Real Institulo Elcano, 11 de enero de 2023.
La crisis contra las instituciones democráticas desatada por los seguidores del expresidente Jair Bolsonaro fue la crónica de un asalto anunciado a la democracia brasileña. En efecto, las hordas bolsonaristas invadieron el Congreso Nacional, el Palacio de Planalto y el Supremo Tribunal Federal en Brasilia, dejando tras su paso un reguero de odio y destrucción. Esta crisis, de una gravedad inusual y que puede contemplarse desde la doble perspectiva brasileña y hemisférica, no viene de ahora ni se gestó en las últimas semanas.
Bolsonaro, siguiendo la estela de Donald Trump y con la hoja de ruta de Steve Bannon, se pasó más de un año sembrando dudas acerca de la fiabilidad del sistema electoral brasileño, especialmente del funcionamiento de las máquinas de votación electrónicas. Posteriormente, desconoció los resultados de la elección que ganó Lula da Silva y, recordando no sólo a Trump sino también a Cristina Fernández de Kirchner, se negó a asistir al cambio de mando de su sucesor. A lo largo de diciembre pasado se sumió en un silencio cómplice respecto a los “campamentos” instalados por sus seguidores más radicalizados en todo el país, especialmente frente a los cuarteles militares, con la intención de propiciar una intervención castrense que abortara la transición política. Su aislamiento en sus últimos meses en el poder evitó que desencadenara su propio “asalto al Capitolio” en noviembre o diciembre, cuando muchos de sus aliados y seguidores le fueron abandonando y encima sus propuestas golpistas no tuvieron el eco suficiente en las Fuerzas Armadas.