El País, 24 de abril de 2024.
Unos 5.000 militares participaron hace medio siglo en la sublevación pacífica contra la dictadura que aspiraba a democratizar, descolonizar y desarrollar Portugal.
El golpe de Estado contra la dictadura portuguesa sacó a la calle a 5.000 militares la madrugada del 25 de abril de 1974, nada más escuchar Grândola, vila morena, la canción de José Afonso. Cada uno de ellos desempeñó un papel, crucial o secundario, para contribuir al éxito de aquella misión histórica, que se desplegó sin violencias ni venganzas en más de 40 acciones diseñadas por el comandante de artillería Otelo Saraiva de Carvalho, uno de los tres integrantes de la dirección del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), puesto en pie por unos 300 capitanes. El golpe se transformó en una revolución a las pocas horas, cuando los portugueses se echaron a la calle para impedir que la sublevación contra el régimen, que entonces encabezaba Marcelo Caetano, tuviese marcha atrás. El gesto de una camarera llamada Celeste Caeiro, que repartió claveles entre los soldados porque no tenía cigarros, dio nombre a lo que estaba pasando. Pero antes de la fiesta que se vivió en el país, libre al fin de 48 años de represión y censura, hubo varios momentos de tensión en los que todo podría haber descarrilado. Algunos de sus protagonistas recuerdan aquellas tensiones medio siglo después.