Julio Rodríguez López (*)
El fin de la década prodigiosa
Entrevista realizada por Manuel Llusia
(Página Abierta, 195, septiembre de 2008)
– ¿Responde a la realidad la visión que vienen mostrando Zapatero y su Gobierno sobre la coyuntura económica por la que atraviesa nuestro país y las perspectivas de futuro?
– Las últimas declaraciones se van aproximando ya más a la realidad. Si acaso, lo que se elude es la referencia a la palabra crisis o al término recesión. Las últimas valoraciones que he tenido ocasión de leer o de oír ya sí que parecen aproximarse más que las de hace un mes, por ejemplo. Se habla de una situación difícil, complicada, que puede agravarse...
– ¿Se trata de edulcorar la realidad para insuflar optimismo o aminorar el efecto del pesimismo sobre la actividad económica? Si es así, ¿cumple esa función realmente?
– Hombre, algo de eso ha habido. Quiere seguir dando un mensaje positivo, puesto que en economía las crisis siempre tienen un componente psicológico muy fuerte, y es posible que se haya abusado un tanto de querer vender optimismo, aunque es cierto que dar unas descripciones muy pesimistas no ayuda a resolver la situación. En todo caso, lo que sí parece conveniente es que se hagan diagnósticos adecuados acerca del problema, de su origen, y que haya más debate de ideas respecto de cuáles son los mejores caminos para salir de él. En este sentido, creo que algo de consenso viene bien cuando se tenga una idea; pero el consenso no puede sustituir al diagnóstico que debe hacer el gobernante respecto de qué sucede y cuáles son las vías mejores para superarlo.
– Del análisis de Zapatero me ha llamado la atención el escaso valor que ha dado a los problemas derivados del estallido de la “burbuja inmobiliaria”...
– Al describir la situación del mercado de viviendas se puede recurrir o no al término “burbuja”. En todo caso, es una situación en la que en este momento hay un exceso de oferta, hay más viviendas dispuestas a venderse que gente dispuesta a comprarlas. Y en el pasado, como consecuencia de un prolongado periodo de expansión inmobiliaria, se llegó a unos volúmenes de construcción disparatados respecto de la demanda potencial existente en España. La palabra “burbuja” lo que indica, sobre todo, es que los precios llegaron a estar muy por encima de lo que explican los fundamentos de la demanda; es decir, que eran precios con un componente especulativo muy intenso.
A la hora de resumir la situación del mercado de la vivienda, se puede hablar de exceso de oferta derivado de una sobrecalificación del suelo, de que el factor que desató todo este proceso especulativo fue una abundancia de financiación muy barata y un cierto relajamiento en las condiciones de concesión. Y el término “burbuja” no es más que un elemento descriptivo de esta crisis de oferta, que es la que vive en este momento el mercado inmobiliario.
– Zapatero, ciertamente, considera el descenso de la actividad del sector de la construcción de vivienda residencial como un lastre al crecimiento del PIB, al que hay que achacar fundamentalmente el desempleo presente y futuro, vaticinando, además, un cambio de esta tendencia para el segundo trimestre del año que viene. ¿Qué opinión merece este diagnóstico y vaticinio?
– El desempleo está aumentando ya en todos los sectores productivos, mucho más en la construcción que en el resto. El impacto derivado de la caída del segmento de la construcción residencial ya se estaba dejando notar en bastantes sectores. La razón de esto –elemental– es sobre todo porque la caída del mercado de vivienda, la estabilización o descenso de los precios afecta al valor de la riqueza de los hogares y a sus expectativas, y eso afecta mucho al consumo. Y el consumo es un componente muy alto de la demanda efectiva. Y, entonces, por una vía directa y por una vía indirecta, la caída del mercado de la vivienda acaba afectando al conjunto de la economía, y el aumento del desempleo se advierte en ramas de actividad adicionales a la construcción.
En cuanto a la fecha de salida, eso es difícil de precisar. La última experiencia que hemos tenido en España ha sido entre 1990 y 1991, situación equivalente a la de 2007-2008. Entonces fueron precisos unos tres años para volver a una situación normal, que es lo que puede suceder ahora. Pero a lo que no se volverá es a un volumen de construcción tan intenso como el que culminó, por ejemplo, en el año 2006, con unas 850.000 viviendas iniciadas.
– Nunca se habla de responsabilidades políticas...
– Ha habido una gran complicidad social en que esta situación se prolongara. Quizá lo que fue optimista es pensar que esto podía durar. Hubo complicidad por parte de los dueños de los terrenos, que cobraron unos precios disparatados. Hubo complicidad por parte de unos ayuntamientos, que encontraron en el inmobiliario una forma de financiarse bastante holgada, hasta el extremo de que llegaron a sacrificar otras actividades productivas en favor del ladrillo. Hubo complicidad en los promotores inmobiliarios, que obtuvieron unos beneficios impresionantes. Hubo cierta complicidad también en el propio empleo, en la propia mano de obra empleada, que obtuvo unas retribuciones muy importantes. Hubo complicidad por parte de los gobiernos autónomos, que obtuvieron también por tributos tales como transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados unos ingresos inmensos. Y el mismo Estado, a través del IVA, también tuvo unos ingresos muy elevados.
En fin, que hubo un componente sociopolítico de cierta complicidad en que esta situación se prolongara, porque era una situación muy cómoda. Como alguien ha dicho, parece que todos miraban por el rabillo del ojo a ver a quién le tocaba el momento de la crisis.
Quizá lo más ajustado que he leído es lo que comentaba José Manuel Naredo, que era absurdo que se pensara que esta situación podía durar indefinidamente. A ello ha contribuido bastante la existencia del euro, puesto que en el pasado, cuando teníamos la peseta, los déficits exteriores ponían en malas condiciones a nuestra moneda y había que hacer planes de estabilización frenando la demanda. En este caso, la presencia del euro, dándole mucha solvencia a la economía española, hizo que los déficits de la balanza de pagos no generasen efectos dramáticos a corto plazo. Ahora se ha visto que los déficits exteriores conllevan que alguien nos tiene que financiar y va a haber una restricción crediticia durante una temporada, puesto que en este momento no es fácil conseguir financiación fuera de España.
Yo hablaría, pues, de complicidad sociopolítica generalizada y, digamos, un tanto inconsciente, puesto que esta situación ha dado lugar a que el peso que tiene la construcción residencial en la economía española supere con mucho el que tienen otras economías. Y así como se dice que las epidemias afectan más a los más débiles, a los niños y a los viejos, en este caso esta epidemia, esta crisis, que ahora ha coincidido con varias a nivel mundial –crisis de los precios de las materias primas, crisis de los alimentos, crisis bancaria y crisis del mercado de la propiedad–, nos coge a nosotros en una mala situación derivada, como digo, de que el peso de la construcción residencial en nuestra economía es, por lo general, mucho más alto que la media de los países de nuestro entorno.
– Hay quien al referirse a las características de la economía y sociedad españolas habla de que somos un país que se ha acostumbrado a un gran consumo, y que ahora se ve, de alguna manera, afectado por eso...
– Bueno, el déficit exterior lo confirmaba: comprábamos mucho más que vendíamos y esto revelaba que el país tenía unos niveles de consumo, estimulados por unos mejores precios de la energía y por una financiación abundante y barata, que no eran compatibles con los recursos reales ni con la capacidad de competir del país.
Lo prolongado de la etapa de auge y la apelación fácil al endeudamiento que han estimulado las políticas monetarias laxas desarrolladas a lo largo de la primera parte de la presente década, han incitado a la gente a consumir muy por encima de sus posibilidades apelando bastante al endeudamiento. Con lo cual, como hay que pagar la deuda, esto ha dado lugar a que la tasa de ahorro de los hogares haya descendido espectacularmente y que el ahorro financiero neto de los hogares se haya convertido en negativo. Se está en un cambio de situación de empeoramiento de expectativas de empleo y, sobre todo, también de aumento de los tipos de interés, que no es que sean especialmente altos, pero sí más que el nivel tan reducido en el que habían estado.
Todo esto se conjuga como para que estemos en presencia de una fase posiblemente prolongada. Lo más exacto es llamarle fase prolongada de debilidad económica. Pero es obvio que el alto endeudamiento de los hogares, que en pocos años han llegado a ser de los más altos de los países de la eurozona, tiene bastante que ver con esta situación, una situación más bien deprimida que hace que las reacciones psicológicas ante este empeoramiento estén siendo muy intensas. Si a esto se le unen unas subidas de los precios de la energía, se reúnen todos los elementos como para que esta debilidad económica se esté haciendo pronunciada.
– ¿Con qué panorama nos podemos encontrar a la salida de la crisis?
– Descenso de producción, descenso de empleo y aumento del desempleo, eso está claro.
– ¿Qué valoración cabe hacer de las medidas planteadas por Zapatero y su Gobierno para afrontar esta grave coyuntura?
– En conjunto, las medidas no van mal encaminadas, pero son insuficientes. Es una batería inicial, debe haber bastantes más.
Hay algunas que sobre todo sí son adecuadas para estimular la demanda. Por ejemplo, el aumento del plazo de los préstamos cuando alguien sube la cuota. Que a través del ICO se facilite la financiación de viviendas de protección oficial. El que se estimule la construcción no residencial, la construcción ligada a inversiones públicas. Estas actuaciones son, digamos, correctas. Lo que sucede es que son, a todas luces, insuficientes.
Suena bien lo que se está anunciando de aumentar la austeridad en el consumo energético, es decir, frenar el consumo de la energía: la factura que España paga es espectacular, por su profunda dependencia de la energía importada, sobre todo del petróleo y el gas. De ahí se deriva que las energías renovables están llamadas a ser, en los próximos años, un sector productivo en alza, un sector productivo que tiene que ser, necesariamente, más dinámico.
Yo entiendo que, en este momento, de lo que se trata es de que el Gobierno extienda un diagnóstico claro de la situación, que establezca un programa de actuaciones, aunque alguna sea de introducción o de aceptación más difícil, y que lo consensúe con los agentes sociales. Pero no que lo que salga sea el consenso; hay que consensuar lo que se quiere hacer, no hacer lo que salga del consenso.
Plan que es más difícil llevar a cabo en un país profundamente descentralizado como es España en este momento, donde posiblemente correspondan muchas de estas actuaciones no al Estado, sino a los gobiernos autónomos y a los mismos ayuntamientos.
Ahora, por ejemplo, en muchos ayuntamientos debería reestructurarse esta oferta tan fuerte del suelo agrícola destinado hacia urbanizable-residencial. Mucho del suelo que se ha sacrificado, suelo que era agrícola, que estaba destinado incluso a polígonos industriales, es posible que deba volver a aquellos fines. El enladrillamiento del país no era bueno ni desde el punto de vista económico, ni desde el punto de vista medioambiental, ni desde el punto de vista paisajístico. Lo que sucede es que esta corrección va a resultar dolorosa.
En conjunto, no se trata simplemente de una mecánica de reestructuración de la actividad productiva de un sector a otro, esto va a llevar tiempo. Significa muchos cambios, incluso en algunos aspectos variaciones también en los propios hábitos de consumo. Con los precios actuales de la energía, a lo mejor decisiones como la de irse a vivir a sitios donde hay que coger el coche todos los días una hora, resultan ahora profundamente discutibles.
– Cuando se habla de las medidas, hay quien apunta a limitar los márgenes de beneficio empresariales y a contener el coste salarial. La patronal apunta a otras cosas como limitar la presión fiscal empresarial, por ejemplo, en relación con el impuesto de Sociedades o los relacionados con la Seguridad Social...
– Hay ajustes de oferta y ajustes de demanda. Los ajustes de oferta son los tradicionales: reducir la presión fiscal sobre la empresa, procurar que los costes salariales no se indicien del todo con la subida de la inflación. Hay también recetas todavía más keynesianas de demanda como son el mantenimiento de un volumen importante de obras públicas, el papel del ICO que, en ausencia de una banca pública –lo digo con añoranza, porque yo presidí un banco público en el año 1991–, es un instrumento precioso para financiar a las pymes, para financiar las viviendas de protección oficial (VPO).
Hombre, yo creo que hay que actuar de forma que el coste del ajuste no recaiga sobre los menos favorecidos. Es difícil, porque siempre hay una parte débil que tiene menos reservas.
Un tema que es muy importante: la continuidad de la subida de los tipos de interés en un país profundamente endeudado a un tipo de interés variable. Aunque los tipos de interés se ajustan, por lo general, una vez al año, los están ajustando todos los meses. Este es un asunto que va a pesar mucho sobre la capacidad de consumo de los hogares.
No es el mejor momento ahora de rebajar impuestos, una vez que se ha quitado patrimonio, sucesiones y donaciones. No se quitaron en el mejor momento, porque ya era evidente que aquella situación no iba a prolongarse.
La pregunta que surge siempre es qué hacer. Muchas cosas, como digo y que en parte ya he señalado. Aunque quizá no haya ninguna muy espectacular. Sobre todo el mantenimiento del empleo en la construcción no residencial, reestructuración del suelo calificado como urbanizable residencial a suelo destinable a actividades productivas; fortalecer la tarea del ICO que financia a pymes y también la construcción de vivienda protegida; procurar que gran parte de la gente que ha comprado vivienda la alquile dándole certezas y seguridad. No sólo con los cambios legales, sino animando este tipo de sociedades que ha creado el Estado, las autonomías y los ayuntamientos. Yo creo que es una buena idea, aunque no haya cuajado la sociedad estatal [Sociedad Pública de Alquiler].
Y, sobre todo, algo que los antiguos en los pueblos entendían muy bien, y era que había que exportar, había que vender algo fuera; sin embargo, estos últimos años los pueblos se han quedado con un desarrollo endógeno, ocupando su paisaje. En función de la búsqueda de un beneficio excepcional, se dejó de respetar justamente aquello de lo que vivía la gente Yo creo que este cambio de estos últimos años, esta concentración en una actividad con un componente especulativo tan fuerte ha sido muy negativa. La población tomará más confianza cuando se le describa bien lo que está pasando, se discutan las medidas que se van a adoptar y se procure, sobre todo, exportar. Se piensa, por ejemplo, que, en los pueblos, las discotecas, las guarderías, un montón de actividades de servicios viven por sí mismas. Viven si se está vendiendo algo. Ahí está el ejemplo de Alemania, que pasó por una gran crisis y sigue siendo un país exportador. La zona euro está en equilibrio en su balanza de pagos, a pesar del enorme déficit español, porque existe el enorme superávit de Alemania que implica que están exportando.
– Pero tenemos capacidad...
– Bueno, tenemos que darnos ocasiones, pero lo peor es, sobre todo, leer noticias tales como que los ayuntamientos buscan a los promotores para ver si construyen, como forma de reforzar sus ingresos. Por ese camino no se va a ninguna parte.
– ¿Crees que, como en otros países, se debe subsidiar el precio del petróleo?
– No. El precio del petróleo en este momento está subsidiado de modo implícito, sobre todo, en los países en desarrollo, en los países emergentes, como China, y, aparte, en Estados Unidos, que siempre lo ha tenido barato. La cuestión es que, si el petróleo es un bien escaso y que más tarde o más temprano se acabará, hay que racionalizar el consumo, y la mejor forma de racionalizar el consumo es trasladar la subida de costes al precio de venta final. Puede haber algún sector que deba ser objeto de un trato especial, como el transporte, la pesca y la agricultura, sectores que tienen un precio de mercado que no sube, que más bien baja, y que, si encima les suben los costes energéticos, van a la ruina; en estos casos puede haber algún tipo de política específica de apoyo que no pase necesariamente por la subvención. En estos casos, indudablemente, hay que hacer políticas que tengan en cuenta su realidad, porque se corre el peligro de que sean bastantes los sectores que en este momento entren en crisis, consecuencia del hundimiento inmobiliario. El auge inmobiliario permitió crecer mucho, crear mucho empleo y consumir mucho, pero la verdad es que tuvo un “efecto-expulsión”. Tuvo un efecto de expulsión de ahorro. Mucho ahorro se dedicó a la construcción residencial, cuando ese ahorro podría haber ido a actividades productivas alternativas más sostenibles. Y tuvo, como ya he dicho, un efecto de expulsión de suelo. Gran parte del suelo donde han ido las viviendas era un suelo que tenía, en muchos casos, un uso destinado a actividades productivas, bien fuera a agricultura, bien fuera a industria, a fábricas de harina..., a actividades productivas, que han desaparecido porque se pensaba que, como decían los alcaldes, “vamos a una sociedad de servicios”. Pero hay servicios y servicios. Hay servicios que, claramente, como más comunes: el comercio, la pequeña tienda, la peluquería, son actividades que dependen de que haya una actividad central fuerte. Si no existe una actividad central exportadora fuerte, esas actividades se caen enseguida.
La etapa de los diez años de la década prodigiosa van a dejar una pesada factura en forma de baja productividad, economía escasamente diversificada, debilidad industrial. Y, por supuesto, éstos no son males que sean irresolubles o insuperables, pero sí que conviene dar un discurso de que España necesita diversificar su oferta productiva y fortalecer bastante su tejido empresarial, su tejido industrial.
– Hablando de las posibles causas del alza brusca de los precios del petróleo y de otras materias primas, ¿qué peso crees que puede tener en ello la intervención especulativa de los fondos de inversión?
– Bueno, primero hay un fuerte incremento de la demanda de las materias primas porque los países emergentes se han hecho grandes consumidores, como en el caso del petróleo por India y China, y de los propios países exportadores de petróleo. Pero luego, cuando algo se convierte en escaso, la llegada de la especulación es prácticamente inevitable. Esta especulación se advierte, sobre todo, en el caso del petróleo, en la inestabilidad y la volatilidad de las cotizaciones, y puede tener una importancia marginal, difícil de cuantificar.
Yo creo, insisto, que la razón básica de la subida del precio de la energía es ese aumento del consumo fuerte por parte de los países emergentes, persistencia de altos niveles de consumo en países que no han hecho sustituciones energéticas, como es el caso de España, oferta estabilizada y con dificultades fuertes de aumento de dicha oferta por las fuertes inversiones a realizar; y luego, un inevitable proceso especulativo que suele aparecer cuando un bien se convierte en algo escaso.
– Para reducir los efectos y el descontrol de ese mercado del futuro, ¿qué medidas fiscales cabe plantearse?
– Es difícil porque, sobre todo, son mercados internacionales. Todo apunta a que la globalización está requiriendo que a nivel internacional existan políticas globales. En ausencia de dichas políticas, la globalización está teniendo unas consecuencias, en bastantes aspectos, muy negativas, puesto que la desregulación general de los mercados está suponiendo un atentado contra las prestaciones sociales, contra muchos equilibrios sociales; y, sobre todo, también un derroche medioambiental tremendo. Todo apunta a que la globalización requiere gobiernos mundiales, acuerdos a nivel mundial y, desde nuestro propio plano, fortalecimiento de la UE: que la UE, que incorpora un modelo económico todavía razonable y aceptable, se fortalezca.
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(*) Julio Rodríguez López es un prestigioso economista y estadístico, colaborador habitual de la prensa en temas económicos y, más específicamente, en los relacionados con el sector inmobiliario, con una larga carrera al frente de entidades e instituciones económicas y universitarias. En la actualidad es vocal elegido por UGT en el Consejo Económico y Social de la Comunidad de Madrid y en el Consejo Superior de Estadística.
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