Iñaki Urdanibia
Vago, maleante, maricón…
Arturo Arnalte, Redada de violetas

(La Esfera de los libros, 2003)
(Hika, 156 zka. 2004ko ekaina)

El subtítulo del libro que traigo a esta página -y quizá hasta el propio título también- es lo suficientemente explícito como para saber con qué nos las vamos a haber. Y la cosa se las trae ya que al carácter fascista -aliñado con toda la soleada indiosincrasia local que se quiera- del régimen resultante del alzamiento del treinta y seis del siglo pasado, habría de añadirse la impronta cruzada del empeño golpista: imponer las buenas costumbres que le son propias al hombre hispano, como buen machote, lejos de cualquier afectación, y como buen cristiano, cumplidor y predicador por el mundo todo del mensaje católico. Y claro, si al fascio puro y duro, le añadimos el catecismo -que con sangre entra- y otras pías normativas provenientes de la condena divina de aquellos desbocados episodios de desmadre sexual acaecidos -según cuenta el considerado libro sagrado, de por acá, en su primera entrega, el Génesis- sucedidos, como decía, allá por Sodoma y también por Gomorra, y posteriormente codificado, en su condena, por el prescriptivo Levítico, y más tarde por San Pablo… y otros muchos castos y puros que en el mundo han sido. Claro está que entre estos últimos seres modélicos, y ocupando un privilegiado lugar (hasta bajo palio), estaría el caudillo de El Ferrol, tan hombre él, tan militar, tan caballero, tan de misa diaria, tan… (con tanto tan parecen resonar los tambores de combate, tan marciales ellos).
Pues bien, precisamente del bestial y energúmeno combate emprendido por el franquismo contra cualquier desviación de la norma, tanto sexual, como política, cultural, religiosa… nos va a hablar este libro mostrando cómo la amalgama -como se trata de recoger en el encabezamiento de este comentario- pasa a convertirse en continuo dispositivo para luchar contra el delito que, en última instancia, se oculta bajo diferentes caretas cuya única cara es, al fin y a la postre, el delito como queda señalado. ¡Qué más da vago, maleante, comunista, o cualquier tipo de desviado! Al fin y al cabo, todos ellos son un peligro social contra los cimientos de esa patria, comunidad de destino en lo universal, ubicada por el altísimo en el centro del mapa como eje del universo, y llamada por el mismísimo dios a salvar al mundo de los distintos riesgos que le asaltaban: el bolchevismo, la masonería,… y la homosexualidad. Todos estos comportamientos van contra la norma, y contra la naturaleza misma, mas no contra la naturaleza hispana sino contra la Naturaleza, en general.
Así el libro es prolijo en citas de teóricos varios (desde carceleros y policías hasta doctores -no de la Iglesia, que también- en ciencias varias) que mostrarán, por activa y por pasiva, que la sodomía es anticristiana, es objetivamente comunista ya que atenta contra lo más sagrado del vínculo social… ¿Cómo no recordar aquellas soflamas, disfrazadas de ciencia psiquiátrica, del célebre Vallejo-Nájera que justificaba que se quitase los hijos a los padres y a las madres comunistas ya que éstos por su propia ideología daban muestra de su absoluta incapacidad para ejercer el santo oficio de la maternidad/paternidad? Mutatis mutandis, hoy también hay gente que se empeña con sesudos argumentos, supuestamente psicológicos, en demostrar la inconveniencia de que las parejas homosexuales puedan adoptar niños… argumentando la necesidad educativa de dos modelos correspondientes al par padre/madre, y yo qué sé. Sin hablar de la furibunda campaña episcopal contra el matrimonio contra natura –según cuentan- entre personas del mismo sexo ¡Con la Iglesia hemos topado, otra vez, Sancho!
De este modo, ante semejante embestida de las enfurecidas manadas de fieras sodomitas que trataban de destruir nuestra armoniosa sociedad, además de pervertir a nuestros cándidos hijos, desviándoles de sus sanos hábitos masculinos, ¿qué remedio quedaba sino el de poner freno por medio de leyes varias, encierros, castigos y terapias aversivas con el fin de detener la plaga? (además, ¡qué ostias, en tierra de machos…, a los maricones, a ostia limpia… que no somos franceses…!).
Así, Arturo Arnalte recorre distintas fases de la historia hispana señalando las variaciones que van a ir sufriendo las medidas que se toman en contra de los homosexuales dependiendo del cambio de los tiempos. Se apoya para ello en documentos de la época, de innumerables protagonistas que prestan sus duros testimonios como víctimas del delirio supuestamente moral que empapaba el tejido social de aquellos mojigatos tiempos… a la vez que pasa el tiempo, pasan las vidas con las sangrantes experiencias de quienes hubieron de cambiar de geografía para poder tratar de vivir a su aire, y el libro da cuenta por voz de los propios protagonistas de las palizas sin cuento, también de la enorme homofobia de la que hacían gala los encargados de guardar el orden y la ley, de los encierros en centros especiales, y las triquiñuelas que se daban en su interior, de las leyes extraordinarias que se les aplicaban, de las terapias de choque (electros incluidos…),las gansadas -si no tuvieran consecuencias tan bestias- de quienes suponían hallar la solución en los cojones del mono o en la lobotomía… Se ve igualmente el recurso a tener que vivir camuflados, buscándose la vida de maneras solapadas, y la enorme culpabilidad inducida en quienes eran -según el discurso dominante del poder/saber- anormales, enfermos a los que había que curar, sometiéndose algunos de ellos a cualquier posible solución propuesta para salir de esa abyección…
El autor nos hace avanzar por esta infame historia de la infamia, con una amenidad sin cuento aunque, que se me entienda bien…, el terrible infierno de las vidas deshechas queda ahí, el dolor, la violencia, los afectos negados y pisoteados, las humillaciones mil, y… la cerril homofobia que tiene nombres propios de medios de prensa de la época, de fiscales, médicos, directores de prisiones,… al igual que atraviesan las páginas también cantidad de nombres de gentes que en aquellos duros tiempos resistieron y abrieron brecha, cada cual a su modo, en el seno de las ideas dominantes (García Lorca, Retana, Benavente, Cernuda, Molina, Aleixandre, Pombo, Gil-Albert… y muchos célebres más, y muchos más todavía entre los anónimos).
Como se señala en el libro, los tiempos han cambiado (¡qué explosión de libertad, en aquellos años iniciales de la transición, en la ciudad condal!), mas todavía mucho habrán de cambiar para socavar toda la ideología difusa que invade todavía los chistes y ciertos estereotipos ridiculizados, a troche y moche, en distintos medios televisivos, etc.