El País, 24 de abril de 2022.
Desde hace años, la democracia se ha vuelto más frágil y muchos
perciben que solo es útil para el reducido círculo que impone sus
decisiones a los demás. Populistas y ultraderechistas están ya en
todos los países.
En las elecciones de este domingo latían de forma difusa algunos de los viejos fantasmas de la historia de Francia, y sin contar con ella la situación actual pierde parte de su explicación. El presente no es hijo mecánico del pasado, pero sin algunos de sus pliegues tampoco se entiende la pujanza actual de Le Pen. Francia fue ya pionera a comienzos del siglo XX, cuando era el único imperio republicano en Europa. Era entonces el ejemplo del éxito de las virtudes republicanas, de la expansión del Estado y del control que este ejercía sobre los ciudadanos en ámbitos tan diferentes como la educación, la sanidad, el servicio militar o los asuntos sociales y culturales. La mayor parte de la sociedad francesa continuaba asociando su grandeza nacional a la Revolución de 1789 y a su sólido legado.