Manuel Llusia

Conversando sobre Turquía
con Lütfü Tokatlioglu

(Página Abierta, nº 187, diciembre de 2007)


            Nos entrevistamos en dos ocasiones con Lütfü Tokatlioglu, ex periodista y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, y autor de Introducción a la historia del Imperio Otomano. Sus opiniones, que no entramos a discutir, serán extractadas aquí, con algunos datos y apreciaciones del autor de este artículo. Para él, los errores que se hayan podido deslizar son responsabilidad suya.
            Gracias a Pedro Martínez Montávez pudimos conocer a Lütfü Tokatlioglu, profesor de lengua, literatura y civilización turca en la Universidad Autónoma de Madrid. Conversamos con él este año en dos ocasiones; eran momentos especiales en la política turca. Primero, en plena crisis institucional, poco tiempo después de que el Tribunal Constitucional impidiera la elección preceptiva por el Parlamento del nuevo Presidente de la República. La pretensión del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo), con mayoría en la Cámara, de lograr la presidencia presentando como candidato a Abdulá Gül, dirigente del partido en el Gobierno y ministro de Exteriores, fue rechazada por el resto de las fuerzas políticas y la cúpula de Ejército, y por importantes movilizaciones sociales. Este rechazo llevó al AKP a aceptar la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones.
            La segunda vez que hablamos con Lütfü, pasado el verano, ya se habían celebrado esos comicios, en los que el AKP había obtenido una mayoría amplia y había logrado que, por primera vez en la historia de Turquía, la presidencia de la República fuese ocupada por el proeuropeísta Abdulá Gül, miembro destacado –hasta el momento de su elección parlamentaria, en palabras de Gül–  de un partido declaradamente islámico.
            En las dos ocasiones, este profesor de historia del Imperio Otomano, y corresponsal en España entre 1982 y 1992 de varios medios de comunicación turcos y occidentales (1), insistió en una previa reflexión: para entender el origen de los problemas actuales de Turquía es imprescindible partir de la historia y arrancar desde el Imperio Otomano. Su experiencia, no sólo en nuestro país, en el que se halla afincado desde hace muchos años, es que hay un gran desconocimiento sobre el origen, lengua, tradiciones, cultura, historia... otomanas, y de su conexión con la Turquía actual. 
            Varios son los aspectos claves de esa conexión que a lo largo de nuestras charlas fue citando y desgranando. Uno de los más importantes se refiere al papel del Ejército, otro a la presencia y relación con Europa, y uno más al proceso inacabado de modernización y democratización institucional y social. Sin olvidar los problemas no resueltos por el fin del Imperio, y la instauración de la República turca, sobre la convivencia y la cohesión social de las distintas etnias, lenguas y religiones presentes en la sociedad otomana.
            Para Lütfü, la militarización de la sociedad o, dicho de otro modo, el importante papel de lo militar y del Ejército profesional, a lo largo de la historia otomana, es uno de los problemas que el periodo moderno turco no ha resuelto. El éxito militar fue clave en la expansión y riqueza del Imperio y de la sociedad otomana, y quedará impreso en la memoria popular. Rescata, para ilustrarlo, la trayectoria seguida por el cuerpo de jenízaros: su poder creciente, que llega hasta protagonizar el derrocamiento del sultanato, y su exterminio por el sultán Mahmut II en 1826, obligado entonces a crear un nuevo Ejército con el que ha de enfrentarse el Imperio a un largo periodo de auge del nacionalismo y de los levantamientos independentistas en la Europa otomana.
            De ese nuevo Ejército surgirá un movimiento político, los Jóvenes Turcos, y un primer partido político, que derrocará al sultán en 1909 y tratará de implantar un nuevo régimen restableciendo la Constitución liberal promovida treinta años antes. La presión de las potencias extranjeras y la distancia entre sus pretensiones democratizadoras y su acción de gobierno hacen fracasar su “revolución”, presa de sus ideas nacionalistas panturquistas y de un trato dictatorial hacia la sociedad, en particular, hacia las minorías étnicas y religiosas.
            Fueron también los militares, victoriosos por la expulsión de las potencias extranjeras del territorio que quedaba del agónico Imperio Otomano, los que, al mando de Mustafá Kemal (después, Atatürk), crearon lo que hoy se denomina República de Turquía, en 1923. Una república de partido único, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), que abolió el sultanato y el califato y que emprendió reformas sustanciales europeizantes (2), acercando a la sociedad turca a la modernización y occidentalización en formas de vida, organización administrativa y sociocultural; y sobre todo, con un principio clave: el Estado laico, la separación estricta entre religión y Estado, con la secularización correspondiente.
            Se establece el pluripartidismo en 1946, muerto ya Atatürk (1938). Y, sin embargo, desde entonces la jerarquía militar ha seguido llevando a cabo una intervención política permanente, con una presencia institucional destacada a través del Consejo Nacional de Seguridad (3), con sus tomas de posición públicas, sus amenazas veladas y sus presiones en momentos claves y... con cuatro golpes de Estado en cuarenta años (1960, 1971, 1980 y 1998).
Todo ello le hace decir a Lütfü que Turquía es una “democracia tutelada”, y esa tutela tiene su origen justamente en la historia otomana.

El régimen democrático


            Y esta visión sobre el régimen turco entronca con otra de sus conclusiones: la democracia turca lleva 70 años de transición y esa transición sigue en curso. Para explicarlo se remite también a cómo llevaron a cabo la modernización y la democratización, primero, los Jóvenes Turcos, y luego, Atatürk y el CHP. Dos procesos de búsqueda y puesta en marcha de una nueva identidad del Estado y la sociedad otomana.
            Desde finales de siglo XIX se va desarrollando un movimiento nacionalista turco que ve la necesidad de una gran transformación de las bases en las que se cimentaba el Imperio Otomano, un Estado fuertemente islámico que, sin embargo, creó un sistema de cohabitación multiétnica y plurirreligiosa (que duró cinco siglos) basado en los llamados millet, organizaciones autónomas de comunidades étnico-lingüístico-religiosas, correspondientes a las principales minorías de la sociedad otomana (griega, armenia, kurda...), un sistema teocrático que debía vasallaje al sultán y desde donde se canalizaba la recaudación del Imperio. Imperio que, además, no hizo de la lengua turca un lazo de unión de la sociedad otomana, antes al contrario, creó una lengua propia para la elite imperial, mezcla de persa, árabe y turco, que no entendía la población otomana.
            La instauración de una nueva administración, de un nuevo Estado, por un lado, y los procesos independentistas, por otro, originan tensiones sociales fuertes y una respuesta dictatorial y represiva de los Jóvenes Turcos hacia buena parte de la sociedad en general y, en particular, hacia las minorías que aún convivían con la población mayoritaria turca, como ya se ha señalado antes. Lo que sin duda deja una huella importante para el futuro. Sus positivas intenciones de cambio, por lo tanto, fracasan.
            No así las propuestas del posterior proceso modernizador, de origen militar también y en buena medida heredero del anterior: el kemalismo. Pero sobre ese proceso, Lütfü nos advierte de que «el kemalismo impuso su forma de pensar. Impuso el laicismo sin tener en cuenta la voluntad del pueblo», aunque su máximo dirigente, Atatürk, fuese, y sigue siendo, para la mayoría de la población, el gran padre de la patria turca, a la que liberó de la ocupación extranjera, iniciando una etapa de desarrollo muy apreciada. Y ese principio laico, con sus correspondientes reformas, suponía una fractura histórica, chocaba con «una estructura basada en un islam fuerte, arcaico, radical...».
“Imposición” que estuvo, además, acompañada de la implantación de un régimen de partido único durante mucho tiempo: el kemalismo (el partido de los militares) no permitió el multipartidismo durante 23 años. Eso le creó muchas resistencias y muchos enemigos. A pesar de ello pudo llevar adelante las reformas, aunque empleando “la mano dura” frente a la disidencia.
Ese paso brusco para acercar a Turquía al modelo europeo occidental, y sin pluralidad política, ha sido fuente de una serie de problemas en la sociedad, que aún perviven.
            «La experiencia pluripartidista que ha vivido Turquía se puede decir que es corta, y aunque consideremos que está consolidado el régimen democrático, también podemos apreciar que Turquía vive una transición permanente», sentencia Lütfü Tokatlioglu.

La relación con Europa


            No se enfada pero se pone muy serio y firme cuando responde a esa aseveración popularmente extendida de que Turquía no ha pertenecido a Europa nunca, cuando se trata de argumentar su no integración en la Unión Europea.
            Desde el siglo XIV hasta finales del XIX, el Imperio Otomano ocupó, controló y administró entre un cuarto y un tercio del continente. Su  territorio formó parte, desde el inicio imperial, del Mediterráneo, de su costa norte. El sistema moderno de Estados europeos y el Imperio Otomano formaron parte del equilibrio europeo, especialmente en los siglos XVI y XVII. 
            Cuenta Lütfü, a modo de ejemplo, cómo en 1532 Francisco I (rey de Francia) hubo de admitir ante el embajador de Venecia que consideraba al Imperio Otomano la única fuerza capaz de garantizar la continuidad de los Estados europeos frente a Carlos V.
            De corte distinto, para él, es que el argumento empleado para poner trabas a la integración turca en la UE sea el que se basa en la consideración de que no tienen cabida en Europa países de cultura y confesión religiosa tan diferentes a la cristiana. Posición con la que precisamente entró en el debate el Vaticano.
            Y de nuevo nos remite a la historia: el Vaticano, según él, nunca ha perdonado a los turcos la conquista de Constantinopla (después Estambul) ni su papel en la Europa de la Reforma.
            Tras la toma de la capital del Imperio Bizantino, el patriarcado cristiano ortodoxo se separó aún más de Roma, rompió las tendencias unitarias y se incorporó al sistema de millet (ya citado) que, con ese objetivo integrador, instauró el sultanato otomano.
            Por otra parte, la presión del Imperio sobre los Habsburgo, concretada en el tratado de Wetsfalia de 1648, que garantizaba la coexistencia de múltiples Estados soberanos, fue un factor decisivo para la expansión del protestantismo.
            Más allá de estas consideraciones históricas y de su peso relativo en la construcción de la Unión Europea con o sin Turquía, nadie pone en duda la intensa relación cultural y económica de Turquía con Europa, en el pasado y en la actualidad. Precisamente, una de las paradojas de la política turca es que han sido los dirigentes islámicos hoy en el poder los que más empeño parecen haber puesto en dar pasos para cumplir con las exigencias sobre libertades y derechos individuales impuestas en la negociación por la Comisión Europea. La otra, el freno que supone hoy este proceso de integración a cualquier actuación de los militares fuera de la legalidad que intente torcer los resultados electorales y las decisiones parlamentarias. Eso es lo que ha sucedido con la victoria electoral del AKP y el cumplimiento de su objetivo: la presidencia de la República.  
            Sin embargo, la negociación y la actitud diletante mostrada por la UE cansan y frustran a buena parte de la opinión pública turca y a los dirigentes políticos y militares (4). Y es una de las razones de la tendencia a volver la mirada hacia el mundo árabe y musulmán. Una relación drásticamente rota con el kemalismo. Hoy se sabe de las buenas relaciones con Arabia Saudí, del que ha recibido el Estado turco un importante apoyo financiero. Incluso, los generales turcos, aliados históricos de EE UU (5), miran también hacia otro lado (Rusia, Irán...), alentados por la estrategia  estadounidense en Irak.
            Curiosamente, advierte Lütfü, la actual Administración norteamericana respalda a este Gobierno y trata de presentarlo como un ejemplo de islam político en un régimen democrático, a seguir por parte de algunos Estados árabes y musulmanes.

El futuro político y social


            Turquía atraviesa un etapa muy especial, llena de incógnitas. Así lo ve Lütfü Takatlioglu.
            Desde la creación de la República en 1923 nunca hubo al frente del Estado y del Gobierno, y con mayoría parlamentaria, el islam político: una fuerza política islámica, declarada como tal, que no parece seguir los dictados del kemalismo (tampoco cree Lütfü que, en la práctica, los siga el poder militar, tal y como los sentía Mustafá Kemal).
            Varios son los interrogantes que se abren. ¿Será posible la cohabitación entre el Ejército y el islam político, y entre éste y la democracia o entre el islam político y la sociedad laica?
            Para nuestro profesor, es más que evidente que el AKP tiene un plan de islamización de la sociedad. Que se está haciendo presente en la extensión de la educación religiosa musulmana y en la intensificación de la presencia de símbolos como el pañuelo, que tratan de mostrar la adhesión al partido y al islam, en la Administración, en los museos..., en la vida pública. Algo nuevo en la vivencia moderada del islam en Turquía, muy diferente a la de otros países arabo-musulmanes, por ejemplo.  
            En el campo de la educación preocupan dos hechos. Por un lado, el que, una vez conseguida la presidencia del Estado, Abdulá Gül no quiera buscar el consenso a la hora de nombrar los grandes cargos universitarios (6), y coloque en esos puestos a líderes islámicos.
            Por otro, la creación masiva –explica Lütfü– de escuelas predicadoras o coránicas, a las que, por ejemplo, se envían de noche a niños de seis o siete años a aprender y recitar el Corán en una lengua que no entienden; algo que –dice– no había ocurrido nunca. Él cree que hay un intento de islamizar a las capas más pobres de la sociedad. Lo que no concuerda del todo con las declaraciones de los dirigentes del AKP asumiendo los principios laicos del Estado turco.
            Lo que está por ver es si puede emprender reformas radicales y profundas contrarias a ese laicismo y a los derechos individuales establecidos en la Constitución. Aunque algunas alarmas han saltado en relación con posibles cambios en la afirmación de la igualdad entre hombres y mujeres.
            Sin embargo, es indudable que desde que está el AKP en el poder se han dado pasos, quizá por los requerimientos de la UE, en el desarrollo de los derechos humanos: ampliación de la libertad de expresión (7) y eliminación total de la pena de muerte, por ejemplo.
            Y lo cierto es que, a tenor de los resultados electorales, Erdogan y su partido parecen contar con un amplio respaldo social, a pesar de las grandes movilizaciones en su contra. La pregunta que nos hacemos es a qué se debe ese respaldo y qué espera la sociedad de ellos.
            Lütfü cree que una buena parte de los votantes del partido de Erdogan son trabajadores de las capas bajas de la sociedad, desempleados, habitantes del interior de Anatolia. Gente que ha sufrido mucho estos años atrás, en momentos, por ejemplo, en los que la inflación, como en 2001, alcanzó el 70%. A esa población se han acercado directamente, a diferencia de otras fuerzas políticas en el pasado reciente. Por lo tanto, ese apoyo no quiere decir que lo sea por razones ideológicas o religiosas.  
            Además, existe ya una experiencia positiva gobernando el partido de Erdogan. Con ese Gobierno ha mejorado la economía y ha habido un mayor reparto de la riqueza creada. Y de eso también se benefician nuevas clases adineradas. Pero, como concluye Lütfü, el sistema económico turco puede calificarse hoy de “capitalismo salvaje”, en el que la brecha económico-social es muy profunda. 
            Pero Turquía parece dividida en dos, no sólo en lo económico-social, también culturalmente. El paso del Estado islámico a un Estado moderno proeuropeo y el cambio radical de costumbres impulsado supuso un choque enorme que aún no ha sido asimilado en toda la geografía turca. El mundo esencialmente rural del oeste es muy diferente del de las grandes ciudades, del mundo urbano del este: «hay 50 años de distancia».

El problema kurdo


            Y ahí, en la región este, es donde se ubica la población kurda. En su opinión, el subdesarrollo de la zona este es fruto intencionado de la política de los sucesivos Gobiernos turcos para frenar o castigar al nacionalismo kurdo. “Un gran error”.
            Como el que supuso, también por igual motivo, el cambio en la ley electoral en relación con el porcentaje mínimo de votos para contar en la distribución de escaños en el Parlamento. Que pasó de ser el 5%, al 10%. Con esa medida promovida, al parecer, para impedir que cualquiera partido kurdo accediese a la Cámara, lo que se produjo fue una ruptura del pluripartidismo y una mayor inestabilidad política.
            Uno de los problemas más graves que tiene que afrontar el Gobierno de Erdogan es el de la situación de la población kurda (8) y la resistencia del nacionalismo correspondiente. Un problema no resuelto históricamente, tras la pérdida de sentido y la desaparición de los millet, y la reacción contra las minorías étnicas de las revoluciones nacionalistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
            Lütfü Tokatlioglu cree que existe una voluntad de negociación con los opositores kurdos por parte de Erdogan y su Gobierno (no así en la cúpula del Ejército). Los dirigentes políticos parece que han llegado a la conclusión de que no sirven las soluciones militares como respuesta a la lucha armada del PKK, que dura ya 30 años (9). Un periodo muy largo en el que las acciones terroristas indiscriminadas, que hoy en día siguen produciéndose, son sufridas por una parte de la población turca, incluso la que se halla cercana a la familias kurdas.
            Para ese proceso de negociación política, uno de los primeros pasos sería la excarcelación del líder kurdo Ocalam, hoy en una prisión militar. Pero la oposición del Ejército y el aumento del hostigamiento armado kurdo, facilitado por la nueva situación del territorio iraquí, hace difícil o casi imposible, de momento, esa medida.
            Mientras, se abren paso tímidas reformas para cumplir con el derecho a la enseñanza y difusión de la lengua y cultura kurdas. Y una parte de esa resistencia kurda consigue entrar en el Parlamento, con 20 escaños logrados en candidaturas presentadas como independientes.

 
La cuestión armenia

M. Ll.


            Junto al problema kurdo y la división de Chipre, Turquía, debe afrontar otra cuestión: la responsabilidad sobre la represión de la población armenia de principios del siglo XX, considerada por el propio Estado armenio y por muchos países como un genocidio.  
            De entrada, Lütfü ve la mano de las grandes potencias en su insistencia en la resolución hoy de estas cuestiones, como una forma de presión a Turquía en las negociaciones exteriores.
            Y lo primero que señala es que le parece inadmisible que pueda penalizarse una opinión diferente sobre este hecho histórico de la de considerarlo un genocidio, tal y como se viene proponiendo en Francia, Argentina o Portugal. Iniciativas que aún no han sido aprobadas, a diferencia de lo sucedido en Suiza.
            Sobre la cuestión armenia piensa que también hay que entroncar este problema con las fracturas que dejó el hundimiento del Imperio Otomano y los procesos de reparto del territorio otomano pretendido por las potencias europeas y, en particular, por Rusia.
            De un modo escueto trata de darnos un visión histórica de los factores que influyen en la guerra civil armenio-turca y de los “excesos” (¿matanzas?, ¿genocidio?) provocados por los militares turcos nacionalistas. La desaparición de los millet armenios; la división en tres partes de la población en virtud de su adscripción religiosa cristiana: ortodoxos, protestantes y católicos; el interés armenio por la independencia prometida por Rusia; las reacciones antiarmenias del nacionalismo turco, que se sintió engañado... (*)
            La solución para él es sacar el debate del ámbito político y auspiciar un encuentro de expertos avalado por la ONU, en el que profesionales de la historia, armenios, turcos y de otros países, accedan a los archivos necesarios y contrasten la documentación existente, para poder llegar a un dictamen más satisfactorio. Por su parte, el Estado turco –asegura Lütfü– está dispuesto a un encuentro de este tipo con Armenia, algo a lo que los armenios no parecen dispuestos.


(*) Recuerda que muchos armenios pertenecían a la elite de la Administración otomana. Fueron armenios quienes dirigieron la construcción de los palacios otomanos que más conocemos. 

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Cronología política (1839-2007)

● Entre 1839 y 1875 se promueven una serie de reformas del Estado otomano, una gran pérdida de territorios y su hundimiento económico.
– En 1839, Abdülmecid accede al trono del Imperio Otomano. Comienza el periodo de reformas, el Tanzimat, que habría de trasformar profundamente el Estado.
– El Tanzimat es un reconocimiento de algunos derechos de los súbditos y una reforma del Gobierno, la Administración y el Ejército.
– A lo largo de todo el siglo XIX se van sucediendo levantamientos en numerosos territorios del Imperio.
● En 1876 es derrocado el sultán Abdülaziz por los Nuevos Otomanos, un movimiento liberal nacionalista.
– Es nombrado sultán Abdülhamid II.
– Se promulga una nueva Constitución que define el Estado como una monarquía parlamentaria.
– Al año siguiente se forma el Parlamento, que pocos meses después es disuelto por Abdülhamid, quien deroga también la Constitución liberal.
● En 1909, los Jóvenes Turcos, una asociación de jóvenes oficiales y funcionarios, expulsa definitivamente del trono a Abdühamid II, que es sustituido por Mehmed V, sin poder político. 
– Los Jóvenes Turcos restablecen la Constitución y emprenden un proceso de reformas democráticas basadas en el Tanzimat.
– La oposición social interna y las potencias extranjeras pusieron freno a esta revolución.
● En la Primera Guerra Mundial, las potencias occidentales ocupan y logran desmembrar el Imperio Otomano.
– En 1916, Francia, Inglaterra y Rusia deciden la partición del Imperio y el reparto entre sí de las provincias de Oriente Próximo y el norte turco.
– En 1920 la imponen con el Tratado de Sèvres.
● En 1919 se inicia el levantamiento nacionalista turco dirigido por Mustafá Kemal.
– En 1921 logra reconquistar el territorio ocupado por los griegos.
– En 1923 se firma el Tratado de Paz de Lausana, que asegura las fronteras de la nueva Turquía, declarada ya una República en 1921.
– Los Gobiernos de los Jóvenes Turcos y de los kemalistas fueron acusados de llevar a cabo un genocidio sobre la población armenia entre 1915 y 1923.
– En 1924 es aprobada una nueva Constitución.
– Las pretensiones kurdas de independencia serán aplastadas y anulados los mínimos derechos de autonomía durante buena parte del siglo.
● Kemal Atatürk elimina el sultanato y el califato y es nombrado Jefe de Estado.
– Se instaura un Estado de partido único (El Partido Republicano del Pueblo), con una impronta laica.
– El Ejército, del que han partido los nuevos líderes, ocupará un papel clave desde entonces en el poder político.
– Se inician importantes reformas sociales, económicas, culturales y religiosas dentro de una visión laica.
● En 1939 muere Atatürk y desde 1946 comienza la etapa pluripartidista.   
– En 1950 son nombrados Jefe de Estado y de Gobierno dos miembros del Partido Democrático.
– Turquía entra a forma parte de la ONU desde la creación de este organismo. Y en 1951 se adhiere a la OTAN.
– El Ejército toma el poder entre 1960 y 1961. Posteriormente, en 1971, se produciría un nuevo golpe de Estado militar.
– A finales de los setenta, Turquía vive una nueva y grave crisis social y política. La represión sobre la izquierda se extiende. Aparecen grupos paramilitares ultranacionalistas. Las fuerzas kurdas son especialmente perseguidas.
– En 1980, el general Evren, que luego sería presidente, da un nuevo golpe de Estado. En 1982 vuelve la legalidad democrática.
● Entre 1995 y 2007 se produce la irrupción en la escena política de nuevas fuerzas provenientes del islamismo moderado.
– En las elecciones de 1995, el Partido del Bienestar, considerado islamista, es el más votado. Entra en el segundo Gobierno, aliado al Partido de la Madre Patria.
– En 1998, el Ejército obliga a dimitir a Erbakan, dirigente del Partido del Bienestar, que es prohibido.
– El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) gana las elecciones de 2002, con Recep Tayip Erdogan y Abdulá Gül a la cabeza.
– Se impulsa la negociación para la entrada en la UE, petición hecha en 1987.
– Desde mediados de los noventa se produce una mayor atención a los derechos de la población kurda.
– En abril de 2007, el Tribunal Constitucional impide la elección de presidente de la República que debe realizar el Parlamento.
– Se convocan nuevas elecciones para el 22 de julio. El AKP obtiene una amplia mayoría. 
– Abdulá Gül, ex ministro de Exteriores en el Gobierno de Erdogan, es elegido, el 28 de agosto, nuevo presidente de la República por una mayoría parlamentaria.


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(1) De los periódicos de Estambul, Hurriyet, Milliyet y Dunya, de la británica BBC, del alemán Deutsche Well y de la agencia Associated Press de Nueva York.
(2) Nos recuerda Lütfü, entre otras muchas, la implantación del Código Civil suizo, del Código Penal italiano, del matrimonio civil, el divorcio, derechos de igualdad para las mujeres, la educación en manos del Estado, la prohibición en determinados ámbitos de vestimentas simbólicas del islam, además de los cambios lingüísticos y del calendario, que pasó a ser el gregoriano en sustitución del árabe, etc.
(3) El Consejo Nacional de Seguridad está formado por los jefes del Ejército turco y los ministros del Gobierno, y presidido por el Jefe de Estado, con gran poder ejecutivo.
(4) Datan de 1963 las primeras negociaciones para la entrada de Turquía en el entonces Mercado Común Europeo.
(5) En palabras de Lütfü, EE UU no ha dejado nunca de colaborar con el Ejército turco, que en los golpes de Estado dados contaron con la previa aprobación estadounidense.
(6) Al presidente de la República le corresponde, entre otras cosas, la potestad de vetar leyes, ser el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, nombrar jueces para el Tribunal Constitucional y Supremo, a los rectores de Universidad y a otros cargos de instituciones menores. 
(7) Aún persiste en el Código Penal el delito de “insultar el espíritu turco” (art. 301).
(8) Con 12 millones de personas, que suponen cerca de un 17% del total de población que tiene Turquía.
(9) El Ejército turco cuenta con unos 500.000 efectivos; la guerrilla kurda, con unos 5.000.