Magis Iglesias
Las elecciones generales de marzo.
«Si el PP no modera su discurso, no podrá gobernar»

Entrevista realizada por Manuel Llusia
18 de marzo de 2008
(Página Abierta, 191, abril de 2008)


            – ¿Cómo cree que se vive en el PP los resultados electorales del pasado 9 de marzo? ¿Qué perspectivas reales se trazaba? ¿Los esperaba así? ¿Realmente Rajoy estaba convencido de que ganaría las elecciones?

            Yo tengo la opinión de que sólo Rajoy y muy poca gente cercana a Rajoy creían realmente en el éxito electoral. De todas formas, no las tenían todas consigo. Realmente el partido sabía que tenía escasas posibilidades. Rajoy y sus más cercanos, para poder afrontar la campaña electoral, se pusieron en una situación que psicológicamente les permitía afrontar el reto final creyendo que podían ganar, agarrándose a esa opción de voto oculto que insistían en que existía en los sondeos. Cuando, por otra parte, aunque siempre se reflejaba un empate técnico, todos los estudios de opinión daban al PSOE ganador. Y no era nada de extrañar que así ocurriera, como se confirmó en las elecciones, porque así ha sido a lo largo de la historia democrática española: todo Gobierno repite al menos en una ocasión.

            – En el entorno mediático que apoyaba al PP, ¿qué se pensaba?

            En el Partido Popular había también un sector, igual que en los medios de comunicación, que creía que estaban perdidas las elecciones por la debilidad de Rajoy. Había dos partes en el PP, claramente, y se ha visto después de los resultados electorales, y también en los medios de comunicación: unos creían que era imposible ganar después de una legislatura tan tremenda en la que el Partido Popular había ido ocupando espacios en la derecha más extrema, como consecuencia de una pérdida inesperada de resultados electorales. Ese movimiento a la derecha dejaba muy incómodos a una buena parte de históricos dirigentes del partido procedentes de la UCD, que habían estado en los gobiernos de Aznar, que habían llevado el camino inverso desde el año 1989, desde la Alianza Popular de Fraga hacia el partido centrista que ganó en el año 1996 y que obtuvo mayoría absoluta en 2000; ésos eran los más escépticos, y creían que con la oposición que se había hecho, era imposible ganar las elecciones. Ellos han tenido razón.
            Y luego, por el otro lado, estaba un sector todavía muy duro, sobre todo capitaneado por determinados medios de comunicación, que tenían muy claras las debilidades de Rajoy, porque les parecía insuficientemente dura su oposición, y su falta de liderazgo. Es evidente que Rajoy es un líder que el partido quiere porque es un dirigente histórico, pero también es cierto que no apasiona a sus electores y a sus militantes. Como consecuencia de la debilidad de su liderazgo y de que también le veían insuficientemente duro, pensaban que podía caer y que, por supuesto, la heredera natural era Esperanza Aguirre, toda vez que ésta había conseguido bloquear el acceso de Alberto Ruiz Gallardón al Congreso de los Diputados.

            – ¿Cómo valora personalmente la estrategia de oposición seguida por el PP?

            Creo que ha sido un camino inverso muy malo, desde el punto de vista histórico, para la España moderna. El mérito de Fraga fue reconducir a los franquistas hacia una derecha democrática y parlamentaria, que pasó, como todos sabemos, muchos avatares, con altibajos en las distintas elecciones. Ese trayecto había sido continuado por Aznar y un grupo de centristas, de gente que procedía de la UCD, del partido liberal, del partido democratacristiano, restos del CDS, que se integraron en el Partido Popular de la mano de Fraga y de la mano de Marcelino Oreja. Ese camino lo siguió Aznar de una manera muy eficaz, muy hábil, con un liderazgo que él mismo se forjó. De ese modo logró ocupar el centro y el centro-derecha político en España. Y así consiguió una mayoría absoluta. Las cosas, como sabemos, se torcieron desde el año 2002, y en 2004 ya se llevaron el gran batacazo. A partir de ese momento, el PP se ha ido, de alguna manera, traumatizando, como consecuencia de lo que tuvo que sufrir del 11 al 14 de marzo, y la derrota del 14. Una buena parte de militantes y dirigentes se consideraron injustamente derrotados. Y Rajoy no fue capaz de mantener el timón en la orientación de centro-reformista que tenía el PP.
            Las grandes turbulencias y las grandes corrientes hacia la derecha le fueron empujando a posiciones inusitadas, como, por ejemplo, llevarle a cuatro manifestaciones; un señor como es él y un partido que se había forjado ya como partido de Gobierno en los años ochenta. O inclinarse a posiciones muy a la derecha, como el identificarse con una Iglesia católica también en clara recesión y con sus propias cuitas con el Gobierno; o dejarse manejar por sectores sociales liderados por los medios de comunicación, y en los que tampoco han estado ausentes organizaciones tan curiosas como la AVT –y no estoy hablando de víctimas, estoy hablando de una organización social–. El Partido Popular se dejó arrastrar por la marea, y lo que consiguió es mantener muy movilizado a su electorado –de ahí los 10 millones de votos–, y además se benefició de los errores de gestión del Gobierno socialista, que ha tenido muchos en esta primera etapa; y ha recibido votos del centro.
            ¿Pero qué ha ocurrido? –y yo creo que ésta es la reflexión que quieren hacer ahora dentro del PP muchos dirigentes con vistas a un futuro y a poder corregirla–. Pues que por mucho voto que haya recibido de su derecha, por mucho voto que haya recibido de un electorado muy movilizado, y por una buena parte de voto de centro que ha recibido de regreso de Zapatero, esa oposición no le da el triunfo, ése no es el camino para el triunfo, y lo hemos visto. El PP ha crecido, tiene muchos votos, pero no consigue gobernar. ¿Y por qué no consigue gobernar? En mi opinión, por dos motivos. Primero, porque ha dejado de ser un partido nacional, su voto no tiene una implantación nacional. Tiene un agujero tremendo en Cataluña y está en franca  recesión en Galicia y el País Vasco, además de que tiene una asignatura pendiente en Andalucía.Por lo tanto, si en las comunidades históricas no es un partido capaz de gobernar, no está en condiciones de ganar unas elecciones generales. Ése es uno de los motivos.
            El otro es que en el momento en que haya un Gobierno con una veteranía como el actual, con una menor dependencia de partidos situados en posiciones más radicales –como ocurría antes con ERC– un Gobierno que empiece a trabajar y a gobernar de manera sensata, como gobernó Felipe González en los años ochenta o el propio Aznar a mediados de los noventa, el Partido Popular se queda para siempre en la oposición. Entonces se le acabaráese discurso de radicalidad, ese discurso de que se hunde y se rompe España –se ha visto que no era así–. Y los electores que huyeron del PSOE por miedo a los disparates que ha podido hacer o los grandes errores que ha podido cometer Zapatero, volverán a Zapatero, y el PP no conseguirá ganar en mucho tiempo. Porque, además, el resultado electoral de más voto y de subir electoralmente y movilizar a los suyos eso tiene los pies de barro porque se ha conseguido a base de movilizar muchísimo al electorado de la izquierda. El voto útil a Zapatero es el resultado de la oposición de crispación que ha llevado el PP. Entonces, como el PP no rebaje esa crispación y no se comporte como un partido moderado y de Gobierno, no podrá gobernar.

            – Hablemos de Rajoy. Después del 9 de marzo dio la impresión de que se movía hacia el abandono de su liderazgo. Luego, sin embargo, cambió y decidió seguir. ¿Qué piensa que pasó?

            Yo creo que aquí ha habido dos elementos importantes  en la toma de posición que adoptó tras las elecciones, porque realmente es bastante probable que él no haya decidido nunca abandonar, sino que, digamos, se inclinaba más hacia eso. Pero tuvo claro que se quedaría cuando el partido se lo pidió. Rajoy es una persona que nunca se ha abierto camino a codazos, personalmente y dentro de su partido, sino que se ha dejado llevar un poco por las coyunturas. Y si en su día aceptó ser sucesor es porque Aznar así lo decidió; si aceptó en 2004 continuar es porque el partido así se lo demandó. Y ahora mismo él asume de nuevo continuar organizando y recuperando el partido, al menos de momento, porque los barones se lo piden. Entonces, es definitivo que las baronías con muchos votos, los grandes triunfadores de estas elecciones se lo pidieran. Y hubo un movimiento en ese sentido, eficazmente capitaneado por Camps, que le convence a él para sacar al partido de una crisis segura. Si se hubiera ido, efectivamente, habría habido una crisis segura. Luego yo creo que tiene mucho que ver con una respuesta, más que racional, pasional. Hay que ver lo que ocurrió esas 48 horas. Ya le habían hecho la vida imposible en la legislatura, ya le habían hecho la vida imposible en la campaña electoral. Pero en las 48 horas posteriores a la derrota, repartirse ya sus vestiduras, eso me parece que para él fue demasiado. El apoyo que tiene ahora es más que mayoritario. Estamos hablando de que, salvo Madrid, el resto de España quería que él siguiera, por lo menos para tapar una clarísima crisis que se habría producido.

            – ¿Esta primera crisis se ha solventado? Pero, de todas formas, tendrá que afrontar un periodo difícil, ¿no?

            Está solventada la crisis interna del partido. Digamos que ha parado el primer impacto, nada más, no hay nada más hecho. Ahora falta por ver, primero, que pase de las musas al teatro; que el gesto del puñetazo en la mesa que dio en el comité ejecutivo del otro día se convierta y se traduzca en hechos reales; que haga el congreso que no hizo en el año 1990, porque, claro, si él lo hubiera hecho en 2004, hoy estaríamos en otra situación. A lo mejor no hubiera ganado el PP, pero sí estaría en condiciones de ganar las siguientes elecciones. Ahora mismo esa posibilidad se aleja. Entonces, él tiene que olvidarse un poco de hacer política en estos momentos, y hacer partido. Yo creo que empezó la casa por el tejado como consecuencia de haber perdido unas elecciones desde el poder. Se creyó que estaba todo asegurado, que la institución era muy fuerte –es verdad que es un partido muy potente, es un partido con unas estructuras increíbles, es uno de los partidos europeos con mayor militancia–, pero no estaba en condiciones para soportar una segunda derrota, y creo que ahora él tiene que hacer partido. Eso en primer lugar.
            ¿Tiene él capacidad para hacer un equipo con sentido, eficaz, coherente y con recorrido, y tiene capacidad para cambiar y acertar con el nuevo discurso? Esto no lo sé. Yo creo que está por demostrar.

            – ¿Será en el mismo proceso de investidura...?

            No, el primer dato lo vamos a tener el día 26 de marzo, día en que se reúne la junta directiva nacional. Entonces, ahí veremos si él va a querer hacer pactos con los barones o, de verdad, va a querer hacer algo autónomo. Si hace pactos con los barones, en mi opinión, se ha equivocado. Y se terminará demostrando que esta nueva posición es un bluff, y las expectativas de cambio y renovación se desharán como un azucarillo. Si de verdad tiene un plan en la cabeza y tiene un diseño de equipo, de proyecto y de discurso, lo veremos. Y el primer indicio lo veremos en la composición de la mesa y del grupo parlamentario del Congreso y el Senado. El siguiente indicio será la convocatoria del congreso, con el comité organizador, las ponencias y sus autores. Y ya el detalle definitivo que nos puede confirmar o desmentir cuál es la realidad será el equipo que apruebe el congreso, cómo lo haga y los documentos programáticos, así como los protagonistas de ese congreso.

            – Ha hablado de que Zapatero cometió grandes errores en esta legislatura. ¿Cuáles son para usted esos errores?

            Los grandes errores de Zapatero yo creo que han sido el Estatuto de Cataluña y la gestión del proceso de paz.

            – ¿En qué sentido?

            En el sentido de que el Estatuto de Cataluña se ha demostrado claramente que para su éxito en Cataluña fue fundamental, pero para su éxito en el resto de España fue una rémora. De hecho, lo escondió en la campaña electoral. Creo recordar que en la campaña electoral no existía el Estatuto, pero no existía tampoco para el PP; es decir, que al PSOE le perjudicó, pero el PP no se benefició de su oposición en este terreno.
Y la forma de gestionar el proceso de paz. Yo no digo que no hubiera tenido que hablar con ETA, no hubiera tenido que dar pasos en esa dirección. Pero yo creo que se hizo con muchas torpezas y que la transmisión a la opinión pública se hizo de una manera nefasta. La comunicación en este caso ha sido y era clave, y se hizo muy mal. Y luego el riesgo de emprender un camino tan decidido como sentarse, incluso políticamente, a hablar con Batasuna implicaba mucho riesgo y ofrecía pocas garantías. Creo que él gestionó mal la situación.

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Magis Iglesias es jefa de la sección de Política de la Agencia Colpisa (Grupo Vocento) y colaboradora de la cadena SER y Telecinco. Es autora del libro La sucesión (Temas de Hoy), en el que narra el desarrollo de los acontecimientos que llevaron a José María Aznar a designar a Mariano Rajoy como su sucesor y los entresijos de esta decisión.