Jesús Urra

Batzarre ante la reforma del Amejoramiento foral.
Razones y sentido del cambio


Es muy razonable proponerse una reforma del Amejoramiento. Ha pasado mucho tiempo: 25 años. Se han producido fuertes cambios. Es, pues, un buen momento para revisar y replantear cuestiones de bastante enjundia como son las autolimitaciones derivadas de las presiones golpistas; los cambios en la esfera estatal debidos a la nueva realidad de la Unión Europea; la incorporación de nuevas generaciones, que traen nuevas miradas o inquietudes; la experiencia del Amejoramiento y del estado de las autonomías durante este período; las ambigüedades, disfunciones e incumplimientos, las transferencias atascadas... Veinticinco años después es obligado replantear los pactos territoriales del 78: sus pilares, su alcance y contenidos, los criterios del autogobierno y del poder estatal, las competencias, el sistema de garantías mutuas...

A estas razones de tipo general han de añadirse otras dos más específicas de nuestra comunidad y tan importantes si no más que aquellas. Una: hay que corregir la exclusión habida en 1982; dicho de otra forma, hay que resolver el encaje del vasquismo navarro en el Amejoramiento. Segunda, hay que someter a refrendo de la ciudadanía navarra la ley resultante tras la reforma para corregir ese déficit democrático originario con que cuenta el actual Amejoramiento.

Cierto que no estamos en 1982. Desde entonces hemos tenido hasta 27 consultas electorales, que marcan unas tendencias claras de mayorías y minorías. Pero no es de recibo que una ley de tanta entidad como el Amejoramiento no sea ratificada por la ciudadanía anteponiendo un supuesto principio foral al principio democrático. Con el agravante de que a la exclusión de la sensibilidad vasquista se sumaba la imposición sin posibilidad para el vasquismo de medir su rechazo. Esto a la altura de 1982 en un contexto de enfrentamiento total, con el cúmulo de provocaciones acaecidas en Navarra de 1977 desde el poder, con la ofensiva más cruenta de ETA... dejaba abierta una herida que todavía perdura en las filas vasquistas. A mi juicio, la exclusión del vasquismo y la falta de refrendo fueron las principales carencias del mismo.

PACTO DE CONVIVENCIA. La sociedad navarra está atravesada por el conflicto entre las diversas identidades colectivas existentes en su seno. Es un conflicto arrastrado desde el acceso a la modernidad. Por una parte, existe una conexión histórica, cultural, económica, humana-familiar... muy profunda de la Comunidad Foral de Navarra con el Estado español. Se puede afirmar que la sociedad navarra está hondamente imbricada en la sociedad española y en sus instituciones de toda clase. Sin embargo, este hecho produce sentimientos encontrados en nuestra sociedad: un sector de la población siente afecto por estos lazos con la sociedad española, mientras que otro sector siente rechazo por ellos o no los ve bien.

Por otra parte, la sociedad navarra está tensionada por los conflictos derivados de la pluralidad de identidades de su población. Esto supone un choque de valores y de perspectivas, un conflicto permanente entre bienes e intereses contrapuestos, que se ha agudizado en los últimos años por la confrontación entre el nacionalismo-vasco y el navarro-españolismo liderado por UPN. Expresión de estos conflictos es la disconformidad de una parte importante de la sociedad navarra con la precaria e injusta situación de la identidad pro-vasquista y sus símbolos (el euskera, la ikurriña, la definición vasca de Navarra, de su historia y de su cultura, los proyectos de unidad con el resto de los territorios identificados con un ámbito común histórico-cultural vasco), que no son reconocidos en los planos públicos e institucionales por ser minoritarios.

La Constitución española y el Amejoramiento del Fuero navarro ofrecen sólidos argumentos a tal disconformidad. Los tres primeros artículos de la constitución (el artículo 1.2: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado”; el comienzo de su artículo 2: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”; el artículo 3.1: “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”) definen un estado mono-nacional, nacionalista-español, excluyente de otros nacionalismos y de otros sentimientos nacionales, difíciles de digerir para una parte de la sociedad, al no ver reconocidas la legitimidad y viabilidad de sus metas abertzales o vasquistas. Otro tanto acontece con el Amejoramiento que promueve únicamente la identidad españolista y expresa de manera inequívoca su supremacía al definir la identidad colectiva de Navarra. Por ejemplo, cuando en su Preámbulo ensalza la identificación explícita con la nación española, con la empresa de España, con la unidad indivisible del pueblo español y con la “incorporación de Navarra al proceso histórico de formación de la unidad nacional española”. O cuando afirma: “Navarra constituye una Comunidad Foral... integrada en la Nación española” (art. 1). O cuando proclama que el castellano es la lengua oficial de Navarra (art. 9.1) mientras que se reduce la oficialidad del euskera a las zonas vasco-parlantes (art. 9.2).

Este desencuentro en la población vasco-navarra y en sus formaciones políticas más representativas, tanto acerca de la configuración propia interna del País como sobre su relación externa con el estado español (y el francés), constituye para Batzarre el aspecto principal de la cuestión navarra. Por ello, el logro de unas bases de convivencia de la población navarra fundadas en una relaciones más igualitarias y justas entre las distintas identidades, de manera que ninguna de ellas se encuentre en una situación de subordinación ni de derecho ni de hecho, es uno de los cambios más importantes que requiere el Amejoramiento.

Este Pacto de convivencia, cuyas bases principales exponemos en el cuadro adjunto, debe estar guiado por valores liberales, democráticos e integradores. Debe impregnar la cultura pública común de la sociedad navarra de respeto al otro como eje vertebrador de la convivencia entre las diversas identidades que hay en su seno. Desde Batzarre aspiramos, en consecuencia, a construir un suelo común que satisfaga todos los intereses parciales que alberga la pluralidad de la sociedad vasco-navarra y a establecer unas bases multilaterales que atiendan las distintas y contrapuestas insatisfacciones existentes. Sin sectarismo: un pacto de convivencia no se puede sustentar en la supremacía de una de las partes. Con reciprocidad: ha de ser un compromiso de mutuo reconocimiento y de mutuas concesiones.

CORREGIR LAS CARENCIAS DEMOCRÁTICAS. A nuestro juicio, se trata en primer lugar de subsanar la falta de un refrendo específico en la aprobación del Amejoramiento.

En segundo lugar, mantener la Disposición Transitoria 4ª de la Constitución que legitima la defensa de un proyecto compartido con la CAV, si así lo quiere la mayoría de la población Navarra. A propósito de esta opción, cabe completarla abriendo este derecho a una regulación de la iniciativa ciudadana con un respaldo importante del electorado y, por otra parte, a una regulación legal de la capacidad autodeterminativa de la sociedad Navarra. Lo cual supone reconocer a las instituciones democráticas navarras la competencia para convocar consultas sobre aquellas cuestiones más relevantes para el futuro político de la ciudadanía navarra. Y, dentro de esa competencia autodeterminativa, supone habilitar un procedimiento de salida para los proyectos nacionalistas-vascos en el caso de que desde las instituciones democráticas se planteara una demanda de secesión apoyada en una mayoría clara y ésta se hubiera conformado ante una pregunta clara. Este procedimiento se fundamentaría en el principio democrático, como la Corte Suprema de Canadá argumenta en su celebrado dictamen. Esta reforma tiene una proyección simbólica para la identidad vasquista que trasciende ampliamente su alcance político inmediato. Su presencia en el Amejoramiento (o en el estatuto de la CAV) satisfaría la posibilidad de llevar a cabo los proyectos nacionalistas democráticos y respetuosos de los derechos humanos y facilitaría un método para acceder a sus metas (estar en Europa sin pasar por España).

En tercer lugar, proponer a las instituciones competentes la regulación de los derechos político-electorales para la población inmigrante en base al arraigo social. En estos momentos constituyen un 9% de la población navarra y previsiblemente esta cifra se incrementará en los próximos años.

MEJORAR EL AUTOGOBIERNO. Finalmente me limito a exponer de forma breve y resumida, desde la perspectiva de Batzarre, el resto de los principios más relevantes que deben presidir la mejora del autogobierno navarro.

Comienzo por dos asuntos de gran trascendencia y que, más allá de la reforma particular del Amejoramiento, atañen al conjunto del edificio autonómico estatal. Hay que resolver el asunto europeo en sus diversas facetas, desde lo más general, como la participación de las Comunidades Autónomas en la elaboración de la política estatal sobre la Unión Europea y en la ejecución de las políticas comunitarias decididas por los órganos de la UE, hasta lo más específico, como la presencia directa o indirecta de Navarra ante los órganos de la UE para la defensa de sus competencias relacionadas con el hecho foral diferencial reconocido por la constitución y el Amejoramiento. Asimismo, hay que resolver el asunto de la participación de las CCAA en la elaboración de la política estatal, cosa que lleva directamente a la reforma del Senado para convertirlo en una cámara de representación territorial, y su participación también en la composición y designación de los miembros de los organismos superiores del estado: Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo, Consejo General del poder Judicial, etc. A este respecto, desde Batzarre somos partidarios de combinar el autogobierno y el gobierno compartido, como en los regímenes federales, conjugando un conjunto estatal con capacidad constituyente que funcione en ciertas cosas como un todo único o como un todo coral o multilateral y en otras a través de los diversos y particulares poderes de autogobierno.

En cuando a la redistribución de competencias que se abre ahora mediante la negociación de la reforma del Amejoramiento y de las reformas estatutarias que están planteadas en otras comunidades, defendemos criterios eclécticos y diversos (confederales, federalistas, autonómicos y unitarios) según la razón de ser y la conveniencia de cada competencia.

En otro orden de cosas hay que resolver la falta de garantías de todo tipo para las competencias de autogobierno que caracteriza al sistema político actual, mediante la puesta en marcha de mecanismos que protejan las competencias propias frente a la invasión de las mismas o el incumplimiento unilateral por parte del Estado. Esta carencia, que atañe profundamente a la calidad del autogobierno en el sistema político actual, es probablemente uno de los defectos más importantes del Amejoramiento y de todos los estatutos de autonomía.

UN FUERTE CAMBIO EN EL HORIZONTE. Nos encontramos en un tiempo de cambio fuerte. Sin duda, el más expectante desde la promulgación de la constitución y los estatutos hace veinticinco años. Creo por ello que las izquierdas vasquistas y de otro signo deberíamos incluir la reforma autonómica en una perspectiva más amplia de cambio: frente a las desigualdades sociales más lacerantes, en pro de iniciativas audaces y profundamente autocríticas por la paz, del ensanchamiento democrático, de medidas concretas para la igualdad de la mujer, de una corrección ecológica, de cambios sustanciales en las relaciones instituciones-sociedad, de planes anticipatorios de la Navarra del futuro bajo criterios sociales, solidarios y democráticos.

Un tiempo así demanda a las organizaciones vasquistas de izquierda partidarias de un cambio social de envergadura una serie de tareas y actitudes. Hemos de tener altura de miras más allá de los intereses partidistas o de tribu. Necesitamos analizar con acierto la realidad social y saber ajustarnos a la correlación de fuerzas existente en la sociedad. Tendremos que delimitar rigurosamente los contenidos de los cambios y los objetivos que deseamos alcanzar. Nos hace falta perfilar las alianzas para alcanzar las metas propuestas, seguramente, es el nudo gordiano del cambio que precisa la Navarra actual.

La Navarra político-electoral desde la caída de la dictadura se halla dividida en tres grandes bloques: la derecha, el bloque socialista y un tercer bloque de corte abertzale o vasquista enraizado en la tradición de izquierdas antifranquista y animador de los principales y nuevos movimientos sociales. Este tercer bloque actuó disperso en las primeras elecciones del 77 siendo UNAI su fuerza más importante; le sucedió HB como fuerza hegemónica y recientemente NA-BAI irrumpe con fuerza como su mejor representante. Durante los últimos años de la dictadura y en la primera fase de la transición los bloques socialista y vasquista actuaron relativamente unidos en algunos temas básicos; y, sobre todo, se estableció una alianza y una cultura social -desconocida en los años 30- que identificaba vasquismo con izquierda y con progresismo. Posteriormente, esta alianza o este compromiso social que trascendía a los partidos entre sectores navarristas y vasquistas se quebró quedando el abertzalismo o vasquismo navarro aislado (y debilitado) formándose una especie de frente entre la derecha y el PSN.

No voy a entrar ahora en las razones de aquella ruptura que tantas ganancias le reportó a la derecha. Pero sí debemos retener que para encarar unos cambios de cierta envergadura, además de conformar fuerza social y estados de opinión potentes en su favor, es fundamental llegar a un cierto acuerdo básico con el bloque socialista. Un acuerdo que en lo relativo a la convivencia de identidades, sin excluir a nadie, debería obligar a las fuerzas partidarias en ambas partes del enfrentamiento inter-identitario a aceptar un rumbo integrador. Lo cual requiere una rectificación a fondo de unos y otros en pos de una cultura pública pluralista.

Haría falta otro rumbo del navarrismo bajo valores más integradores, más respetuoso con la identidad vasquista, más tolerante con la otra sensibilidad mostrando una actitud más favorable hacia el euskara y una actitud más abierta hacia la formación de unas instituciones comunes (o una colaboración estrecha) con los otros países vascos y un respeto más activo hacia quienes poseemos una identidad vasco-navarra. El navarrismo de izquierdas o dialogante encarnado en fuerzas como PSN y CDN o, desde una posición diferente, por IU, deberían reflexionar a nuestro juicio acerca de la conveniencia de impulsar un plan de estas características para lograr un buen pacto de convivencia. Deberían encabezar una línea expresamente diferente de la que representan los sectores más retrógrados y actualmente hegemónicos en UPN.

Es necesario igualmente otro rumbo, del vasquismo navarro en claves integradoras, respetuoso con la identidad navarra sin falsos atajos nominalistas que difícilmente cambiarán las cosas. Rompiendo con la intolerancia hacia quienes desean mantener un lazo común estatal y una identidad navarro-española. Con un centro de operaciones eminentemente navarro, pues ha de actuar en dicho espacio ampliamente legitimado por la mayoría de la población; haciendo compatible lo navarro y lo vasco. Con un talante más realista y más humilde, ya que hemos de defender la opción vasquista desde nuestra actual situación de minoría. También a las personas vasquistas nos interesa poner nuestro grano de arena al servicio de una buena convivencia de identidades: por convencimiento (¿qué coherencia guardaría con nuestros valores el doblegar a la fuerza a la otra parte?) y por calidad de vida si observamos nuestra experiencia o la de otros países en una perspectiva larga cuando optan por vías de enfrentamiento entre sensibilidades diferentes.

De igual forma conviene extraer enseñanzas de la experiencia del vasquismo respecto a Navarra en la última centuria: comprobado el fracaso del vasquismo hegemonizado por ETA, y antes, del vasquismo del PNV, está por ver lo que puede dar de sí un vasquismo político de estas otras características.[A este respecto conviene rescatar los momentos más prósperos del vasquismo integrador en la década de los setenta y reflexionar sobre sus avances. Alguien tan poco sospechoso de vascófilo como J.J. Uranga, ex-director de Diario de Navarra, ratificaba este éxito: “Es verdad que hemos pasado tiempos difíciles, como los años de transición política, en los que peligró nuestra autonomía”... “no fueron solamente los partidos nacionalistas vascos los que pretendían la incorporación de Navarra a Euzcadi (sic), sino todos los partidos de izquierda, entonces sopa de siglas, e incluso el PSOE que en las primeras elecciones democráticas se alió con el PNV para el Congreso (sic)”. Nada peor que “el ambiente políticamente hostil de aquellos años. Diario de Navarra, como ante el Estatuto vasco del 34 (sic), mantuvo una firme postura de rechazo a toda injerencia en nuestra autonomía”.

He aquí, pues, el principal reto de la reforma futura. Vasquistas y socialistas deben crear esa alianza social, cultural y política en pro de una Navarra integrada y con una buena convivencia identitaria (que no implica ausencia de conflictos derivados de los proyectos diferentes o de la pluralidad nacional; pero que no erige en bien supremo el enfrentamiento o la guerra de identidades). Quizás le resulte más cómoda al PSN su alianza preferente con la derecha navarrista. Sería un error mayúsculo que lo pagaría la población navarra de cualquiera de las sensibilidades.


Anexo: las bases del pacto de convivencia que propone Batzarre

Primera, subsanar en el Amejoramiento la falta de integración de la identidad vasco-navarra.

Segunda, acordar unas propuestas pactadas entre todas las sensibilidades de pertenencia nacional y sin que suponga renunciar a los idearios de cada parte, con la mirada puesta en que los acuerdos perduren durante una o dos generaciones.

Tercera, dicho Pacto debe estar guiado por valores democráticos e integradores como son el reconocimiento del pluralismo de identidades nacionales existente en Navarra, el respeto mutuo, la aceptación de la mayoría y las garantías para la minoría, la puesta en practica del principio de concesiones mutuas, la ausencia de cualquier forma de presión o ventajismo ajeno a la voluntad de la población.

Cuarta, en torno a la identidad colectiva de Navarra deben establecerse cuáles son las convergencias mínimas comunes acordadas por todas las partes y deben delimitarse asimismo cuáles son las diferencias hoy por hoy insuperables.

Quinta, acordar qué asuntos principales han de incluirse en el acuerdo. Por nuestra parte adelantamos los siguientes:

• Reconocer la existencia, legitimidad e igualdad de todas las identidades o sentimientos de pertenencia actualmente presentes en la sociedad navarra.

• Reconocer la identidad vasco-navarra y sus derechos habida cuenta su situación actual de subalternidad.

• Reconocer la oficialidad del euskara en tanto que lengua de Navarra (junto al castellano). Aprobación consensuada de una ley de normalización del euskara en todo el territorio de Navarra.

• Reconocimiento oficial de los símbolos vascos y presencia de éstos según el respaldo que obtengan en la población.

• Crear espacios de encuentro y de cooperación entre la CFN y la CAV de acuerdo con los intereses y la voluntad que expresen las respectivas ciudadanías (y, en otro plano, al menos en el lingüístico-cultural y transfronterizo, crear también espacios de encuentro y cooperación con los territorios vascos de Iparralde)

• Apoyo a la cultura euskaldun y respeto a las costumbres vascas en todo el territorio navarro.

• Libertad para un asociacionismo común vasco-navarro entre entidades públicas o privadas de ambos territorios, que lo deseen.

Sexta, el resultado final que se consiga deberá ser acordado con todas las instituciones ajenas a Navarra que estén afectadas por el mismo y deberá ser sometido a refrendo popular.