Milagros Rubio
La ilusión de un nuevo día
(Hika, 175zka. 2006eko martxoa)

            El anuncio de ETA de un alto el fuego permanente era una demanda muy deseada por la sociedad, que con el paso del tiempo se hacía más clamorosa. Por lo tanto, somos muchas las personas que hemos recibido un soplo de aire con la noticia. Se abre un nuevo periodo de esperanza y expectativas ante el que mostramos nuestra satisfacción que, lógicamente, se convertirá en inmensa alegría si llega a buen puerto. Esperamos que este sea el primer paso de un proceso que culmine con la desaparición de ETA como organización armada y donde las diferencias y diversos proyectos se diriman sobre premisas democráticas, sin tutelajes de ningún tipo.
            A nadie se nos escapa, no obstante, que aunque decimos “esta vez tiene que ser que sí”, eso mismo indica que hay un instante cuando lo afirmamos, en el que contenemos el aliento con el recuerdo de la ruptura de la última tregua de ETA. Entonces se dinamitaron personas, proyectos y esperanzas. Esperamos, deseamos profundamente, que no vuelva a suceder. Con ese anhelo, cabe recordar que las circunstancias no son idénticas. Son varias las causas que han hecho posible este momento. Entre ellas, el gran rechazo social a la actividad armada. Este rechazo se fraguó ya en los tiempos de Yoyes y los coches bomba y se reafirmó tras el asesinato de Miguel Angel Blanco. Pero fue sentenciado tras los atentados a las Torres Gemelas y fundamentalmente después del 11M fecha del atentado de Atocha. La gente no está, no estamos, dispuestos a soportar tanta violencia en nombre de supuestos ideales que de mano de la violencia sólo resultan mancillados.
            Todavía es pronto para hacer previsiones, pero se abren las puertas a la ilusión, a la consecución de un nuevo escenario político, en el que todos tendremos que movernos y aportar nuestras energías para hacer que el proceso iniciado culmine con éxito. En una andadura que desde la presidencia del gobierno español se anuncia difícil y larga, será necesario dejar a un lado las miserias, protagonismos partidistas, intereses estrechos, afán de notoriedad institucional o personal. Y será imprescindible que todos cuantos componen ETA sean conscientes y asuman que ha llegado el final de su recorrido. ETA tendrá que ofrecer muestras cada vez más palpables de que el paso dado no tiene marcha atrás. El gobierno, por su parte, deberá iniciar el camino para facilitar las cosas, acercando los presos a Euskadi y legalizando Batasuna. Difícil es saber, por ahora, cuántas presiones contrarias se encontrarán en su camino los principales agentes. Desconocemos si hay fisuras o no en ETA. No pecamos de ignorancia tampoco respecto a las posiciones del Partido Popular que ya ha hecho alusión al llamado pacto de las libertades y a la rendición como única vía. Sin embargo, ni a unos ni a otros se les perdonarían las barricadas hacia la paz y lo saben.
            En el tiempo venidero, ETA y el gobierno tendrán que resolver los asuntos que afectan al final de esta etapa, conciliando la necesidad de pedir perdón por parte de unos, y la de buscar una salida al tema de los presos por parte de otros. En este proceso debe incluirse el reconocimiento y la restitución moral de las víctimas, tanto más de las víctimas mortales, de ETA que son además las más numerosas. Pero no deberían olvidarse tampoco las víctimas producidas por la guerra sucia, por el GAL o por la tortura. En ese mismo camino, bueno sería que la catarsis nos afectara a todos y fuésemos capaces de revisar críticamente nuestro propio pasado. Pocos podrían quedar fuera a la hora de tener que reconocer errores; algunos porque han querido sacar partido político de la situación y puede que aún sigan tentados a hacerlo; otros, especialmente en la izquierda abertzale y vasquista, porque aún no hemos acometido en condiciones una revisión crítica y pública acerca de nuestras posiciones y nuestra consideración respecto a la lucha de ETA en el pasado.
            En el nuevo escenario, sociedad y partidos deberán avanzar hacia un diálogo sin exclusiones, en el reconocimiento explícito de la legitimidad de todas las propuestas. Todo ello en un escenario en el que el poder fáctico de las armas haya desaparecido, donde no penda una espada de Damocles que dirija los movimientos. Y habrá que hacerlo precisamente porque habrá desaparecido uno de los mayores impedimentos, ETA. Es decir, habrá que sentarse a dialogar sobre el conflicto de identidades, sin pensar que sea una premisa o concesión a ETA, sino una consecuencia positiva del silencio de las armas y las extorsiones. Seremos más libres para hablar sobre estas y otras cuestiones, porque no habrá sangre derramada que nos haga avergonzarnos de ello. No olvidamos, además, que en los últimos años, los atentados de ETA tenían cierto carácter etnicista al seleccionar sus víctimas entre quienes menos compartían sus criterios nacionales.
            Será necesario que, respetando la diversidad de identidades y considerándolas igualmente legítimas se busquen las fórmulas más adecuadas de convivencia. No puede haber vascos de primera y de segunda para unos, ni navarros de segunda y de primera para otros. Asimismo, resultará imprescindible el más escrupuloso respeto a las demarcaciones institucionales existentes, CAV, Navarra e Iparralde. Lo que las formaciones políticas representativas de cada una de ellas acuerden en las instancias que consideren oportunas es la condición democrática básica en la que se asentará el futuro. Visto desde Navarra, es preciso dejar bien claro que habremos de ser las y los navarros quienes decidamos en última instancia las modificaciones a establecer en nuestro marco institucional del Amejoramiento y las relaciones con los demás territorios.
            Veo pues con ilusión el futuro, en primer lugar porque éticamente no cabía ya excusa alguna para la amenaza, la extorsión, la persecución y mucho menos el asesinato de nadie en base a supuestos proyectos políticos y este drama puede llegar a su fin. Y en segundo lugar, porque en nuestro entorno resultaban en ocasiones taponados por la losa de la lucha armada durante estas ultimas décadas, problemas sociales de gran envergadura como la inmigración, la marginación, los malos tratos, el paro, las agresiones medioambientales... Estos problemas han aparecido a menudo como asuntos de segunda, incluso en el lenguaje. Cuando se habla de el conflicto se está creando una jerga propia de grupo en la que hay un conflicto por encima de los demás. Todo ello ha permitido igualmente a determinados políticos llenarse la boca de discurso antiETA un día sí y otro también, haciendo de ello su único punto programático para no afrontar los problemas reales de la sociedad.
            Quedan pues muchas tareas por hacer, entre las cuales habrá que incluir con una cierta perspectiva histórica, un balance crítico de la historia de ETA. Pero estamos a punto de comenzar a escribir una de las páginas más necesarias e importantes de los últimos años de nuestra historia. Ojalá nadie empañe la ilusión del nuevo día.