José Abu-Tarbush
Respuestas a la colonización del Sáhara Occidental
Entrevista realizada por Manuel Llusia.
19 de noviembre de 2010.
(Página Abierta, 211, noviembre-diciembre de 2010).

– Marruecos no parece tener más política que la colonización del territorio saharaui, despreciando incluso medidas de integración de la población del Sáhara ocupado…, si es que es posible. Pero, ¿a qué se debe la extrema radicalización de la represión por parte de Marruecos sobre la población saharaui?
- En efecto, como bien dices, parece que Marruecos no tiene otras miras políticas más allá que las de una potencia colonial. Su respuesta ha sido considerada de auténtico suicidio por parte de reconocidos especialistas sobre Marruecos. Es más, entiendo que su respuesta constata el fracaso de 35 años de ocupación. A lo largo de este tiempo, casi cuatro décadas, la ocupación se ha asentado, primero, en la coacción, pero también en la cooptación de algunos importantes segmentos de la población ocupada; segundo, en la alteración demográfica del territorio que, con la incorporación de los colonos, ha reducido al 20% a su población autóctona; y, por último, en la expoliación y explotación de sus recursos naturales (fosfatos y pesca, principalmente) sin redistribución ni repercusión significativa entre sus legítimos dueños. En este mismo sentido, cabe recordar las prospecciones petrolíferas en curso, otorgadas a una empresa estadounidense y otra francesa.
Pues bien, pese a todo ello, Rabat no ha logrado (o deseado) integrar o asimilar a la población saharaui ni crear un liderazgo alternativo al Polisario. En definitiva, no ha podido granjearse la aprobación, consentimiento ni legitimidad de los ocupados. Paradójicamente, ha cosechado el efecto contrario al deseado con su política de represión y sistemática violación de los derechos humanos (documentada por numerosas organizaciones e instituciones internacionales); y de discriminación a la que somete a los hombres y mujeres saharauis. De ahí que se advierta una mayor conciencia nacional y nacionalista entre los saharauis de los territorios ocupados, un mayor y creciente protagonismo en sus movilizaciones colectivas; y que incluso entre aquellos sectores más ambiguos, presionados o cooptados por el régimen de ocupación se sienta una inmensa inquietud e incomodidad, pues al fin y al cabo, es su propia gente (familiares, amigos y vecinos) la que está siendo represaliada.
– ¿Existe cierta independencia en relación con el Frente Polisario en la movilización interna saharaui y en las formas que adopta? ¿Son ciertas las quejas de pasividad en la respuesta del Frente Polisario? ¿Qué política ha seguido frente a la situación creada ahora?
– Considero que son principalmente los saharauis quienes deben dar respuestas a estas preguntas. No obstante, conviene subrayar que ningún proyecto político está libre de contradicciones, crisis e incluso conflictos (no necesariamente violentos). Si pensamos en los condicionantes del pueblo saharaui (fragmentación, dispersión, ocupación, exilio, campos de refugiados, etcétera), además de las limitaciones de su movimiento de liberación, bastante desfavorecido por la actual coyuntura regional e internacional, podemos valorar más cauta y rigurosamente su actuación. En este sentido, es obvio que surjan ciertas discrepancias, descontentos y críticas sobre su modo de actuación. Lo sospechoso e inquietante sería que no surgieran.
En cualquier caso, más allá de los comentarios, podemos observar algunos hechos reveladores de nuevas claves o tendencias que se advierten en el movimiento nacional saharaui. Primero, hay un desplazamiento de su epicentro de actuación desde la diáspora al interior. Esto no debe entenderse como un juego de suma cero; esto es, que el protagonismo que vienen cobrando los saharauis del interior se resta de manera equivalente al que desempeñan los del exterior. Por el contrario, debe ser comprendido como un juego de suma positiva en el que ambos ganan; además de tener un efecto acumulador y multiplicador de la acción saharaui tanto en el exterior como en el interior. Así, observamos cómo las movilizaciones en el interior tienen un significativo impacto en la diplomacia saharaui en el exterior, con la movilización de numerosas redes de solidaridad en la sociedad civil transnacional, principalmente.
La segunda tendencia que se observa es una evidente renovación generacional en el seno de la población ocupada. Son los saharauis que han nacido bajo la ocupación, que no han conocido otro entorno que el de la represión y que, bajo esas penosas circunstancias y mediante sus acciones colectivas, están recreando sus señas de identidad nacional. Qué nuevas corrientes políticas y acciones estratégicas surjan a partir de aquí es todavía prematuro e incierto. Pero no cabe duda de que esta movilización entra de lleno en el ciclo de protesta que vienen protagonizando los saharauis de los territorios ocupados desde la primera década del siglo XXI; y, en particular, después de ver frustradas las expectativas depositadas en las negociaciones entre el Polisario y Marruecos, bajo los auspicios de los enviados y misiones de la ONU, para poner fin a su descolonización mediante la celebración del referéndum de autodeterminación.
– Tu opinión sobre la actuación del Gobierno español... y de la UE.
– Ambos han priorizado sus intereses económicos y políticos por encima de la promoción de la democracia y los derechos humanos, como señala el internacionalista Juan Soroeta en un reciente trabajo sobre la posición de la UE en el conflicto del Sáhara Occidental. Por tanto, ambos han dilapidado en esta crisis cualquier tipo de autoridad moral y política que pudieran tener o ser reconocida para hablar de derechos humanos y democracia en otras regiones del mundo. Lamentablemente, no es la primera vez que la UE adopta semejante comportamiento. Sólo hay que recordar su respuesta a las elecciones legislativas palestinas de 2006, cuando Hamas obtuvo un sonado triunfo (y, por cierto, celebradas bajo la ocupación militar israelí). Entonces la UE siguió la orientación estadounidense e israelí de boicotear al Gobierno democráticamente electo (tal como había exigido Washington a la Autoridad Palestina), e incluso boicotearon al Gobierno de unidad nacional formado con los nacionalistas de Fatah, coyuntura que presentaba una clara oportunidad para alcanzar un acuerdo si esa hubiera sido la voluntad israelí. No menos timorata fue su respuesta a la agresión y crímenes de guerra cometidos por el Ejército israelí en la franja de Gaza entre finales de 2008 y principios de 2009.
No es caprichoso traer a colación ambas respuestas de Bruselas, pues revelan una pauta de comportamiento que no es precisamente aislada ni responde a una coyuntura determinada. Por el contrario, es de temer que sea más habitual de lo que comúnmente se piensa. De hecho, su pasividad cómplice se repite ahora ante la tragedia saharaui. Paradójicamente, la UE es el actor que mayor aportación de fondos realiza a la cooperación internacional al desarrollo y la ayuda humanitaria. Pero la principal demanda de situaciones de colonialismo anacrónico como las del Sáhara Occidental o Palestina no son alimentos ni medicinas, sino justicia. Ahí reside la clave. Pero resulta más fácil y cómodo, además de menos costoso, remitir ayuda humanitaria que asumir iniciativas políticas y diplomáticas de resolución o prevención de las mencionadas crisis o violaciones de los derechos humanos.
El caso de la política exterior española requiere un comentario adicional. No podemos olvidar su condición de ex potencia colonial y, por consiguiente, su responsabilidad política en la emergencia del conflicto al haber entregado el destino de los saharauis a Marruecos y Mauritania en 1975. Su política de neutralidad activa ha mostrado ser un verdadero fiasco; además de ser percibida como una acomodación a la posición de fuerza marroquí en el conflicto. Del mismo modo, la tesis del colchón de intereses para amortiguar los desencuentros en las relaciones bilaterales entre Madrid y Rabat tampoco ha logrado eliminar, ni siquiera atenuar, las crisis cíclicas entre ambos Estados.
Por otra parte, en el ámbito interno, el Gobierno se ha quedado prácticamente solo en su posición, incluso por su derecha, aunque es obvia la rentabilidad que pretende extraer el PP de todo este asunto desde una concepción africanista o de maurofobia (*) que conviene también denunciar. Otro tanto ha pasado con la prensa, prácticamente todas las líneas editoriales han criticado la inhibición gubernamental. El conjunto de la prensa española se ha visto particularmente afectada por el veto del Gobierno marroquí. Es falsa la acusación de que toda informe con cierta animadversión hacia Marruecos. Cabe recordar que el canal árabe por satélite Al-Yazira sufrió el mismo veto una semana antes del asalto al campamento. Sin olvidar que la propia prensa marroquí sufre la misma mordaza.
Por último, conviene no olvidar en qué tiempos vivimos. La información sobre la política internacional ha dejado de ser un reducto privilegiado de una pequeña élite. Hoy día la revolución en las telecomunicaciones principalmente, acompañado de la creciente interdependencia internacional (proceso de globalización o como lo queramos llamar), presenta también una oportunidad de mayor acceso a la información mundial. Es una paradoja del propio modelo. Por tanto, se hace cada vez más difícil para los gobiernos manipular la información sobre la política internacional.
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(*) “Mauro” o “maura” (natural de la antigua Mauritania), término que da origen a “moro” (Nota de la Redacción). |
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