EsGlobal, 26 de septiembre de 2018
He aquí una radiografía de la situación de los países de la región, cuáles son sus
desafíos y qué futuro les podría esperar.
“Caminan hacia la democracia”
Más al contrario. En enero de 2011, una revuelta popular en Túnez, fruto de la
indignación y la desigualdad social, desató una avalancha de protestas en todo el
mundo árabe que sacudió y zarandeó los cimientos de un sistema, el de las dictaduras
parlamentarias, que había dominado Oriente Medio y el Norte de África a lo largo del
último tercio del siglo XX con la anuencia de las potencias mundiales. Al grito de
“libertad, derechos y justicia social”, las ahora marchitadas primaveras árabes
sorprendieron al mundo y despertaron la ilusión de que la reforma y el cambio eran
posibles. Siete años después es, sin embargo, una nueva y remozada forma de
cesarismo la que cabalga por ambas regiones, subida a lomos de la guerra, los
intereses de las potencias internacionales y el éxito de la contrarrevolución
reaccionaria desencadenada por Arabia Saudí. Alarmada ante la posibilidad de que el
triunfo del laicismo y de los movimientos moderados del islam político socavaran las
bases del entramado radical wahabí sobre el que se sostiene, la familia real saudí
reprimió primero, a sangre y fuego, el conato de insurrección popular que brotó en su
sociedad y se aferró, después, a su cornucopia petrolera y a la influencia política,
diplomática y religiosa que ésta le procura para truncar y revertir el tsunami libertario.
En Siria, respaldando con armas y financiación a los grupos suníes de ideología
radical salafí opuestos al régimen de Bashar al Asad; en Yemen apoyando el
clientelismo de Mansur Hadi, un habitual en los palacios de Riad, y en Egipto
favoreciendo el complot y la asonada del Ejército contra los Hermanos Musulmanes,
uno de los representantes de ese islam político que tanto teme.