Mohamed Arkoun / PHILIPPE LISSAC / GODONG / CORBIS

Xavier Mas de Xaxàs
Mohamed Arkoun (1928 – 2010). Predicar
en el desierto

(La Vanguardia, 20 de septiembre de 2010).

            Encajar al islam en la modernidad fue la tarea hercúlea, hoy por hoy imposible, a la que Mohamed Arkoun entregó sus fuerzas intelectuales y físicas a lo largo de una vida de estudio y reflexión que terminó el martes pasado en París.

            Arkoun, profesor emérito de la Sorbona, uno de los académicos clave para entender el islam en el mundo contemporáneo, nació en 1928 en la Gran Cabilia argelina. Estudió literatura árabe en la Universidad de Argel y luego dio el salto a Francia, donde completó su formación y consolidó su visión integradora del islam en la gran corriente del progreso moral, científico y material de la humanidad.

            Fueron más de 30 años de lucha académica, de clases y conferencias por medio mundo, de libros y artículos que fueron duramente contestados por la intelectualidad ortodoxa del islam así como por los líderes políticos para los que no hay mejor filosofía social que la teocrática. Frente a estos apologéticos y fundamentalistas, frente estos mandatarios laicos y religiosos que rechazan la ciencia y la filosofía procedente de Occidente porque consideran que destruirá la tradición islámica, el profesor Arkoun se presentaba como un defensor del hombre emancipado de las tradiciones medievalistas. Arkoun lamentaba que en estos tiempos de yihads y populismos, de pobrezas y masificaciones, la religión se expanda, ocupando un espacio que debería ser territorio del humanismo y la filosofía.

            Entendía que conceptos occidentales como el individuo, los derechos humanos y la democracia podían ser interpretados en las sociedades islámicas como amenazas serias a los pilares que, erigidos por el Profeta, aún las sustentan. Por eso creía tan necesaria una "teología moderna" para el islam. Si católicos y protestantes habían sido capaces de adecuar sus teologías a la contemporaneidad, el islam también podía hacerlo.

            Fue predicar en el desierto. Su mensaje, apelando al hombre y a la cultura, se estrelló contra la intolerancia política y religiosa de regímenes que, o bien se han entregado por completo al Dios más ortodoxo, como el caso de Irán, o bien han armado unas plutocracias que, en aras de la estabilidad, oprimen a las mayorías, como es el caso de Egipto. "En los países sometidos a regímenes autoritarios, incluso depredadores - escribió-,el regreso a la religión obedece a la necesidad de un refugio, de una protección social y de un punto de apoyo moral y psicológico". La religión, en este sentido, se convertía en un trampolín para la ambiciones sociales y políticas, así como un amparo para los opositores. Y esta tendencia, que es evidente en muchos países musulmanes, también lo es, según observó Arkoun, en sociedades tan ricas como la estadounidense.

            El populismo y la ausencia de un pensamiento crítico impiden, según manifestó el profesor Arkoun, armar un nuevo marco teórico capaz de trascender el medievalismo e integrar la exhaustiva tradición islámica en la modernidad.