(El País, 6 de abril de 2019).
Creo escuchar en Espejo público esta contundente expresión de un hombre que aparenta cierta entereza, aunque debe de sentirse devastado: «Las campañas electorales me la traen al pairo». Ha pasado una noche en un calabozo y le puede caer pena de cárcel. Porque ayudó a su mujer a suicidarse. La esclerosis múltiple se había ensañado con ella, la morfina ya no suponía un alivio, anhelaba morir, le pidió ayuda a su marido y grabó ante una cámara su deseo, imagino que para evitar que la ley le masacrara. Y me conmuevo. También me entra una mala hostia sanguinaria contra los que creen que solo Dios puede acabar con la existencia de esos enfermos que suplican que los ayuden a largarse al otro barrio.