Raquel Platero Méndez y
Emilio Gómez Ceto
El bullying homofóbico
Herramientas para combatir el bullying homofóbico,
de Raquel Platero Méndez y Emilio Gómez Ceto.
Talasa Ediciones. Madrid, 2007. 224 páginas. 18 euros.

 

                Este libro se adentra en un tema candente en nuestra sociedad como es el acoso escolar homofóbico o bullying homofóbico, términos usados para designar aquellos comportamientos violentos por los que un alumno o alumna queda expuesto repetidamente a la exclusión, aislamiento, amenaza, insultos y agresiones por parte de sus iguales, una o varias personas que están en su entorno más próximo: «Da lo mismo que estos alumnos y alumnas –dicen los autores– sean o no gays, lesbianas, transexuales o bisexuales», si están sufriendo esa violencia es «porque alguien dice que no son como los “chicos” o las “chicas” deben ser». 

                Tal y como señala el título del libro, la intención de sus autores es educativa y muy práctica: un material didáctico. Una guía que contiene herramientas didácticas que permiten un conocimiento más certero sobre la construcción social de la sexualidad y las minorías sexuales, nos acerca a la historia de los derechos sexuales en España y nos muestra las voces de la comunidad educativa de la localidad madrileña de Rivas Vaciamadrid, cuya experiencia tiene mucho valor por el conocimiento de la realidad escolar y por sus trabajos de educación en la sexualidad en igualdad y en la prevención del maltrato que aquí se describe.   

                Precisamente, al hablar de los objetivos de la guía didáctica, Raquel Platero y Emilio Gómez Ceto nos dicen que «no sólo se trata de ofrecer información sobre la homosexualidad, como una orientación del deseo entre otras posibles, sino de que esta información se traduzca en un cambio en las actitudes de rechazo» y en el desarrollo de las habilidades necesarias para la convivencia entre iguales.

                Y lo hacen pensando en el conjunto de la comunidad educativa.  Con estos materiales tratan, pues, de proveer de información actual y completa para la docencia y la acción educativa y facilitar cambios en las actitudes del alumnado, profesorado, padres, madres y profesionales de la educación para un abordaje positivo de la sexualidad y de la diversidad sexual. Comunidad de la que forman parte Platero y Gómez Ceto, quienes se sienten dentro de «una trayectoria más o menos conocida de promoción transversal de valores de ciudadanía, como los iniciados por la Institución Libre de Enseñanza (1876), a través de su fundador, Francisco Giner de lo Ríos, y que la LOGSE (1990) quiso recoger con los valores transversales y más tarde la LOE (2006) introduce en la asignatura Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos».

                La guía está compuesta de seis grandes unidades temáticas: “Apuntes sobre la sexualidad”; “La construcción social de la sexualidad”; “Las homosexualidades y las heterosexualidades”; “Mi escuela y mi entorno”; “La historia y evolución de los derechos de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales”, y “Recursos y movimientos sociales madrileños”, apartado en el que se incluye, también, la experiencia sobre el tratamiento de la homofobia en el municipio de Rivas Vaciamadrid. Y a cada uno de estos temas se le añade la correspondiente unidad didáctica, compuesta por cinco actividades y una bibliografía específica. Se completa el trabajo con un glosario de términos.

                Y más allá de ofrecer una formación de contenidos específicos y de una metodología que desarrolle cambios en la práctica de las relaciones en el ámbito escolar sobre el bullying homofóbico, los autores de este libro pretenden, en sus palabras, «contribuir a un marco educativo más amplio de fomento de valores como el respeto, la solidaridad y la libertad, que implica reconocer la ética de las relaciones interpersonales y el desarrollo de habilidades para enfrentarse a los riesgos asociados no sólo a la sexualidad sino a todas las posibles diferencias».

Recogemos aquí un apartado del primer tema didáctico, dedicado a la “Homofobia, lesbofobia, bifobia, transfobia: discriminación por orientación sexual o ruptura de los roles de género”.

 

Apuntes sobre la sexualidad

 

                Como hemos visto con anterioridad, las características que se atribuyen a hombres y mujeres son excepcionalmente rígidas y configuran, a su vez, roles sociales inflexi­bles. Así, la sociedad puede llegar a condenar, bajo la forma de insultos, injurias, agresiones físicas o sexuales, o aislamiento, a aquellas personas cuyos comportamien­tos o actitudes excedan o superen lo que se ha esperado históricamente de un hombre o de una mujer. Es decir, que se perviertan los roles de género tradicionales. Hombres especialmente cariñosos, que cultiven la ética del cuidado o que manifiesten su sensi­bilidad en público pueden ser objeto de burla por parte de sus compañeros varones. Mujeres que tomen la iniciativa en las relaciones afectivas o sexuales, promiscuas e independientes pueden ser miradas con extrañeza por la sociedad. Son sólo algunos ejemplos de comportamientos novedosos en hombres o mujeres que en las sociedades occidentales están comenzando a hacerse visibles y que están generando conflictos en el seno de las relaciones íntimas y sociales.

                La ampliación de comportamientos disponibles para hombres y mujeres ha supues­to el fin de anteriores categorías que limitaban las posibilidades vitales de las perso­nas. Sin embargo, la sociedad cuestiona la validez de estas nuevas formas de ser hom­bre o mujer, y de entender la sexualidad, por el peso que siguen teniendo los valores tradicionales. Vivimos en sociedades donde los beneficios y privilegios sociales recaen en aquellas pautas de comportamiento heterosexual que se asientan en familias tradi­cionales orientadas a la reproducción de la especie; a esto le llamamos orden heterosexista (utilizando el marco dibujado por Adrienne Rich). El heterosexismo su­pone la promoción de la superioridad de los varones y de la heterosexualidad reproductiva. Así, las instituciones y el orden social tienen como primera norma el fomento de la idea de que la heterosexualidad es el orden natural de comportamiento sexual. Los argumentos en torno a la complementariedad de los sexos (“la media na­ranja”), del instinto maternal, de la familia nuclear como la institución social básica y necesitada de defensa vienen a apuntalar esa idea. Por tanto, se trata de “naturalizar” el orden heterosexista, haciendo creer que las premisas que se emplean carecen de carga ideológica porque no hay otras posibles: son los argumentos “naturales”.

                Por tanto, la forma de vivir la sexualidad y las relaciones afectivas de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales se llega a considerar una “desviación” que pervierte el orden naturalmente configurado. Se llega a entender que cualquier orientación sexual que vaya más allá de la heterosexual altera un supuesto orden natural, que rige el buen funcionamiento de las sociedades.

                De esta manera, las homofobias (homofobia, lesbofobia, bifobia, transfobia) in­cluyen el rechazo, la intolerancia, los prejuicios, que se pueden manifestar en un abanico amplio que llevaría desde la incomodidad hasta la violencia física o sexual, ya sea individual, grupal o institucional. Por tanto, la reacción social se canaliza contra aquellos y aquellas que pervierten los roles que la sociedad les atribuye por el hecho de ser hombre o mujer.

                En ocasiones, el rechazo que proviene de la sociedad llega a ser asumido por las propias personas discriminadas, que comienzan a desarrollar actitudes de autorrechazo, desprecio y baja autoestima. Es lo que se suele denominar con la expresión homofobia interiorizada. Los mensajes sociales que desprecian su modelo vital y sexual llegan a ser interiorizados, lo que se manifiesta en sentimientos de vergüenza o miedo hacia su propia sexualidad, que llega a ser vista como un hecho anormal, una enfermedad o una perversión. Los peligros de la homofobia interiorizada pueden considerarse más relevantes que los de la homofobia social: la pérdida de respeto hacia uno/a mismo/a se puede manifestar de múltiples maneras, desde la distorsión de la imagen personal y la baja autoestima, hasta autoagresiones o suicidio.

                La permeabilidad de los valores heterosexistas llega hasta las instituciones educa­tivas, donde el profesorado y el alumnado pueden llegar a desarrollar actitudes abier­tamente hostiles hacia chicos y chicas que rompen los modelos tradicionales de mas­culinidad y feminidad. En este contexto, se habla de acoso escolar homofóbico o bullying homofóbico. Éste consiste en actos de agresión físicos, psíquicos y sociales por parte de grupos de escolares o docentes, que despliegan pautas de ignorancia, rechazo, ais­lamiento y, en los casos extremos, asesinato o inducción al suicidio. Sin embargo, estas expresiones más visibles no son las únicas manifestaciones de discriminación. Hay que tener muy en cuenta el currículo oculto; es decir, cómo los materiales esco­lares, los ejemplos del profesorado, etc., aluden sistemáticamente a pautas de compor­tamiento heterosexual y a modelos de género tradicionales, donde se manifiesta la superioridad de los varones sobre las mujeres. Es decir, cuidadosamente se pueden entrever mensajes ocultos en ejemplos, biografías, fotos, que constantemente hablan del mundo afectivo heterosexual, ocultando y marginando las experiencias y realida­des de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales.

                La forma de combatir el acoso escolar homofóbico es mediante la presencia de una educa­ción sexual para el alumnado que pase por el conocimiento de los propios cuerpos y que contemple la pluralidad de formas de vivir la sexualidad que existen, superando la visión de “modelos válidos” y “modelos desviados”. Además, es precisa la considera­ción de la sexualidad más allá del tabú, comenzando a hablar de ella de forma abierta y espontánea. La adecuada formación del profesorado, el fomento de la comunicación entre padres/madres con sus hijos/hijas, la creación de foros de debate en el seno de las AMPAS, pueden ser mecanismos eficaces para considerar la sexualidad como una experiencia plural para las personas.

                Estas ideas que hemos venido planteando nos ayudan a dar relevancia al contexto social y a los valores culturales donde se asientan conductas o actitudes discriminatorias. La fuerza de éstas es tal, que llegan a permear en las instancias educativas, dando lugar a episodios de acoso escolar homofóbico. Las agresiones no son actos individuales sino que se asientan en bases estructurales de la sociedad. De ahí que la mera condena a quienes agredan carezca de sentido si no se actúa además en contra de valores heterosexistas discriminatorios.

 

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Raquel Platero Méndez es psicóloga y Emilio Gómez Ceto es sociólogo. Ambos tienen ya una amplia experiencia como educadores sociales y pertenecen al movimiento de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales.