Mientras Tanto, 28 de septiembre de 2018
La vida de la población trabajadora está periódicamente amenazada por una pesadilla
recurrente: la del fin del trabajo provocado por el cambio tecnológico. No es que la
gente esté ansiosa por deslomarse trabajando, o por vivir a las órdenes de un superior.
Es que temen que la contrapartida sea el paro, la falta de ingresos, la marginación
social.
El debate sobre tecnología y empleo es antiguo. La economía capitalista se caracteriza
entre otras cosas por un cambio técnico constante, por desempleo recurrente y
desigualdades obscenas. Por lo que sabemos de la historia del paro, los peores
momentos, las crisis, tienen menos que ver con la tecnología y más con la
organización de la economía y la sociedad. Pero nos dicen que ahora es distinto,
porque la digitalización va a permitir no solo sustituir millones de empleos rutinarios,
sino que reducirán también empleos “cualificados” porque la inteligencia artificial y
la capacidad de cálculo de las máquinas resultará mucho más eficaz. O sea, que el
paro no sólo es un peligro para la clase obrera tradicional, sino también para las clases
medias educadas.