Memoria colectiva y memoria histórica

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Reis, 69/95, pp. 209-219.

 

(…) La historia no es todo el pasado, pero tampoco es todo lo que queda del pasado. O, si se quiere, junto a una historia escrita, se encuentra una historia viva que se perpetúa o se renueva a través del tiempo y donde es posible encontrar un gran número de esas corrientes antiguas que sólo aparentemente habían desaparecido. Si no fuera así, ¿tendríamos derecho a hablar de memoria colectiva?, ¿y qué servicio podrían hacernos unos marcos que sólo subsistirían en estado de nociones históricas, impersonales y descarnadas? Los grupos, en cuyo seno antaño se elaboraron unas concepciones y un espíritu que reinaron algún tiempo sobre toda la sociedad, retroceden pronto y hacen sitio a otros que sostienen a su vez, durante un período, el cetro de las costumbres y dan forma a la opinión según nuevos modelos. Podríamos creer que el mundo sobre el que, con nuestros abuelos, nos hemos inclinado se ha retirado de repente. Como apenas nos quedan recuerdos que salgan del círculo familiar del tiempo intermedio entre ése, muy anterior a nuestro nacimiento, y la época en que nuestro espíritu se verá poseído por los intereses nacionales, todo sucede como si, en efecto, hubiera habido una interrupción durante la cual el mundo de los ancianos se borró lentamente, mientras el cuadro se cubría de caracteres nuevos. Consideremos, no obstante, que no haya acaso un medio, ni un estado de los pensamientos o de las sensibilidades de antaño, del que no subsistan huellas y, más aún, todo lo necesario para recrearlo temporalmente (…).

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