Javier Villanueva
Ibarretxe pretende hacer la casa sin cimientos…
y empezarla por el tejado
(Hika 192zka, 2007ko urria)
No ha pasado más que una semana desde que el lehendakari Ibarretxe escenificó en el parlamento vasco su hoja de ruta hasta el año 2010 y ya podemos prever la vuelta a tiempos pretéritos de ruido y tempestad que casi todo el mundo decía que no había que repetir. Y sin embargo ahí estamos, de momento, por su voluntad y por el apoyo que le han dado su partido y sus socios en el Gobierno vasco tripartito que lidera, EA y EB.
Quien dice conocerle bien, Javier Ortiz, ha escrito en un diario guipuzcoano (29.9.07) que si Ibarretxe propone un plan A imposible y un plan B no viable y si el conjunto no es realista y es decididamente irrealizable y si carece de status legal y si puede ser rechazada y boicoteada por la mayoría de las fuerzas políticas de uno y otro lado de la oposición (PSE, PP y Batasuna-EHAK) y si ni siquiera suscita el entusiasmo de las propias huestes (del PNV), no se explica tal propuesta de quien no es “un insensato ni un visionario”; por lo cual concluye que Ibarretxe está en otra clave no expuesta, esto es, en preparar el terreno para que el actual Gobierno vasco tripartito pueda afrontar mejor la próxima tanda electoral (generales y autonómicas) y mantenerse en el poder.
Me quedo con la primera parte de este razonamiento por su evidencia: estamos ante un imposible político y jurídico (como el plan Ibarretxe 1), cosa que saben quienes lo proponen (igual que también lo supieron entonces).
En cuanto a la segunda parte, a que su lógica de fondo responde a una pura y dura estrategia electoralista solapada tras un proyecto político inviable, puede que las cosas no vayan a ser como las han diseñado el lehendakari y sus estrategas. Puede ser que no salgan las cuentas y su operación tenga un efecto boomerang que se vuelva contra sus promotores y no les acarree los beneficios esperados; de hecho, ya pasó algo de eso otra vez, hace poco, con el primer plan Ibarretxe. O puede ser que todos pierdan y perdamos todos, esto es, que el conjunto de la sociedad vasca tenga que pagar una factura demasiado cara por esta aventura.
Ya lo barrunta así a su manera, pues se queda corto para mi gusto, el editorialista del periódico guipuzcoano (29.9.07) cuando reconoce que la hoja de ruta de Ibarretxe tiene bastantes riesgos: de tensar el mapa político vasco; generar incertidumbres; puede radicalizar posturas; resucitar la política de bloques y dividir a la sociedad; se desconoce la implicación real de la sociedad vasca para ser consultada; no está claro cómo se garantizaría -con ETA activa- la participación libre en este proceso de los partidos amenazados…
¡Maldita sea la gracia si las cosas van por ahí! Pero lo inquietante no es sólo que puedan generarse tales dinámicas sino sobre todo que se perciban como inevitables. Por cierto, es lo que hace el editorialista que nos advierte de estos graves riesgos pero se los sacude de un plumazo con el argumento de que lo verdaderamente grave es seguir bloqueados (sic). Esto es lo más preocupante. Y lo que lleva a cuestionar, sobre todo, los fundamentos que sostienen la nueva iniciativa política de Ibarretxe.
Dice Ibarretxe que así cumple el compromiso que asumió con este Pueblo en 2001 y 2005. Con lo cual ya empezamos mal, puesto que no puede fardar de ello, de ser un hombre de palabra y de dar confianza, y, a la vez, no reconocer que falta a su palabra en dos compromisos de su Gobierno tripartito y de él mismo: que no habría consulta sino en ausencia de violencia (porque la falta de un clima de libertad y de igualdad lastra gravemente las decisiones de la ciudadanía) y que la consulta sería para ratificar un acuerdo previo de los partidos vascos (aceptando, por tanto, la necesidad de buscar el entendimiento entre los vascos acerca de aquello sobre lo que se pretende negociar, después, con el Gobierno central). ¿Por qué se las ha cargado? Y si obedece a un cambio de criterio, ¿por qué no ha dado una explicación siendo dos compromisos tan relevantes? No es la primera vez que incumple su palabra en asuntos importantes: en la campaña electoral de 2001 se comprometió a no usar los votos de Batasuna ni directa ni indirectamente y luego los aceptó para que su plan fuera aprobado en el Parlamento Vasco a finales de diciembre de 2004.
Sostiene Ibarretxe, en segundo lugar, que la sociedad no puede esperar más y ha llegado el momento de romper la espiral y de abrir un nuevo ciclo histórico y de salir del túnel definitivamente y de poner fin a una insoportable situación de bloqueo político y desánimo social… Reconozco que esta música cuadra bien con el perfil del líder voluntarista y tenaz en el que parece sentirse tan a gusto. Pero, si es tan urgente y tan grave la cosa, ¿por qué se empecina en proponer un camino imposible? ¿Por qué se obstina en echar órdagos y en envolverse de conceptos con pico y garras y en plantear debates esencialistas, todo lo cual engorda la espiral en vez de adelgazarla o de romper con ella? ¿Por qué nos mete en el túnel del tiempo y nos lleva a caminos ya recorridos y fracasados? Es evidente que no encajan las piezas.
Sostiene Ibarretxe, en fin, que su objetivo es desbloquear y canalizar la solución del conflicto político vasco, para dar al Pueblo Vasco lo que es suyo: la Paz y la Palabra, la capacidad de decisión. No cuestiono la representatividad social de esa visión. Tan sólo digo que es imposible desbloquear y canalizar el conflicto político vasco si éste se reduce a cómo lo define o a cómo piensa resolverlo la parte nacionalista-vasca de la sociedad vasca. Ibarretxe ha vuelto a tropezar en la misma piedra: su propuesta es sectaria y no representa a la parte no nacionalista-vasca.
Merece la pena ahondar en estas cosas porque es el meollo del asunto e Ibarretxe las ha eludido al saltarse el acuerdo previo entre los vascos. Además es el mejor freno de mano para evitar que vayamos por la pendiente a no se sabe dónde. Hay otras muchas de las que hablar sobre este plan Ibarretxe 2: su curiosa manera de rebelarse contra ETA, dándole carrete; la confusión ventajista de violencia y política o de vincular el fin de ETA a ciertos logros políticos; su manera demagógica de enfrentar legalidad y legitimidad; el correoso asunto del encaje de Euskadi en un Estado plurinacional y qué significa esto en una sociedad vasca que también alberga una fuerte pluralidad nacional; la táctica-proceso tras el señuelo de consultas nada claras... Habremos de hacerlo por la cuenta que nos trae.
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