El País/Ideas, 17 de abril de 2022.
El latiguillo, al principio, invitaba a sonreír. En même temps, repetía Emmanuel Macron cuando hace menos de una década irrumpió como un meteorito en la escena política francesa. Era un tic verbal. Pero se entendía como la expresión de un pensamiento complejo. Macron no era un ideólogo, tampoco el típico político sin principios ni nada interesante en la cabeza. Aquel ministro, que antes había sido banquero y antes inspector de Finanzas, sabía ver en même temps todos los lados de cualquier problema. Y, aunque de joven (de más joven, puesto que por entonces no tenía los 40) había militado en el Partido Socialista, se declaraba en même temps de izquierdas y de derechas (si literalmente la traducción sería “al mismo tiempo”; su sentido remite también al “pero también” castellano). Y salpicaba cualquier entrevista o discurso con la expresión, hasta el punto de que, desde hace unos años, en Francia, cuando alguien sin querer dice en una conversación de amigos en même temps, enseguida provoca una sonrisa llena de sobreentendidos. En même temps es la frase que para siempre quedará adherida a Macron.