Trump perfila un país más aislado y más conservador en su primer año en la Casa Blanca

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RTVE, 19 de enero de 2018

Doce meses después de proclamar que llegaba para colocar a «Estados Unidos primero», Donald Trump ha perfilado durante su primer año en la Casa Blanca un país más aislado y volcado hacia el conservadurismo, si bien el impacto de su presidencia ha sido limitado, falto aún de tiempo para aplicar sus políticas y constreñido por los contrapesos de la democracia estadounidense.

Más allá del ruido mediático que suscita sin cesar el presidente estadounidense, lo cierto es que la administración Trump se ha apuntado pocos logros verdaderamente significativos y con incidencia a largo plazo en su primer año de mandato, tal como coinciden en señalar los analistas consultados por RTVE.es.

“Aunque él habría querido ser más disruptivo, ha sido menos corrosivo para el sistema de lo que se podría pensar“

«Aunque él habría querido ser más disruptivo, ha sido menos corrosivo para el sistema de lo que se podría pensar», explica Manuel Muñiz, decano de IE School of International Relations y director del programa de Relaciones Transatlánticas de la Universidad de Harvard.

«Mi sensación es que se trata de una administración muy poco activa», abunda Jordi Quero, analista del Centro de Información y Documentación Internacionales en Barcelona (CIDOB). La investigadora del Real Instituto Elcano Carlota García Encina admite que, por ahora, «han primado las formas sobre las políticas», pero recalca: «Trump no es un presidente convencional».

La reforma fiscal y un juez en el Supremo como principales logros

Por el momento, los grandes logros de Trump tienen un marcado carácter conservador. En primer lugar, el nombramiento del juez Neil Gorsuch para el Tribunal Supremo, restableciendo así la mayoría conservadora en un órgano con una extraordinaria capacidad para modular los derechos y deberes de los estadounidenses.

«Es clave, porque Trump estará dos, cuatro u ocho años, pero el juez se va a quedar ahí», subraya Carlota García Encina, que amplía el foco a los nombramientos en los circuitos inferiores de la Justicia federal estadounidense: «Se están nombrando numerosos jueces jóvenes conservadores, eso puede dejar un legado».

El otro gran éxito de Trump ha sido, ya en diciembre, la aprobación de su reforma fiscal, que supone la mayor rebaja de impuestos en tres décadas. «Sin duda es su mayor logro, y una victoria política», reconoce Manuel Muñiz, que concede que impulsará la repatriación de dinero desde fuera de Estados Unidos y que supondrá un incentivo a la inversión.

El analista de Harvard, sin embargo, señala que esa reducción impositiva «está directamente financiada contra deuda», sin que se haya abordado una reducción de gastos, por lo que pronostica un aumento «muy importante» del endeudamiento. Y, sobre todo, avisa de que se trata de una reforma «profundamente regresiva», ya que beneficia fundamentalmente a las rentas más altas y a las empresas.

Una reforma que incide en la desigualdad

Muñiz detalla que, según las estimaciones de la Oficina Presupuestaria del Congreso, una familia con ingresos de entre 10.000 y 20.000 dólares anuales verá incrementada su factura fiscal en 430 dólares para 2021, mientras que una familia con un millón de dólares o más de renta se ahorrará dentro de tres años 49.227 dólares.

«La reforma parte de una filosofía muy conservadora, el trickle down [goteo], que supone que la riqueza se filtra de las rentas altas a las bajas. Yo tengo serias dudas, dados los niveles actuales de desigualdad, que solo son comparables a los de los años 20″, explica.

En este sentido, Muñiz se dice convencido de que no va a beneficiar a las clases medias venidas a menos con la crisis y la automatización de la economía, que fueron quienes llevaron a Trump a la victoria, por lo que se resentirá la fe en el propio sistema democrático: «Este liderazgo político destruye valores», advierte.

En cualquier caso, la reforma revela la raigambre conservadora de la política de Trump, que también se ha proyectado en el ámbito internacional, con la retirada del Acuerdo de París contra el cambio climático, del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y la renegociación de Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con México y Canadá.

Un paso atrás en el mundo

El abandono de acuerdos económicos es, para Muñiz, «una interpretación equivocada del efecto de unos pactos que han sido muy beneficiosos para Estados Unidos, aunque han generado un problema distributivo». A su juicio, «la respuesta no debería ser salir, sino políticas que impliquen transferencias y que corrijan los efectos distributivos».

Además, Washington pierde capacidad de fijar normas de acceso a su mercado y estándares económicos globales, lo que implica renunciar a «un poder invisible, pero de un impacto bestial». No es solo un repliegue proteccionista, sino lo que Carlota García Encina califica de «movimiento de retirada» en el concierto global, que «proyecta la imagen de aliado poco fiable».

En este sentido, la especialista remarca la quiebra de consensos establecidos sin una alternativa clara: «Trump asegura que pretende renegociar todo, pero hasta ahora solo hay rupturas unilaterales; sus famosas dotes de negociador no se están viendo», comenta, poniendo como ejemplo las conversaciones sobre el TLCAN o el intento de recomponer las relaciones con Rusia: «Siguen siendo igual de malas», afirma.

Jordi Quero interpreta gran parte de sus medidas en el ámbito internacional como un guiño a sus votantes: «Están muy pensadas para la audiencia doméstica estadounidense». Es el caso del reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel o de la pretensión de renegociar el acuerdo nuclear con Irán: «Trump es el rey del mensaje y del símbolo, es muy eficiente en ese sentido», señala Quero, con independencia de las consecuencias de esas políticas.

Limitado por el sistema de contrapesos

En cualquier caso, el conflicto iraní se engloba todavía entre los fracasos de Trump y Quero sospecha que el mandatario puede estar tentado de dejarlo correr: «Es un asunto difícil de abrir, porque tienes mucho que perder y, a medio plazo, siempre puedes culpar a otros del incumplimiento, ya sea el Congreso o la Unión Europea».

Es un episodio que revela una de las claves sobre el limitado impacto de las políticas de Trump: el sistema de contrapesos de la democracia estadounidense, que, a juicio de todos los analistas consultados por RTVE.es, está efectivamente constriñendo y amortiguando las políticas que trata de implantar el presidente.

«Es un caso claro de agencia, él y un círculo cercano cada vez más restringido, contra estructura: su propia administración, el sistema de partidos, el Congreso, el poder judicial, los estados, la Reserva Federal e incluso el orden internacional», que imponen trabas a su actuación, explica Manuel Muñiz.

«Trump no tiene paciencia, quiere que las cosas ocurran de repente», comenta Carlota García Encinas sobre la frustración que el presidente ha dejado ver cuando ha chocado con ese sistema de check and balances. Jordi Quero, a su vez, también percibe «una lucha de carácter interno, con sectores de la administración que intentan poner freno a alguna de sus medidas».

La persistencia del Obamacare, su mayor fracaso

De esos contrapesos se derivan algunos de los grandes fracasos de Trump en este primer año de mandato, como el intento de derogar el sistema sanitario de Barack Obama, tumbado in extremis por la resistencia del senador republicano John McCain, aunque en la reforma fiscal se lograron introducir algunas medidas para recortarlo. «Ha conseguido que el Obamacare sea más popular que en la época de Obama», desliza Carlota García Encinas.

También su reforma migratoria se ha visto muy entorpecida por los sucesivos bloqueos judiciales a sus vetos contra determinados países, o por la negativa de los demócratas a aprobar la financiación del muro con México, contra lo que Trump esgrime, a modo de chantaje, la situación de los dreamers, los migrantes llegados al país siendo menores, cuyo programa de protección está en el alero.

Muñiz señala que hay un elemento razonable en impulsar el control de fronteras, dada la «inmensa población irregular» que vive en Estados Unidos, pero advierte de que Trump se encontrará fuertes resistencias por su manera de encararlo: «La narrativa americana de la diversidad es muy poderosa. La gente percibe un ataque racista contra una de las fortalezas del país». De momento, no ha logrado imponer su postura.

De cara a los estadounidenses, el balance de éxitos y fracasos sitúa a Trump, en realidad, muy cerca de donde estaba hace un año: es muy impopular en el conjunto del país, pero conserva una amplia base de seguidores fieles, que seguro se harán notar tanto en las elecciones de medio mandato, que renovarán en noviembre de este año el Congreso, como en las presidenciales de 2021, cuando previsiblemente intentará revalidar la presidencia. Ahora, comienza el año II de Donald Trump.

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