El País, 23 de octubre de 2022.
Once años después del final del terrorismo de ETA, no hay ningún atisbo de su renacimiento en Euskadi. El rechazo es abrumador mientras sus víctimas gozan de un amplio reconocimiento y el debate político se ha distendido sensiblemente en comparación con Madrid. El principal reto del posterrorismo es la ausencia de una memoria compartida, cuya primera responsabilidad recae en Sortu —heredera de Batasuna y núcleo duro de Bildu—, cuya autocrítica por su pasada complicidad con ETA sigue pendiente para evitar una repetición de la historia.