El País, 7 de enero de 2021.
El país africano es el primero del mundo en suspender pagos desde el inicio de la pandemia, pero su caso es solo la punta de un ‘iceberg’ mucho mayor.
Madrid/Dakar.- En los primeros compases de la pandemia, con Occidente ensimismado por su propia —e inédita— recesión, los países emergentes se convirtieron en el gran ángulo muerto de la crisis: con sistemas de salud precarios, sus economías estaban sufriendo la sacudida del virus mientras el resto del mundo miraba para otro lado. Nueve meses después los focos apuntan a otro lado y, sin embargo, las señales de que la crisis se está cebando especialmente con las naciones en vías de desarrollo se amontonan: al margen de China, origen del virus, pero cuya economía ha resistido estoicamente, la caída de PIB de los países de renta media rondó en 2020 el 5% y la recuperación de este año se quedará en el 3,4%. Cifras ambas similares a las de los países ricos, pero especialmente graves por tratarse de economías con mimbres más frágiles y acostumbradas a ritmos de crecimiento mucho más altos. Las tensiones sociales y de deuda esperan a la vuelta de la esquina.