mi impresión es que el Gobierno está paralizado porque no sabía o no valoraba adecuadamente el alcance de la situación en la que estaba. Y ahora cambiar el discurso es muy complicado. Han estado ocho meses diciendo que no, que no pasaba nada, que todo era alarmismo del PP... Cambiar el chip les va a costar mucho. Ya veremos qué hacen. De momento, las pocas cosas que han anunciado podían servir para situaciones de crisis de seis o ocho meses, como las que hemos vivido en otros momentos, pero para una crisis de esta envergadura no sirven.
– Se habla de un reparto justo de los costes de la crisis, de que los más desfavorecidos no deban sufrirla, de que se mantendrá el gasto social... ¿Es esto posible si tenemos en cuenta los diferentes intereses enfrentados y el desigual poder político? ¿Está en condiciones el Gobierno de cumplir con ese objetivo?
– Para empezar haría una consideración previa. Hemos tenido casi quince años de un crecimiento económico muy importante que no se ha aprovechado para hacer frente a los déficits sociales que hay en nuestro país. Hemos crecido sostenidamente años tras año y el tanto por ciento del PIB no se ha tocado. Hemos tenido la oportunidad de corregir déficits sociales graves, en educación, sanidad, pensiones, inclusión social, lucha contra la pobreza, dependencia..., y no se ha hecho. Nos hemos aproximado a Europa o, incluso, nos hemos adelantado en kilómetros de AVE, en medidas de infraestructuras aeroportuarias, etc., pero en gasto social seguimos tan lejos de Europa como hace quince años.
¿Qué puede pasar ahora?, que, encima de que no hemos corregido el diferencial, corremos el riesgo de que vayamos hacia atrás. Yo creo que el Gobierno lo tiene muy difícil, porque es muy complicado reducir lo que tenemos. ¿Se va a reducir el seguro de desempleo? ¿Se va a reducir el gasto en sanidad, con las listas de espera existentes, con los problemas que tiene la sanidad pública española? ¿Se va a reducir en educación, con los indicadores que tenemos en educación? ¿Se va a reducir el gasto en pensiones, con los niveles de pensiones medias que hay en España?... Si se reducen dos puntos de gasto social en Alemania, seguirá ese país estando a seis puntos por encima del gasto en España. Si se reducen dos puntos de gasto social aquí, nos ponemos por detrás de Polonia, Eslovaquia o Grecia. En España, el margen de reducción de las políticas sociales es muy escaso porque el punto de partida es muy bajo. ¿Que lo pueden hacer, que pueden tener tentaciones de hacerlo?, yo no diría que no, pero bajar más puede tener consecuencias sociales graves y el coste político sería muy fuerte.
– Hablemos de las medidas fiscales y de control que cabe plantearse frente a la especulación financiera y, en concreto, hacia la inversión en el mercado de futuros.
– Lo primero que tendrán que plantearse, no sólo el Gobierno español, sino otros gobiernos de la OCDE, es que el capitalismo salvaje que lleva la batuta en los países desarrollados no puede seguir pegando estos sustos a los propios gobiernos. Yo estoy seguro de que no van a volver a políticas keynesianas, pero el ultraliberalismo sin límites es muy arriesgado para el propio sistema. Creo que algunas de las consecuencias de esta crisis será la de promover unas medidas de cierto control, de cierta regulación, porque si no, ponen en riesgo, no ya derechos sociales o las condiciones de la mayoría de la población que, al fin y al cabo, les importa un rábano, sino la propia racionalidad (entre comillas) del sistema. En un mundo globalizado, una práctica como la que hemos estado viendo de estas empresas del sector financiero sin ningún tipo de control o de este crecimiento de la especulación inmobiliaria al final perjudica a todo el sistema.
En el caso español, una de las primeras enseñanzas que va a sacar el Gobierno es que hay que terminar con esta política de recortes fiscales. Un sistema capitalista como el nuestro, que tiene tantas debilidades, en el que todavía el sector público tiene que jugar un papel protagonista de enorme importancia, ese frenesí del Gobierno central y de los gobiernos de las comunidades autónomas de recortes fiscales es pan para hoy y hambre para mañana.
Otro asunto al que también habrá que hacer frente y ponerle freno es el de la especulación empresarial, en la que se ven grandes complicidades. En ella están mezclados mafias internacionales, ayuntamientos, partidos políticos, jueces, policías... Es la punta de un iceberg sobre el que, o se toman medidas, o dentro de unos años lo de Marbella será una anécdota.
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