John Pilger
El último tabú
ZNet/Israel/Palestine; Miércoles 07 de Junio, 2006
Traducido por Felisa Sastre y revisado por Fernando Soler


            Acaba de aparecer el nuevo libro de John Pilger, Freedom Next Time (Bantam Press, 2006; http://www.johnpilger.com/). En él hay capítulos dedicados a Diego García, Palestina, India, Sudáfrica y Afganistán que son una acusación devastadora del brutal poder estatal-corporativo, y una alentadora recopilación de cómo gentes de todo el mundo están desafiando ese poder.
            El poeta palestino Mahmud Darwish, que se opone a toda clase de atentados contra civiles, y que es una pertinaz voz a favor de la coexistencia israelí-palestina, ha escrito: “Tenemos que comprender -sin justificar- qué es lo que ha motivado esta tragedia...el pueblo palestino está enamorado de la vida y si le damos esperanza -una solución política- dejará de matarse entre sí.” Lo que sigue son unos versos de su poema “Mártir”:

Amo la vida
En la tierra, entre los pinos y las higueras
Pero no puedo alcanzarlos, así que apunté
Con la última cosa que me pertenecía.

            Para Rami Elhaan, un diseñador gráfico israelí, el sacrificio de un palestino con “la última cosa que me pertenecía” causó la muerte de su hija de catorce años, Smadar. Hay un video casero de Smadar es difícil de soportar, en él, toca el piano familiar y echa hacia atrás su cabeza riéndose. Tiene el pelo largo, que se cortó dos meses antes de morir. “Era su forma de afirmar su independencia”, me dice Rami con una sonrisa. “Sus hermanos le gastaban bromas porque era muy buena estudiante. Pero ella sabía lo que quería. Quería ser médico y le gustaba la danza.”
            El 4 de septiembre de 1997, por la tarde, Smadar y su mejor amiga Sivane tenían una prueba de admisión en una escuela de danza. Smadar había discutido con su madre, Nurit, que estaba inquieta ante la idea de que fuera al centro de Jerusalén para comprar los libros que necesitaba para la escuela. “Estaba preocupada por el aumento de los atentados suicidas”, dice Nurit, “pero no quería discutir, así que la dejé ir.”
            Rami iba en su coche cuando puso la radio a las tres para escuchar las noticias y oír los informes del atentado suicida que había tenido lugar en el centro comercial de Ben Yehuda. Tres palestinos se introdujeron entre la multitud y se convirtieron en bombas humanas. Hubo cerca de doscientos herido y varios muertos. En unos minutos, sonó el teléfono móvil de Rami. Nurit estaba gritando. Había recibido una llamada de uno de los amigos de su hijo que había visto a Smadar entrando en el centro comercial de Ben Yehuda poco antes de la explosión de las bombas. Durante horas, Rami y Nurit recorrieron los hospitales buscándola. “Finalmente, un policía nos sugirió que fuéramos al lugar de las explosiones, desde donde nos enviaron a la depósito de cadáveres.”
            Su “descenso a los infiernos”, tal como lo describe Rami, fue también el principio de una estimulante campaña a favor de la paz. No he conocido a nadie como Rami, y la entrevista que mantuve con él en el soleado cuarto de estar de su casa de Jerusalén me conmovió profundamente. A veces, las soluciones a problemas políticos que, en apariencia, son irresolubles parecen estar al alcance de la mano cuando hay personas como Rami Elhanan que se implican en ellos y dicen lo que nadie se atreve a decir.
            “Resulta doloroso reconocerlo, pero realmente es algo bastante sencillo”, dice, “No existen diferencias morales básicas entre el soldado que en un puesto de control impide que pase una mujer que va a tener un hijo, y ocasiona la muerte del bebé, y el hombre que asesinó a mi hija. Y de la misma manera que mi hija ha sido víctima (de la ocupación) también lo fue él.”
            En la estantería que tenía detrás había una foto de Smadar a los cinco años, llevando un póster en el que se leía “ Fin de la ocupación”. Rami la llama “niña de la paz”. Sus padres llegaron a creer que la creación de Israel como hogar nacional de los judíos fue un acto motivado por el instinto de supervivencia. El padre de Rami había sobrevivido a Auschwitz. Sus abuelos y seis tíos y tías murieron en el Holocausto. El padre de Nurit, el general Matti Peled, fue un héroe de la guerra de 1948. Rami lo describe como “uno de los verdaderos pioneros en la búsqueda de la paz con los palestinos”. Fue uno de los primeros israelíes en visitar a Yasser Arafat en su exilio de Túnez. La misma Nurit ha recibido el premio de la paz del Parlamento europeo.
            Rami remonta su toma “de conciencia de la verdad que no nos atrevemos a pregonar ” a su época de servicio militar obligatorio. Acababa de tener lugar la guerra de 1967 y, según él, no fue una “intervención divina” tal como se la ha calificado en Israel, en especial entre los “colonos” que han establecido sus ilegales reductos en las tierras ocupadas entonces, y a los que considera “el inicio del cáncer en el corazón de Israel”. Más tarde, como soldado en la guerra del Yom Kippur, afirma que comprendió que “también yo tenía sangre en mis manos.”
            Rami y Nurit son miembros fundadores del Círculo de Padres o de Familias de las Víctimas por la Paz, que ha reunido familias israelíes y palestinas que han perdido a seres queridos. En el Círculo, hay familias de camicaces. Conjuntamente, organizan campañas educativas y presionan a los políticos para que inicien negociaciones serias. Cuando me encontré con Rami, acababan de colocar mil ataúdes en el exterior del edificio de la ONU en Nueva York, cada uno de ellos cubierto con las banderas de Israel o Palestina. “Nuestro objetivo no es olvidar ni perdonar lo sucedido sino encontrar alguna forma de vivir juntos.”

¿Cómo consigue usted separar el sentimiento de cólera que debe experimentar como padre por la pérdida de su hija, del deseo de tender la mano?, le pregunté.

            “Es muy sencillo, soy un ser humano, no un animal. He perdido a mi hija pero no he perdido la cabeza. Pensar y actuar movido por la visceralidad sólo aumenta la espiral sin fin de la sangre. Hay que pensar: nuestros dos pueblos van a seguir aquí; ninguno de ellos se va volatilizar. Tenemos que alcanzar un compromiso de alguna manera, y eso se hace con la cabeza y no con las vísceras.”
¿Ha tenido contactos con los padres del terrorista suicida que asesinó a Smadar?
            “Se intentó en una ocasión: alguien quería hacer una película sobre ello pero yo no estaba interesado. No estoy loco. Ni perdono ni olvido. Alguien que asesina a muchachas es un criminal y debería ser castigado, y no se trata de entrar en contacto personal con quienes me han hecho daño. Ya ve, a veces tengo que luchar contra mí mismo para hacer lo que estoy haciendo. Pero estoy seguro de que lo que hago es lo acertado. Comprendo que el camicace era una víctima igual que lo fue mi hija. De eso, estoy seguro.”

¿Ha tenido contactos con los padres de otros camicaces?

            “ Sí, unos encuentros muy afectuosos y prometedores.”

¿Y con qué finalidad?

            “Para conseguir la paz, no para plantearse preguntas. Yo también tengo sangre en mis manos, tal como le he dicho. Fui soldado en el ejército israelí...si usted indaga en la historia personal de todos y cada uno de nosotros nunca conseguirá la paz, obtendrá más razones y más culpabilidades. Mañana iré a Hebrón para reunirme con familias de víctimas palestinas que están viviendo la prueba de buena voluntad de hacer la paz con nosotros desde el otro lado.”

¿No es bastante diferente la actitud de la opinión pública israelí?

            “Tengo un amigo que dice que lo que estoy haciendo es como sacar agua del mar con una cuchara. Nosotros en el Círculo de Padres somos muy pocos, y el mundo está dirigido por unas personas muy estúpidas: lo que también es cierto. Me refiero al presidente estadounidense y a mi propio primer ministro. Utilizar la palabra “terrorismo” para aprovecharse de ella, como hacen ellos, sólo sirve para ocasionar más desgracias, más guerras, más víctimas, más camicaces, más venganzas, más castigo. ¿A dónde nos lleva eso? A ninguna parte. Nuestra tarea es señalar lo obvio, George Washington fue un terrorista, Jomo Kenyatta fue un terrorista y también lo fue Nelson Mandela. El terrorismo sólo tiene sentido para los débiles y para quienes no tiene otra salida ni otros medios.”

¿Qué hay que hacer para terminar con este sufrimiento?

            “Tenemos que empezar por luchar contra la ignorancia. Yo voy a las escuelas y doy charlas. Les cuento a los niños cómo empezó el conflicto pidiéndoles que imaginen una casa con diez habitaciones donde Mohamed y su familia viven en paz. Entonces, en una noche de tormenta, se oye golpear la puerta, y en el exterior se encuentra Moshe y su familia. Están enfermos, magullados, destrozados. “Perdóneme- dice- pero en una época yo vivía en esta casa”. En esto a grandes rasgos consiste el conflicto palestino. Y les cuento a los niños que los palestinos nos cedieron el setenta y ocho por ciento de su país, sabiendo que les pertenecía, por lo que los israelíes deberían dejarles el 22 por ciento que quedaba (después de la guerra de 1967).”
            Me enseña los mapas escolares de la oferta que el primer ministro Ehud Barak presentó a Yasser Arafat en Camp David antes de que el proceso de paz fracasara. El mapa revela que se arrebataban a los palestinos franjas de Cisjordania que reservaban para los colonos judíos. “Ese ha sido el mayor secreto de todos, ya que Barak nunca permitió que se hicieran mapas oficiales. Él proponía algo que sabía que los palestinos no podrían, ni querrían aceptar.”

¿Qué reacciones suscita en las escuelas y en los actos públicos?


            “Observo los rostros de los muchachos cuando les enseño los mapas y les digo que tenemos el setenta y ocho por ciento y los palestinos sólo el veintidós por ciento, y que eso es todo lo que los palestinos piden ahora, y veo que la ignorancia se esfuma. Sabe, en Israel, las víctimas se sacralizan. La gente las respeta porque han pagado un precio. A mí se me debe ese respeto pero, por supuesto, hay gente que no quiere escuchar lo que digo.”
            Cada ‘Día de Jerusalén’- la festividad con la que el moderno Estado de Israel conmemora su conquista de la ciudad-, Rami permanece en la calle con una fotografía de Smadar y trata de persuadir a la gente de su misión de paz. El último Día de Jerusalén, permaneció de pie delante de banderas israelíes y palestinas entrecruzadas y la gente le dijo que era una pena que no le hubieran hecho volar a él también. “Así están las cosas”, afirma.

¿Hará lo mismo el próximo Día de Jerusalén?

            “Sí, y algunos me escupirán y maldecirán, pero sé que sólo es una parte de la condición humana; pero es la otra la que debemos rescatar y yo y otros padres estamos empezando.”

¿Cuál es el precio que paga una sociedad cuando lleva a cabo una ocupación militar?


            “Un precio insoportable. La lista la encabeza la corrupción moral. Cuando impedimos que las parturientas pasen el puesto de control y sus bebés mueren, nos reducimos a la condición de animales y no somos diferentes de los camicaces.”

¿Qué le dice a los judíos de otros países, como Gran Bretaña, a gentes que apoyan a Israel porque sienten que deben hacerlo?


            “Les digo que deberían ser fieles a los verdaderos valores judíos y apoyar al movimiento a favor de la paz en Israel, y no al Estado a toda costa. Sólo la presión desde el exterior -de los judíos, de los gobiernos, de la opinión pública- conseguirá acabar con esta pesadilla. Mientras existan este silencio, este mirar para otro lado, este maltrato blasfemo a nuestros críticos como si fueran anti-judíos, no somos distintos de quienes permanecieron indiferentes durante el Holocausto. No sólo somos cómplices de un crimen, sino que estamos asegurando que ni nosotros ni nuestros hijos jamás conocerán la paz. Y le pregunto: ¿Tiene eso sentido?”
Pero ellos podrían decir que los judíos están en peligro de ser echados al mar por los árabes, que Israel debe mantenerse firme.
            “¿Echados al mar por quién? Somos la potencia más fuerte en Oriente Próximo. Tenemos uno de los mayores ejércitos del mundo. En esta última operación (el ataque de Sharon contra Cisjordania en abril de 2002) enviamos cuatro divisiones acorazadas contra unos quinientos hombres armados. Eso es de risa. ¿Quién nos va a echar al mar? ¿Quién puede echarnos al mar?...El verdadero problema se desarrolla todos los días en los puestos de control. El muchacho palestino cuya madre es humillada por la mañana será un terrorista suicida por la tarde. No es posible que los israelíes puedan sentarse en sus cafés y comer y beber mientras a doscientos metros gentes desesperadas son humilladas y los niños palestinos empiezan a pasar hambre. El terrorista suicida es sólo un mosquito, la ocupación es el pantano.”
            El presidente del Círculo de Padres es Yitzhak Frankenthal, cuyo hijo Arik, soldado conscripto, fue secuestrado y asesinado por Hamás. Su generosidad de espíritu quedó reflejada en un discurso pronunciado en una manifestación por la paz en Jerusalén. “Que todos esos prepotentes que hablan de los despiadados asesinos palestinos se miren con detenimiento en el espejo. Que se pregunten qué hubieran hecho si hubieran sido ellos quienes vivieran sometidos a la ocupación. Por mi parte, puedo decir que yo, Yitzhak Frankenthal, me hubiera convertido sin duda en un luchador por la libertad y hubiera matado a cuantos hubiera podido de los que están en el otro lado. Es esta hipocresía depravada la que empuja a los palestinos a luchar contra nosotros sin descanso, nuestro doble rasero que nos permite alardear de la más noble ética militar mientras esos mismos militares asesinan a niños inocentes...Por mucho que me gustaría decir que los palestinos son los responsables de la muerte de mi hijo, no puedo hacerlo. Ésa sería la salida más fácil pero somos nosotros quienes no estamos dispuestos a firmar la paz con ellos. Somos nosotros quienes insistimos en mantenerlos bajo nuestro control. Somos nosotros quienes alimentamos el círculo de la violencia...siento tener que decirlo”.
            Los disidentes israelíes se encuentran entre la gente más valiente que he conocido. Además del célebre Mordechai Vanunu, que ha estado diecinueve años en la cárcel, la mayoría de ellos completamente aislado, y que hoy vive de hecho bajo arresto domiciliario, la mayor parte de quienes se enfrentan al Estado de Israel permanecen en la comunidad donde, con frecuencia, sufren un castigo continuo. Para muchos, han traicionado no sólo a su país sino a su familia, a su identidad judía y a la memoria de las víctimas del Holocausto.
            Los comerciantes se niegan a servirles; amigos de toda la vida se cruzan de acera para no hablar con ellos. Sin aviso previo, se les escupe e insulta, como le ha ocurrido a Rami con sus banderas.
            En el momento de escribir esto, 635 soldados israelíes se han negado a prestar servicio en la Palestina ocupada. Centenares de ellos han sido encarcelados. Otros han hecho declaraciones públicas que han molestado al Gobierno. Entre ellos hay paracaidistas, oficiales de tanques y miembros de las Fuerzas Especiales (Sayeret-Makta). En septiembre de 2003, treinta y siete pilotos de las fuerzas aéreas, incluido el general de brigada Yiftah Spector, héroe de la guerra de 1967, hicieron público que se habían negado a llevar a cabo incursiones “ilegales e inmorales” contra “centros de población civil”. La mayoría eran jóvenes reclutas que debían prestar servicio en el ejército durante tres años. Su organización es “Courage to Refuse.” (Coraje para decir no).
Estuve una tarde con uno de ellos, el ex sargento Ishai Rosen-Zvi, un judío ortodoxo. Nos encontramos en un parque de Tel Aviv, fuera del alcance de miradas poco amistosas.

Le pregunté qué le había llevado a convertirse en un “refusenik” (objetor).


            “Me llevó más tiempo de lo que hubiera pensado. Cuando llegué a Gaza con mi unidad, pude ver que lo que estábamos haciendo era terrible pero hice mi trabajo; me sentí incómodo y avergonzado pero cumplí con mi obligación. Cuando volví con permiso a casa nunca hablé sobre ello; me convertí en una especie de Jekyll y Hyde. Después, comencé a comprender que me encontraba en el lado malo del checkpoint, de los controles a los que teníamos que acudir todos los días. La verdadera historia de la ocupación está allí, en esos controles. Tu trabajo consiste en nada, permaneces vigilante, y piensas que si pudieras llamar por teléfono a casa dirías ‘Esto es aburrido’. De repente, te aparece claro en qué consiste realmente este no hacer nada. En mantener a miles de personas en la frustración, la humillación, el hambre y la cólera”.
            “Imagínelo. Usted está allí y son las cinco de la mañana, y ve sus ojos- algunos de ellos podrían ser los de mi abuelo- y vislumbras la humillación y el odio. Le gustaría llevarlos aparte y decirles: ‘Mire, yo soy un buen chico; no tengo nada contra usted’. Pero ese no es el problema. Para ellos, usted representa la ocupación. Y nadie te entrega su libertad a cambio de nada.”

Le digo que el Gobierno insiste en que los controles sirven para impedir que vengan los terroristas suicidas.


            “Los controles ya existían hace treinta y cinco años, antes de que empezaran los atentados suicidas. Están allí para controlar, siempre controlar.”

¿Los palestinos que han estado esperando pasar el control, en alguna ocasión han intentado discutirlo con usted?


            “Uno tiene todo el poder, ellos no tienen nada. Usted puede, en cualquier momento, quitarles su documento de identidad y sin él no tienen nada porque pueden ser arrestados en cualquier momento. Así que no se exponen a correr riesgos; no discuten, pero la misa va por dentro.”

¿Cómo le consideran los otros israelíes, la gente con la que se encuentra todos los días y que sabe que usted es un refusenik?


            “Algunos me consideran un izquierdista radical, lo que resulta divertido porque soy una persona religiosa. Para ellos, la cuestión moral no les afecta; piensan que estoy mal de la cabeza. Uno de mis mejores amigos me dijo: ‘De acuerdo, es una guerra estúpida pero es una guerra, y nosotros tenemos que luchar en ella.’”

¿Y su familia?

            “No hablamos sobre ello, o intentamos no hacerlo. Mi mujer habla continuamente de otras cosas porque es demasiado duro...”

Así que usted ha tomado la decisión por sí solo.


            “Sí. En esto estoy solo”

¿Qué precio ha pagado?


            “No soy un héroe, créame... soy una persona maltratada; me siento dolido cuando estoy en el mercado y alguien a quien no conozco me dice: ‘He leído en el periódico lo que ha hecho usted. Es horrible. La gente como usted está arruinando nuestro país.’ Es como si te dieran un navajazo y me hundo en una batalla personal entre mi cabeza y mi corazón; ¿Cómo se lo explicaría...?

¿Quiere decir que tiene que seguir convenciéndose a sí mismo?


            “Sí, sí , y no sólo convencerme: tengo que reafirmarme. Tengo que decir: ‘Ishai, No eres- Un Traidor.’ Resulta duro decirse eso, sin ayuda de nadie.”

¿Qué les diría a los judíos del exterior que identifican la crítica con el antisemitismo?

            “Bueno, que se trata de un enorme engaño. Que es la peor propaganda. Los judíos de Gran Bretaña, y del resto del mundo, que se sirven de esas amenazas perpetúan la ocupación y sus horrores. No deberían contribuir a semejante estrategia que profana la memoria del sufrimiento judío, y que se utiliza para justificar la opresión de otro pueblo. Es algo blasfemo.”

¿Qué le gustaría decir a sus compatriotas?


            “Me gustaría decirles que deberían pensar más a fondo sobre lo que es el patriotismo, porque criticar a nuestro Gobierno en este asunto es la Única-Actitud-Patriótica que nos queda.”