| Paloma  Uría Ríos El feminismo que no llegó al poder
 (Prólogo  del libro El feminismo que no llegó al  poder. Trayectoria
 de un feminismo crítico, Madrid: Talasa Ediciones,  2009).
           Esta es la historia del inusitado protagonismo que, a  la muerte del dictador, adquirieron las mujeres en nuestro país. Durante casi  tres décadas, cientos de mujeres se reunieron, discutieron, se organizaron y  actuaron dando lugar a uno de los movimientos sociales más activos e  innovadores de la transición democrática. Crearon asambleas unitarias en  pueblos y ciudades que se vincularon entre sí por medio de la Coordinadora de  Organizaciones Feministas del Estado Español. Su entusiasmo y decisión cambió  definitivamente el papel de las mujeres en la sociedad que se estaba  configurando, así como la propia conciencia de sí mismas, su subjetividad.
 Y es una historia narrada desde una perspectiva  particular, la de un grupo de mujeres, jóvenes hace treinta años, que habían  tomado parte activa en la lucha antifranquista desde su militancia en la  izquierda radical, en las filas del Movimiento Comunista (1) y de su  organización hermana, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria del  Archipiélago Canario y que, ante las expectativas que suscitaba la democracia  que se había de construir, descubrían todo lo que quedaba por hacer para  combatir la subordinación y discriminación de las mujeres y se integraban en un  movimiento feminista que habían contribuido a crear a impulsar.
 
 En este libro no se pretende hacer una descripción  exhaustiva y objetiva del movimiento feminista en España, tampoco una  recapitulación de todas las reivindicaciones y de las múltiples y variadas  actividades y acciones que se emprendieron, ni de los logros y fracasos.  Interesa, sobre todo, exponer las polémicas que se han expresado en el  movimiento y los puntos de vista que se han mantenido, así como las posiciones  que las mujeres vinculadas al MC y al MIRAC han defendido, y no sólo por un  interés meramente académico, sino porque los debates que se han dado en el  feminismo de finales de siglo han planteado cuestiones de gran interés que  nunca se han cerrado totalmente y que vuelven a estar hoy en la base del  feminismo sin que sus actuales impulsoras sean conscientes de ello. Esta  paradoja se debe a diversos factores. Por una parte, las protagonistas del  movimiento feminista de las pasadas décadas han sido predominantemente ágrafas,  salvo contadas excepciones, y apenas se han preocupado por publicar sus  opiniones, por lo que no han sido capaces de transmitir y hacer llegar sus  experiencias a las generaciones más jóvenes. En segundo lugar, si el feminismo  tuvo presencia pública en tanto que movimiento social y activista, sus  posicionamientos teóricos y sus investigaciones han tardado mucho en entrar en  los ámbitos académicos, y cuando lo han hecho, han quedado encerrados en el  ámbito de los estudios de la mujer, sin impregnar los debates e investigaciones  generales del mundo académico. Y sin embargo, los debates teóricos e  ideológicos feministas reproducen los debates más importantes del pensamiento  filosófico y político contemporáneo y forman parte de ellos. En realidad, si de  pensamiento crítico hablamos, no podemos desdeñar el agudo filo del escalpelo  que desde el feminismo se ha aplicado a las principales corrientes del  pensamiento occidental desde los inicios de la Ilustración. La mayor parte de  las polémicas surgidas en relación con las mujeres abordan explícitamente los  fundamentos filosóficos y políticos de nuestra cultura, al menos desde finales  del siglo XVIII, y están estrechamente relacionadas con el pensamiento  filosófico y político occidental, desde Kant hasta lo que se ha dado en llamar  posmodernidad. De hecho, las críticas feministas a la razón ilustrada, al  liberalismo, al marxismo han dejado al descubierto muchas de las deficiencias e  incapacidades que pensadores posteriores o contemporáneos fueron descubriendo  desde otros puntos de vista. No se puede, pues, hablar de pensamiento crítico  sin valorar en su justa medida la activa contribución del pensamiento  feminista.
 
 Y en tercer lugar, y quizá por las razones expuestas,  las mujeres que hoy forman parte del feminismo que más protagonismo tiene  parecen desconocer las experiencias anteriores; hablan y actúan como si los  problemas a los que se enfrenta el feminismo y los debates que subyacen fuesen  nuevos y nunca se hubiesen planteado y debatido con anterioridad. Y así nos  encontramos, a veces, con el descubrimiento de una pólvora que hace tiempo ya  se había inventado, y lo que es más grave, con posiciones que parecía que ya habían  sido superadas por la experiencia y los debates mantenidos, y también con  posiciones conservadoras que nunca habrían sido defendidas por un movimiento  progresista como lo fue el nuestro.
 
 Una advertencia para prevenir posibles críticas. Es  esta una visión personal. Se expondrán las polémicas y las diferentes  posiciones desde un punto de vista propio. Por lo tanto, puede que en ocasiones  el enfoque no sea totalmente objetivo o no refleje con exactitud todas las  posiciones con las que se discrepa. Sin embargo, debe quedar claro que la  intención no es desvirtuar ni descalificar, sino recoger debates que aún siguen  abiertos.
 
 Antes de entrar en materia hay que hacer  algunas precisiones. Es cierto que el movimiento apenas ha publicado libros o  se ha expresado en textos de amplia difusión, pero ha sido muy prolífero en  octavillas, manifiestos y artículos en revistas de la izquierda organizada, y,  sobre todo, se expresó en las sucesivas Jornadas Feministas que a lo largo de  los años ha organizado y algunos de cuyos debates aparecen publicados en sus  actas. Estos documentos, junto con diversas experiencias y testimonios  personales, serán la base de estas reflexiones.
 
 Otro de los aspectos que conviene destacar es  que el movimiento feminista, tanto el español como el europeo o el americano  (de las dos Américas), fue un movimiento profundamente progresista y  trasgresor. Nació vinculado a los movimientos políticos y contraculturales de  finales de los sesenta y de la década de los setenta y participó de la misma  visión crítica de aquellos efímeros pero, al mismo tiempo, imperecederos  impulsos revolucionarios. Pretendía trastocar el orden conservador establecido,  especialmente en lo que se refiere a las relaciones interpersonales (entre  hombres y mujeres), a la estructura familiar rígida bajo el predominio  masculino y, sobre todo, reivindicaba una nueva concepción de la sexualidad de  las mujeres no vinculada a la maternidad y que pusiese en cuestión la norma  heterosexual. Ponía su énfasis en la libertad, independencia y autonomía de las  mujeres y en su capacidad para tomar en sus manos sus propios destinos.
 
 Al mismo tiempo, compartía con otros movimientos  sociales la crítica al sistema capitalista, al papel controlador o represor del  Estado y, sin renunciar a impulsar cambios en el ámbito de lo político y de la  legislación, ponía sus esperanzas en la capacidad de movilización y de  convicción para impulsar un cambio en las estructuras sociales. Bien es verdad  que en un movimiento amplio, como lo fue el feminismo, convivían distintas  posiciones, algunas menos radicales, menos trasgresoras o con enfoques  diferentes. De estas diferencias surgieron las polémicas más interesantes que  se pretenden recoger en este libro.
 
 El feminismo ha sido, durante años, un  movimiento bastante unitario, que respondía a llamamientos que transcendían los  ámbitos locales, que era capaz de organizar acciones comunes y de convocar  jornadas de debate de ámbito estatal. Esto fue posible gracias a la existencia  de la Coordinadora de Organizaciones Feministas del Estado Español que, en un  primer momento, agrupó a prácticamente todas las organizaciones locales y que  más tarde, cuando el movimiento se disgregó, todavía fue capaz de convocar  jornadas ampliamente participadas.
 
 El nacimiento del movimiento feminista en las  postrimerías del franquismo y primeros años de la transición democrática ha  sido estudiado por Amparo Moreno en Mujeres  en lucha (Moreno, 1977) (2). Su estudio se detiene en el año 1977. Estos  inicios tuvieron como punto de partida las Primeras Jornadas Feministas, que se  celebraron en Madrid el 6, 7 y 8 de diciembre de 1975, todavía en la  clandestinidad, y las Jornadas Catalanas de la Dona, que se celebraron en  Barcelona en junio de 1976. En estos primeros años se movían diversas  organizaciones de mujeres, algunas promovidas por partidos políticos, como el  MDM (Movimiento Democrático de la Mujer), organización impulsada por el PCE  para agrupar a mujeres en la lucha contra la dictadura. Algo después se creaba  la ADM (Asociación Democrática de la Mujer) (3), impulsada por el PTE (Partido  del Trabajo de España) y la Unión para la Liberación de la Mujer (ULM),  impulsada por la ORT. Reaparece también Mujeres Libres, organización  anarquista. Además se forman numerosas Vocalías de la Mujer de las Asociaciones  de Vecinos en barrios y pueblos y tienen lugar las primeras reuniones de  mujeres trabajadoras, especialmente de CC OO.
 
 Con enfoque explícitamente feminista podemos señalar  dos líneas de trabajo en aquel incipiente movimiento. El que podemos llamar  feminismo radical era contrario a la militancia en partidos políticos mixtos y  consideraba que las mujeres constituyen un grupo social homogéneo que debe  organizarse autónomamente. Dentro de esta corriente podemos situar al  Seminario Colectivo Feminista en Madrid, del  que se escinde al año siguiente el Colectivo Feminista de Madrid; el Colectivo  Feminista en Barcelona y varios colectivos feministas que surgen en diversas  localidades y que se coordinan entre sí. LA MAR es también una escisión del  Colectivo Feminista de Barcelona y uno de los grupos que promovían la práctica  de la autoconciencia. Finalmente, el Partido Feminista, fundado por Lidia  Falcón después de su expulsión del Colectivo Feminista de Barcelona, en abril  de 1977. Algún tiempo después, la feminista Gretel Ammann fundó el Grupo  Amazonas de Barcelona, desde el que  preconizaba el separatismo lesbiano. Poco a poco van surgiendo otros colectivos  vinculados al feminismo de la diferencia.
 
 Otra línea feminista estaba formada por aquellos  grupos de mujeres que vinculaban la lucha feminista a la lucha por el  socialismo y que, por tanto, aceptaban la doble militancia. En un principio,  dentro de este enfoque, estaba la AUPEM (Asociación Universitaria para el  Estudio de los Problemas de la Mujer), que actuaba desde hacía tiempo en varias  universidades; ANCHE, creada en Barcelona y que se autodisuelve en 1977, y el  Frente de Liberación de la Mujer, fundado en Madrid en enero de 1976. El  Movimiento Democrático de Mujeres-Movimiento de Liberación de la Mujer, formalmente  separado del PCE, se presenta en Madrid en mayo de 1976. Unos años después, en  1987, se crea el Fórum de Política Feminista con mujeres procedentes del ámbito socialista y de Nueva  Izquierda.
 
 El panorama se anima a partir de las Jornadas  Catalanas de la Dona y con los primeros avances de la democracia, sobre todo a  partir de 1977. Por una parte se forman coordinadoras o plataformas en  Barcelona (4), Madrid, Valencia y Euskadi, que agrupan a todas las  organizaciones de mujeres de sus respectivas localidades. Pero lo más novedoso  es el auge inmediato de las organizaciones de mujeres con un enfoque unitario.  En prácticamente todas las ciudades importantes, así como en muchos pueblos y  barrios, surgen asambleas o asociaciones de mujeres que discuten sus líneas  organizativas y sus programas, que se inspiran en la plataforma aprobada en las  Jornadas Catalanas de la Dona. También se forman colectivos de lesbianas con  una actitud claramente unitaria con el resto de los grupos feministas que  impide la escisión del movimiento, tan frecuente en otros países, entre mujeres  heterosexuales y lesbianas, y enriquecen al conjunto del movimiento con una  visión mucho más amplia de la sexualidad humana. El sistema organizativo de que se dotan las  asociaciones se declara asambleario, sin jerarquías ni cargos directivos, y se  proclaman autónomas e independientes de los partidos políticos y de las  instituciones.
 
 De este movimiento asambleario surge la idea de  coordinarse a nivel de todo el Estado y se crea así, en 1977, la Coordinadora  de Organizaciones Feministas del Estado Español, que durante un tiempo se  convierte en la protagonista de las principales movilizaciones de mujeres y de  la convocatoria de diversas jornadas (5). Desde la Coordinadora se organizan  campañas, como la del aborto, se acuerdan lemas para el Día Internacional de la  Mujer, se editan folletos. En sus momentos de mayor actividad, se crean  comisiones de trabajo, que se coordinan a su vez. Entre las más activas están  las comisiones pro derecho al aborto; la de Madrid, impulsada por Empar Pineda  y Justa Montero, publica la revista Hinojo  y Perejil. Las comisiones antiagresiones promueven interesantes debates que  posteriormente publican. También se reúnen periódicamente los colectivos de  lesbianas. La Coordinadora elabora un proyecto de ley de divorcio y un proyecto  de ley de aborto, así como un análisis del proyecto de Constitución realizado  desde la óptica feminista.
 
 Además de las campañas, la labor más interesante de  la Coordinadora fue la organización de jornadas feministas de ámbito estatal.  Se celebraron dos jornadas monográficas y cinco jornadas generales: Jornadas  feministas de Granada, en diciembre de 1979; Jornadas por el derecho al aborto  en Madrid, diciembre de 1981; Jornadas de sexualidad en Madrid, 1983; Jornadas  feministas “Diez años de lucha del movimiento feminista” en Barcelona, 1, 2 y 3  de noviembre de 1985; II Jornadas de lesbianismo en Madrid, 1987; Jornadas feministas “Contra la violencia machista”,  en Santiago, 3, 4, 5 y 6 de diciembre de 1988; Jornadas feministas “Juntas y a  por todas”, en Madrid, 4, 5 y 6 de diciembre de 1993; Jornadas feministas  “Feminismo.es… y será”, en Córdoba, 6, 7, 8 y 9 de diciembre de 2000.
 
 A las jornadas acuden entre tres mil y cuatro  mil mujeres, lo que da una idea de la capacidad de convocatoria de la  Coordinadora, se presenta un importante número de ponencias y talleres que  están recogidos y publicados y se organizan también actos culturales y  recreativos. Podemos afirmar que en las jornadas estatales participa todo el  movimiento organizado, incluidas las organizaciones del feminismo radical, como  se puede comprobar por las ponencias presentadas y por lo intenso y variado de  los debates. Es justo reconocer que ningún movimiento social fue capaz de  semejante movilización que, además, se repitió durante al menos dos décadas.
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 (1) Movimiento  Comunista (MC) se configura a principios de la década de los setenta con  presencia en los principales núcleos de población. Estaba formado por personas  jóvenes, estudiantes universitarios y trabajadores de la industria y los  servicios que se habían formado en las luchas estudiantiles y obreras de los  años sesenta contra la dictadura. Influyen también en el ámbito de sus  preocupaciones las luchas revolucionarias del Tercer Mundo, la guerra de  Vietnam, la revolución cultural maoísta o los movimientos de rebeldía juvenil  que se expresan en el Mayo del 68 francés. Mantiene una profunda hostilidad  hacia el imperialismo estadounidense, junto con una crítica radical hacia el sistema  soviético y hacia los partidos políticos de su órbita. Asume una interpretación  radical y revolucionaria del marxismo, extraída sobre todo de las obras de  Lenin y de Mao Tsetung. Sin embargo, el doctrinarismo ideológico se combina en  el MC con un acusado sentido de la realidad que dará impulso a una rápida y  constante transformación de sus ideas y sus prácticas. En la crisis final del  franquismo participa en la lucha por la democracia y en los organismos  unitarios de la oposición. Su proyecto era que la caída de la dictadura fuese  el resultado de una amplia movilización popular que diese paso a un nuevo  régimen de democracia avanzada y a una acumulación de fuerzas de izquierda, en  el camino hacia más profundas transformaciones sociales. El fracaso de la  ruptura democrática y la consolidación del nuevo régimen constitucional, así  como la imposibilidad de conseguir un espacio electoral en el nuevo sistema de  partidos, le lleva a un rápido proceso de adaptación. Se aleja de la política  institucional y de la actividad partidista para centrarse en la esfera de lo  social, abandona la rigidez organizativa y adopta nuevas siglas. Se distancia  de las concepciones marxistas, aunque desde el respeto hacia las aportaciones  del marxismo al avance social. El feminismo, la puesta en cuestión del  militarismo y de las formas de lucha violentas, las dudas fundadas sobre el  progreso como destino de la humanidad, fueron puntos de apoyo para un  cuestionamiento radical de los presupuestos ideológicos anteriores, que se vio  reforzado por el desenlace final de las experiencias de tipo soviético. Tras  años de un trabajo social e ideológico no suficientemente reconocido, hoy  permanece una red de personas y organizaciones solidarias con su pasado y  empeñadas en la necesaria renovación del pensamiento de la izquierda y en la  acción social en favor de los más desprotegidos.
 Las mujeres del MC se incorporaron al movimiento  feminista  desde su origen. Fruto de esta relación fue la convicción de que un partido  político revolucionario debía incluir en su teoría y en su estrategia las  demandas feministas. Para ello, se propusieron dotar al partido de una  estructura adecuada para elaborar una teoría que integrase en la estrategia del  MC la lucha por la liberación de la mujer, para debatir y organizar el trabajo  en las organizaciones feministas y para la transformación personal de los  hombres y las mujeres del partido. Así crearon la Estructura Autónoma de  Mujeres, que agrupaba a todas las mujeres del MC para que las ideas feministas  se aportasen a todos los frentes del trabajo político. Esta estructura elegía a  sus propias representantes, debatía cuestiones teóricas, elaboraba materiales,  daba cursillos para el conjunto de la militancia y organizaba el trabajo  feminista de sus componentes.
 (2) Recientemente se ha publicado El movimiento feminista en España en los  años 70 (Martínez Ten, Carmen, Purificación Gutiérrez y Pilar González eds.  2009) que proporciona interesante información sobre los inicios del feminismo  en España.
 (3) Véase el artículo de Mercedes  Comabella “El Movimiento Democrático de Mujeres” y el de Paloma González  Setién, “Asociación Democrática de la Mujer” en op. cit. págs. 247-66 y 267-74.
 (4) La Coordinadora Feminista de  Barcelona publica una revista de amplia difusión en el mundo feminista, Dones en Lluita. También en Barcelona se  edita Vindicación Feminista, dirigida  por Lidia Falcón.
 (5) En el Documento nº 3 figura un  listado de las organizaciones que dan su apoyo al proyecto de divorcio  redactado por la Coordinadora y que da una idea de la amplitud del movimiento  feminista unitario.
 
 
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