Luis Hernández Navarro
Ramona:
el bordado invisible de la esperanza


El mundo supo de ella por primera ocasión el 20 de febrero de 1994.
Comenzaba el diálogo de San Cristóbal entre el gobierno federal y los
zapatistas. Era una de las dos mujeres que formaban parte de la
delegación rebelde en las conversaciones de paz. Pequeña entre las
pequeñas, de mirada profunda, ataviada con pasamontañas y un huipil
blanco con bordados rojos a la usanza tzotzil, 36 años de edad y con una
enfermedad que la devoraba por dentro, fue presentada por el
subcomandante Marcos. Era la comandanta Ramona.
Ella mal hablaba el castilla. El vocero del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN) la presentó en aquella ocasión: "¿Por qué es
necesario matar y morir para que ustedes, y a través de ustedes todo el
mundo -dijo- escuchen a Ramona decir cosas tan terribles como que las
mujeres indígenas quieren vivir, quieren estudiar, quieren alimentos,
quieren respeto, quieren justicia, quieren dignidad?"
Ella explicó, días después, su incorporación al movimiento: "Yo llegué a
participar en la lucha armada como estoy participando ahora tras varias
experiencias. Tuve que salir de mi pueblo a buscar trabajo, por la misma
necesidad, pues no había de qué vivir. Cuando llegué a la ciudad empecé
a ver que la situación allí no es la misma que en el campo. Me di cuenta
de que no está bien cómo nos tratan, empecé a entender y a tomar
conciencia de la necesidad de que las mujeres nos organicemos porque en
la ciudad no nos respetan a los indígenas. No nos toman en cuenta cuando
llegamos a vender nuestros productos, no nos pagan bien, casi regalamos
la mercancía. En la ciudad no podemos andar solas, como indígenas
estamos despreciadas, olvidadas".
Muy pronto Ramona se volvió un símbolo querido y admirado por la
multitud: la humilde tejedora de rostro desconocido se transformó en
admirada y tenaz rebelde. Su imagen y su nombre se convirtieron en
sinónimo de lucha por la liberación de la mujer y procreadora de otros
mundos. Manifestación tras manifestación, su nombre fue vitoreado por
miles de manifestantes. Efrén Capiz, el fallecido dirigente purépecha
que versificó la gesta zapatista en coplas, la incluyó en la narración
épica del levantamiento armado. Miles de pequeñas muñecas de trapo son
vendidas en San Cristóbal de las Casas como reproducciones de la
comandanta.
Ramona estuvo presente en la toma de Jovel del primero de enero de
1994. En su hermoso y documentado libro /Mujeres de maíz/, Guiomar
Rovira da cuenta de la participación de la jefa rebelde en ese episodio:
"El rostro amordazado en negro logra dejar libres los ojos y algunos
cabellos que guardan la nuca. En la mirada el brillo de quien busca. Una
escopeta calibre 12 terciada en la espalda. Con el traje típico de las
sandreseras, Ramona baja de las montañas, junto a cientos de mujeres,
rumbo a San Cristóbal la noche última del año 1993".
La comandanta desempeñó un papel clave en la preparación del
levantamiento armado. Fue la responsable de organizar la región tzotzil,
más cerrada a la participación de las mujeres. A pesar de que las
mujeres no acostumbran hablar con los hombres allí, Ramona lo hizo. Y
organizó las comunidades y nombró a los responsables de los comités
femeniles. No fueron pocos los casos en los que las mujeres empujaron a
los hombres a levantarse en armas.
Encarrerada, junto con la comandanta Susana, promovió el 8 de marzo de
1993 lo que Marcos ha definido como el "primer levantamiento
zapatista". En una carta dirigida al editorialista Alvaro Cepeda Neri,
el vocero rebelde cuenta cómo en una reunión en los Altos se aprobó la
Ley Revolucionaria de las Mujeres.
En la Convención Nacional Democrática (CND) de agosto de 1994 el
subcomandante anunció que Ramona estaba muy enferma. La misma prensa
que hoy quiere burlarse de la otra campaña presentando a Marcos como
un vendedor de pizzas anunció su muerte al poco tiempo. Sin embargo, el
19 de febrero de 1995, días después de la traición de Ernesto Zedillo,
la comandanta apareció en un video con una copia de La Jornada del día
anterior, leyendo un comunicado rebelde, en el que asegura: "nuestro
movimiento es indígena" y pide al pueblo de México ayuda para construir
la paz.
En julio de 1995, un día antes del inicio de la quinta sesión de los
diálogos de San Andrés, la dirigente apareció en un nuevo video.
Agradeció al mundo la preocupación por su salud y advirtió: "Las mujeres
vamos a creer en las palabras de paz sólo si los soldados del gobierno
no están amenazando nuestras cabezas".
Poco más de un año más tarde, en octubre de 1996, en una de las más
graves crisis de los diálogos de San Andrés, en medio de las amenazas
gubernamentales de no permitir la salida de los zapatistas de la zona de
conflicto, Ramona se trasladó a la ciudad de México. A través suyo,
los rebeldes rompieron el cerco. La comandanta participó en la fundación
del Congreso Nacional Indígena (CNI) y encabezó una multitudinaria
manifestación al Zócalo. Días después fue sometida a un delicado, pero
exitoso trasplante de riñón.
Durante las conversaciones de San Cristóbal de febrero de 1994 Ramona
habló de su incorporación al levantamiento armado con estas palabras:
"Nosotras ya de por sí estábamos muertas, no contábamos para nada". Esa
defunción en vida le dio enorme libertad para actuar. Su fallecimiento,
sin embargo, tardó todavía 12 años más en llegar. Su tenaz voluntad de
existir, de luchar por los suyos y por las mujeres, la solidaridad
internacional y una operación le dieron unos años más de tiempo.
El mundo sabe hoy de ella y de los suyos gracias a su sacrificio. Su
trayectoria muestra cómo la historia la hacen cada día los de abajo. Sus
manos habilidosas de mujer humilde fueron capaces de bordar el tejido
invisible de la esperanza de la liberación de los pueblos. El mismo que
alimenta la otra campaña.