Nueva Tribuna, 21 de agosto de 2019.
En la actual etapa del neoliberalismo, con fuerte carácter regresivo y prepotente
de los grupos dominantes de poder europeos y, a pesar, de su amplia deslegitimación
social, las fuerzas de progreso o críticas tienen grandes dificultades para conseguir sus
objetivos de justicia social y democratización política.
También doy por supuesto la relativa debilidad de esas fuerzas alternativas y de
izquierda para modificar las estructuras de poder hegemónico en la Unión Europea, en
particular en los países mediterráneos, así como su relativo retroceso representativo en
las recientes elecciones, junto con el reforzamiento de tendencias ultraderechistas y
autoritarias. Estas dificultades, bloqueos y retrocesos están acompañados de una
subjetividad de cierto desconcierto, impotencia, desánimo y sectarismo que contrasta
con la ilusión y el optimismo anteriores.