El País, 3 de agosto de 2022.
Deniegan en primer lugar la transición ecológica y la planificación democrática, y si para ello deben rechazar también la evidencia de la crisis climática, pues lo harán aún contra toda evidencia.
En este verano del año 2022 asomarse a las noticias es un ejercicio que a no pocos les produce ansiedad: muertes por la ola de calor, que se concentran en los mayores y las personas de rentas más bajas; más de 30 incendios activos en toda España que se cobran vidas humanas e irreversibles daños naturales; infraestructuras que no funcionan correctamente debido al desgaste de los materiales por las altas temperaturas, y de fondo la crisis energética y su correlato económico como horizonte de época. Las series y películas distópicas que vemos en las plataformas parecen haber asaltado ya los informativos. La crisis climática no es ciencia ficción; es el futuro que venía pronosticando la comunidad científica, que ya ha llegado, más rápido aún de lo que creíamos. Pero más importante aún que los datos: si algo define nuestro ánimo colectivo es que no pensamos que esto sean casualidades o que los próximos veranos vayan a ser mejores.