Iñaki Urdanibia
Imanol nora zoaz?
(Hika, 157 zka. 2004ko uztaila)
Desde que me enteré que estabas ingresado en un hospital, allá por Orihuela, no paré de decirte que no murieses, pero como en el verso de César Vallejo, no me hiciste caso, y te fuiste. ¿Para qué te vas? ¿Por qué nos dejas sólo con tu música? (¿no es suficiente? No, aunque también es cierto aquello que dijese el arquitecto Philip Johnson: “todos desean la inmortalidad. La muerte no es importante, es lo que hiciste durante el tiempo que estuviste aquí”).
Precisamente por aquellas tierras anduvo, de mala manera, el puñado de discos (Raimon, Pi de la Serra, Pau Riba...) que más adelante te dejaría a la vuelta del periplo valenciano. Cuatro flipados estuvimos ante la tumba de Miguel Hernández en un escaso tributo ofrecido por la universidad de Valencia, eso sí del que Radio París dio cumplida cuenta, y yo en mi provisionalidad, llevaba conmigo los discos que días antes había comprado en Concret Llibres, librería roja de la época. Hablo de 1967, creo recordar.
En los ensayos de Argia, ¿un par de años antes?, nos habíamos conocido levantando la pata, viajando en busca de los auténticos bailes (Otxagabia, Berriz, Lesaka...), y dejándonos discos de los Beatles, Shadows, los antes nombrados, y tú por tu parte, aquellas canciones, que luego tarareábamos, Good vibrations, de ¿Beach Boys?, o La poupée qui fait non, de Michel Polnareff, que recuerde. Aquellos vajes para bailar, recuerdo allí por Urretxu, cantando el Submarino Amarillo con la letra cambiada: “txuri, gorri eta orlegi...” y una cuadrilla que nos comenzó a seguir con cara de pocos amigos; o allí por Donibane Lohintzun, parando el autobús, cómo bailábamos aquella pegadiza “la manguera dónde está...”, que tanto parecía animar a los ocupantes de la plaza del ayuntamiento. O vuestra llegada -junto al siempre sonriente Javi Larrea- a los bajos del Ayuntamiento donostiarra, entonces había baile, al animado grito de “Aupa Kaiku!”.
Más adelante vinieron las broncas en Argia, entre los folkloristas y los luchadores, ...ya asomaba la política por todas las esquinas, largas caminatas por Igeldo empezando a arreglar el mundo, y fuimos a tu barrio a organizar la fiesta vasca; más adelante tú vendrías al mío a organizar el grupo de baile y a hablar de los iroqueses, y otras historias engelsianas. Yo, tras las chispas, con Urbeltz y cía, me fuí a estudiar a Valencia y obviamente abandoné Argia.
A la vuelta del Mediterráneo tú ya habías sido detenido, yo ya rozaba la militancia por otros derroteros; nos encontramos en Herrera, tú enseñando bailes, yo en mi barrio, con los panfletos, reuniones, círculos de estudio, etc. Luego, tú al exilio, yo a la cárcel. La vida parece que siempre quiso que nos reencontrásemos... ya que en 1973 me escapé a París, donde tú estabas. Nuestra primera reunión fue en el comité del XI, tratando de concienciar a los emigrantes hispanos a base de sangría y Acorazado Potemkin o tus canciones, las de Elisa Serna, Mara -aquella mujer que tenía un cuidado restaurante en las cercanías de La Sorbona- ...o en otros recintos tus canciones junto a Moustaki... en actos de solidaridad internacionalista... ”Fusilak ala kateak...”. Y nunca olvidaré tampoco nuestras conversaciones en distintas mesas (en tu casa junto a Martina), en el Barrio Latino frente a unas salchichas con frites hablamos largo y tendido de Charles Bettelheim y sus libros -entonces recientes- sobre la degeneración soviética, a la vez que tratátabamos de acercar posturas -de nuestros respectivos partidos- para las reuniones del comité de barrio, o en aquel château de cerca de Chartres -prestado por Floriana, la de la libertaria editorial- en donde se celebraba el bodorrio de Jean-Paul y Juani...
Luego volvimos y ya nuestros encuentros siempre fueron casuales, y muy humanos (¿la salud qué tal? ¿y Begoña?...), comentarios sobre libros y sobre músicas... Por la prensa, y por personas interpuestas (Felipe, Félix, Antón...) he seguido tu vida personal, la pública por tus discos y por las noticias... Mil veces he estado tentado de hablar contigo, las conmemoraciones de exdantzaris de Argia no eran el lugar adecuado, siempre he soñado con un tête à tête pues siempre te he considerado buena gente... la birika te la han puesto otros, estoy convencido... Pero te has ido, y me has dejado con las siempre aplazadas ganas. Merde!
Oigo en el tocadiscos, tu vozarrón desgranando el poema de Rafa, “katu bat bezala / obligatuta banago autodefentsan. / Zakur bat bezala / galdu behar banaiz kaleetan zehar. / Bigarren kategoriako ardi errebelatu bat / izan behar badut. / Giza-sare monolitiko hauetan / harrapaturik banago, betikoz. / nahaiago dut lo / nahaiago dut lo / nahiago dut lo / ...amets bat bizitzeko adina banintz” ...y pienso en aquella sentencia de Epicuro: “la muerte nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos... Nada terrible hay, en efecto, en el vivir para quien ha comprendido realmente que nada temible hay en el no vivir... Así pues, el más terrible de los males, la muerte, nada es para nosotros, porque cuando nosotros somos la muerte no está presente y cuando la muerte está presente, entonces ya no somos nosotros” ...yo no sé nada, pero lo que sí sé es que la tuya me ha jodido un montón. Agur!
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